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CANTABRIA INFINITA

  Cantabria forma parte de la España Verde, y si viajas a esta Comunidad Autónoma te espera un viaje lleno de naturaleza, de buena gastronomía y de muestras artísticas únicas.
San Vicente de la Barquera

  Esta zona posee cuevas prehistóricas como la de Altamira, la más famosa de todas, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y denominada como la "Capilla Sixtina del Arte Rupestre".

  Cantabria también forma parte del conocido Camino de Santiago y sus localidades poseen bellos monumentos como el Palacio de la Magdalena de Santander, el Monasterio de Santo Toribio de Liébana o el Capricho de Gaudí de Comillas entre otros. 

  Prepárate también para admirar espectaculares paisajes, porque a lo largo de la costa de Cantabria hallarás más de 60 playas de arena fina y blanca en destinos turísticos como Laredo o San Vicente de la Barquera. Y en el interior, además de varios Parques Naturales, no te pierdas el Parque Nacional de los Picos de Europa, perfecto para practicar deportes de aventura.
  Un aliciente añadido para la visita es su gastronomía. Podrás saborear recetas características  como el cocido montañés, los sobaos y la quesada pasiega.

  Y para descansar, nada mejor que alguno de sus famosos balnearios.

RECORRIENDO LOS LUGARES DE INTERÉS

Castro Urdiales

  Situada en la zona de costa más oriental de Cantabria, rodeada de espectaculares paisajes repletos de abruptos acantilados y bellas y recogidas playas, se alza Castro Urdiales.

  Aunque cuenta con vestigios prehistóricos de gran interés, la ciudad se enorgullece sobre todo de una rica historia bimilenaria vinculada al imperio romano, pues donde hoy se encuentra Castro estuvo la colonia de Flavióbriga.

  El mar, puede tener en la actualidad menos peso que antaño en la economía de Castro, pero es sin duda el aire marinero lo más característico de la ciudad. En sus calles, principalmente en las proximidades a su puerto, todavía es posible respirar este ambiente pesquero y degustar muchas de sus especialidades gastronómicas, obtenidas todas ellas del mar.

  En el recorrido de esta localidad, importante enclave de veraneo desde finales del siglo XIX, es posible disfrutar de infraestructuras modernas que combinan a la perfección con el encanto que desprende su parte antigua y su puebla vieja, con sus bellos paseos, sus soportales llenos de típicas tascas y sus construcciones de interés, que se alzan como majestuosos vigías de la villa.

  En Castro Urdiales se encuentra la Iglesia gótica más importante de la región, la Iglesia de Santa Maria, que data del siglo XIII y reúne todas las características constructivas del gótico clásico. En su interior, alberga magníficas tallas del siglo XIII al siglo XVII, una destacada colección de obras de orfebrería del último gótico y hasta un cuadro de Cristo crucificado de Zurbarán.

  Frente a la iglesia se encuentra el monumento al fundador de Flavióbriga (nombre de Castro Urdiales en la era romana) el emperador Flavio Vespasiano.

  En el extremo del promontorio y próximo a la iglesia, se encuentra el castillo medieval, sólida fortaleza convertida en faro desde 1953. Su construcción se realizó en torno al año 1163, en mampostería y sin vanos al exterior, y formaba junto a la Iglesia un entramado defensivo cerrado por la muralla de la villa, que desde aquí bajaba hasta la Puebla Vieja rodeándola. Así, su posición estratégica permitía que en caso de verse obligados a huir,  los sitiados pudieran hacerlo por el mar.

 Frente a él se encuentra el llamado puente medieval, también llamado puente romano o puente viejo. Es de estilo gótico y tiene un solo arco, siendo su principal función la de permitir el paso a la Ermita de Santa Ana.

  Los alrededores de la dársena del puerto, la iglesia gótica de santa María y el faro sobre el castillo constituyen los atractivos más significativos de esta villa marinera, habitual zona de encuentro de visitantes y lugareños, pero dentro de su patrimonio civil también destaca el edificio que alberga el ayuntamiento, así como un conjunto de edificios modernistas de finales del siglo XIX y principios del XX que constituyen el núcleo urbano declarado Conjunto Histórico Artístico en 1978.

Laredo

  Municipio de la costa Oriental de Cantabria, es uno de los principales destinos turísticos del Norte de España, ya que los más de cuatro kilómetros de fina y blanca arena de su playa Salvé definen la espectacular silueta de una villa volcada al mar.

  Asomarse al mirador del Alto de Laredo o al Parque de la Atalaya, permiten descubrir el azul del Mar Cantábrico, el verde de los montes y el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Noja y Joyel, límites naturales de este municipio costero.

  Desde ambos miradores se avistan los núcleos que forman la Villa de Laredo: La Puebla Vieja, el Ensanche y los barrios de La Pesquera, Tarrueza, Las Cárcobas, Villante, Las Casillas, El Callejo y La Arenosa.
  De entre todos, destaca, por su valor patrimonial, histórico y cultural, la Puebla Vieja, Conjunto Monumental Histórico-Artístico desde 1970, donde se puede observar la estructura regular del poblamiento medieval, que se extendía entre la Iglesia de Santa María de la Asunción y el arroyo Bario, protegida por una muralla de la que, hoy en día, se pueden contemplar distintos tramos en pie así como las puertas que marcaban el límite de acceso a la antigua ciudadela.
  Este Conjunto Histórico alberga los principales monumentos de Laredo, de entre los que cabe destacar la Iglesia gótica de Santa María de la Asunción, el convento de San Francisco y la Iglesia de San Martín, íntimamente ligada a la milenaria Cofradía de Pescadores de San Martín, la más antigua de España.

  La iglesia de Santa María de la Asunción, construída en el siglo XII, es uno de los mejores edificios, en su línea, del gótico clásico del país, especialmente en su interior por su extensión y arquitectura. Descrita como el único templo con cuatro naves y cuatro ábsides, junto a otra quinta de capillas, entre las iglesias góticas españolas. Destaca como pieza más valiosa de la iglesia el retablo de la Virgen de Belén, obra del siglo XV, que ha sido descrita por los técnicos en arte como la más bella obra de escultura policromada de arte flamenco en Cantabria y uno de los más asombrosos y completos conjuntos de este estilo existentes en Europa.
  En el último tercio del siglo XIX y comienzos del siglo XX el desarrollo urbanístico de Laredo se extendió por la zona de los Ensanches. Así, la arquitectura de los indianos, aquella construida con los capitales generados en tierras indianas o americanas, forma parte del paisaje urbano de Laredo. Son varios los ejemplos de estos estilos arquitectónicos los que se dan cita en la villa, desde las industrias conserveras (hoy desaparecidas) hasta edificios de un gran valor arquitectónico. Unos domésticos como La Casa de Las Cuatro Témporas (actual juzgado de Laredo); el Palacio de Carasa (actual Ayuntamiento); la Casa Gereda; y otros públicos, destacando El Matadero (actual piscina municipal); el Mercado de Abastos, y las Escuelas del Doctor Velasco (construidas con capital indiano).
  A su valor patrimonial e histórico se unen la amabilidad de sus gentes, su oferta cultural y lúdica, la calidad de su comercio y su deliciosa gastronomía.



Santoña

  Santoña es una de las más antiguas y oriundas villas marineras de Cantabria. Está situada en el oriente, en la margen más izquierda de la desembocadura del río Asón, a los pies del imponente Monte Buciero y junto a las llanuras húmedas que forman la Reserva Natural de las Marismas de Santoña y Noja.

  La herencia histórica de Santoña para la defensa costera son sus tres edificaciones: el Fuerte de San Martín, al final del Pasaje o paseo marítimo; el Fuerte de San Carlos, más próximo a la bocana de la bahía; y el Fuerte del Mazo o “de Napoleón”, ubicado en el Buciero y que ofrece unas vistas magníficas de todo el territorio. Asimismo la trascendencia del lugar viene señalada por dos faros de indudable encanto. El del pescador, junto a la hermosa playa de Berria, y el del Caballo, con un vertiginoso acceso de casi 800 escalones de piedra.

  Podemos comenzar el recorrido en el Fuerte de San Martín que data de tiempo de Felipe II y nos recuerda la importancia militar que ha tenido esta villa.
  Desde aquí recorreremos una parte del paseo marítimo, viendo a nuestra izquierda la bella bahía y la Playa de San Martín. Al llegar al monumento al Almirante Carrero Blanco, giramos a la derecha y por la calle O’Donnell llegamos a la gran joya patrimonial de la villa: la Iglesia de Santa María del Puerto.

  El templo es originario es del siglo IX, aunque cuenta con importantes añadidos hasta el siglo XII, y otros posteriores hasta el XVI. La pila bautismal, los capiteles o la puerta de la fachada meridional son de estilo románico. Al gótico hay que atribuirle la imagen de la Virgen del Puerto y el crucero. El retablo del altar mayor es plateresco y cuenta también con alguna pintura flamenca importante. La policroma inmaculada de Galeón data del siglo XVII, y del escultor cántabro Cacicedo, del siglo XX hay dos importantes muestras: el Cristo del Perdón y el Nazareno. Dispone Santa María el Puerto de un magnífico órgano neumático.

  Saliendo del templo y caminando por la calle Alfonso XII llegamos a la plaza de San Antonio. Durante el recorrido encontramos la Casa Palacio de Castañeda, bello edificio  de casa-torre de principios del siglo XX, y la Casa de Cultura municipal. Continuamos tomando la calle de la izquierda que sale de la plaza, la calle Manzanedo. En ella, encontramos dos monumentales inmuebles decimonónicos: el Instituto de los Marqueses de Manzanedo y un poco más adelante el Palacio del Duque de Santoña.


  Continuamos nuestro recorrido hasta llegar al puerto, allí encontramos algunas de las escenas santoñesas más populares, con el trasiego de la pesquería y la vida marinera que da a Santoña su aire más singular. Entre la dársena pesquera y el puerto deportivo, esta el Mirador de la Marisma. Junto a él, llegamos a la plaza de toros pronto centenaria. Pasamos la Capitania y estamos de nuevo en el Paseo Marítimo, que recorremos hasta alcanzar el monumento al santoñés más ilustre de la historia, el cartógrafo Juan de la Cosa. Volvemos al interior del casco urbano por las plazas de la Concordia y Manuel Andujar en la que giramos para llegar a la Casa Palacio de Chiloeches, que cuenta con una magnífica fachada barroca del siglo XVII.
Mirador de la Marisma
Torrelavega

  Enclavado en el sector inferior de los valles que constituyen los ríos Saja y Besaya, Torrelavega es un municipio eminentemente industrial y ocupa el segundo lugar de Cantabria en lo que a población se refiere, sólo precedido por Santander. 

  Su fundación se atribuye a Garcilaso de la Vega I, adelantado mayor de Castilla, quien construyó aquí una torre que unida a su apellido derivaría en la denominación con la que desde el siglo XVIII se conoce a Torrelavega (torre de la Vega).

 Gracias a su ubicación estratégica, en la encrucijada de los caminos hacia Asturias y la Meseta, la pequeña aldea dominada por la casa de la Vega durante toda la Edad Media se transformaría con el devenir de los tiempos en un gran centro comercial e industrial. 

  Su desarrollo industrial comenzó de forma incipiente en la segunda mitad del siglo XVIII, gracias al asentamiento de fábricas de harinas y curtidos que favorecerían la proliferación de establecimientos comerciales. Pero fue con la llegada de grandes empresas como Asturiana de Zinc, Solvay o Sniace, entre finales del XIX y principios del XX, cuando Torrelavega alcanzó su máximo esplendor económico. Su espectacular crecimiento le mereció en 1895 el título de ciudad, concedido por la entonces regente María Cristina. 

En la actualidad, es una importante ciudad que reúne todas las comunidades y servicios para vivir con comodidad, a apenas diez minutos de la costa de Suances y muy próxima a otras destacadas villas como Santillana del Mar o Comillas. Sus comunicaciones con Santander, Palencia, Bilbao y Oviedo la convierten además en punto obligado de paso para muchos visitantes.



  Entre su patrimonio histórico-artístico, hay que destacar especialmente el conjunto monumental de Viérnoles, formado por multitud de palacios y casonas de los siglos XVII al XIX. Sobresalen igualmente la iglesia neogótica de La Asunción (1892) y la de la Virgen Grande, obra contemporánea y racionalista inaugurada en 1964. Entre la arquitectura civil, el palacio de Demetrio Herrero, construido en 1888 y sede en la actualidad del Ayuntamiento.

 

  Pero tal vez lo más notable de Torrelavega sean sus gentes, amables y hospitalarias. 

Las calles y plazas de esta localidad, conocida también como la capital del Besaya, conforman un casco urbano abierto, donde se están recuperando espacios verdes y de ocio, con nuevas plazas, avenidas y calles peatonales en torno a las cuales se estructura una completa oferta comercial. El paseo entre las tiendas y los edificios centenarios de su casco antiguo se convierte así en un placer, sin la presión del tráfico rodado, y el visitante puede descubrir el más variado y dinámico comercio de la comarca. Y es que el comercio cuenta aquí con una arraigada tradición, cimentada en las múltiples ferias y mercados que han marcado la historia local. 



  Además de centro industrial y comercial, Torrelavega es también un importante núcleo ganadero. Desde 1973 cuenta con el Mercado Nacional de Ganados, donde tienen lugar todos los miércoles las más importantes ferias ganaderas de toda España, a las que acuden productores de todas las regiones.

 Asimismo, es sede de la Feria de Muestras de Cantabria, donde se desarrollan a lo largo del año ferias monográficas, exposiciones y congresos.

 Las fiestas de la Virgen Grande son las más emblemáticas de la ciudad, y se conmemoran durante 10 días, en torno al 15 de agosto. Tienen en su broche final uno de los espectáculos más llamativos de Cantabria: la Gala Floral, un singular y multitudinario desfile de carrozas, declarado de Interés Turístico.

  La gastronomía de Torrelavega es rica y variada. No en vano cuenta con numerosos establecimientos hosteleros en los que se pueden degustar la práctica totalidad de los guisos regionales, si bien la especialidad de la ciudad son las polkas, un exquisito dulce.

Suances

  Suances es una hermosa villa marinera situada en uno de los parajes más bellos de la costa central de Cantabria, un excepcional entorno natural en uno de los enclaves más tradicionales de la cornisa cantábrica que seduce por su paisaje y belleza, que deleita a sus visitantes con impresionantes vistas panorámicas de la costa

  Destacan sus maravillosas playas de fina arena, que durante la época estival atraen a miles de visitantes convirtiendo a la villa de Suances en uno de los principales focos de atracción turística de Cantabria. Suances brinda la oportunidad de gozar de una amplia oferta gastronómica, deportiva, actividades náuticas y un animado ambiente en temporada estival.

Santillana del Mar

  En la costa occidental de Cantabria se encuentran dos de los más preciados tesoros culturales de cuántos puedan encontrarse en esta región: Santillana del Mar y las Cuevas de Altamira.
  Santillana del Mar, a unos 30 kilómetros de Santander, es un museo vivo de una villa medieval desarrollada entorno a la colegiata de Santa Juliana, aunque la mayoría de sus caseríos corresponden a las diversas aportaciones arquitectónicas de los siglos XIV al XVIII. El conjunto histórico-artístico de Santillana del mar sólo se puede visitar a pie, con lo cual será preciso que aparquemos nuestro vehículo en los alrededores de la localidad para darnos un bonito paseo, que seguro nos transportará al pasado.

  La villa se abre camino hacia el norte a través de una única vía, la calle de Santo Domingo, que pronto se bifurca en forma de “Y”: en la de Juan Infante, que conduce a la plaza de Ramón Pelayo; y la que tomando diversos nombres (Carrera, Cantón y del Río) se dirige hasta la Colegiata. En la plaza, de traza triangular, se ubican algunos de los edificios más representativos: la casona de los Barreda-Bracho del siglo XVIII con escudo y pretenciosa leyenda (hoy parador de Gil Blas), las casas Del Águila y La Parra, el Ayuntamiento, la Torre de Don Borja, (levantada a finales del siglo XIV y que es una de las edificaciones más nobles de Santillana, perteneciendo al poderoso linaje de los Barreda), y por último, la Torre del Merino del siglo XIV, que es el edificio más antiguo y residencia fortificada de los merinos.
  La calle del Cantón, por su parte, presenta un maravilloso conjunto de casonas de los siglos XV al XVII entre las que destacan: la casa gótica de Leonor de la Vega, madre del primer marqués de Santillana, y la de los Villa (conocida como la de los hombrones por sostener el enorme blasón de la fachada dos caballeros con bigote. Al final de la calle del Cantón se ubica la Colegiata de Santa Juliana, el monumento religioso más importante del románico en Cantabria.
  Levantada sobre una antigua ermita en el siglo XII, tiene planta de tres ábsides, crucero y tres naves,  siguiendo el modelo de Frómista (Palencia) y del románico internacional que penetra en Castilla por el Camino de Santiago. 
  En la fachada principal se observa un frontón triangular con imagen de la mártir, y por encima, una galería de quince arcos enmarcada por tres torres, una de ellas cilíndrica. El claustro adosado a la nave norte, está considerado como la obra maestra del conjunto, por la excelente talla y decoración de sus 42 capiteles. 

  La escultura de su porticada, capiteles y canecillos  evocan los temas fundamentales de la religiosidad medieval, en particular la lucha entre el Bien y el Mal, y la necesidad de la penitencia y el perdón para salvarse de las penas del infierno. Este mensaje se muestra a través de alegorías y símbolos animales (leones, pelícanos, palomas, cuervos, serpientes, cabras...) y vegetales (manzanas, helechos, acanto, lirios, vid, uvas, piñas...) así como algunas escenas humanas.

  Pero el auténtico sabor de este pétreo y milenario museo, que es la villa de las tres mentiras (porque Santillana del mar ni es santa, ni llana, ni tiene mar) es el propio trasiego de las gentes que inundan sus calles, el encanto de sus rincones y sus balcones siempre floridos y llenos de vida.
  A tan sólo dos kilómetros de Santillana y ubicada en el recinto del Museo de Altamira se encuentra otro gran tesoro artístico de Cantabria, las cuevas de Altamira, universalmente reconocidas y calificadas como la "capilla Sixtina" del arte rupestre. 

  Su descubrimiento por Marcelino Sanz de Sautuola en 1879, suscitó una fuerte polémica entre los arqueólogos, ya que no creían que los hombres prehistóricos fueran capaces de hacer unas pinturas tan perfectas. La estancia principal, denominada sala de policromos representa en su techo casi un centenar de animales y signos, destacando los 21 bisontes en distintas actitudes, acompañados de otros animales como ciervos, caballos, cabras, bóvidos, además de signos, manos y figuras humanas, a veces superpuestos, efectuados con técnicas diversas (grabado, silueteado, pintado, raspado y efectos de sombreado) que dan como resultado una composición de gran movimiento y belleza, única en el arte paleolítico. Su realización data de hace 14.000 años. El resto de la cueva (que tiene un desarrollo longitudinal de 270 m) contiene numerosos grabados, incluso más antiguos, y un importante yacimiento arqueológico en el vestíbulo. 
 La cueva de Altamira ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y si bien a la cueva original no está permitida actualmente la entrada por motivos de conservación de las pinturas, es posible previa reserva con varios meses de antelación, acceder a una copia de la cueva original, y poder así deleitarse con estas pinturas milenarias.

Comillas

  La villa de Comillas es una de las localidades más emblemáticas de Cantabria y una de las más interesantes desde el punto de vista arquitectónico.


  Cuenta con algunos de los edificios más importantes del modernismo en Cantabria, como el Palacio de Sobrellano, la Universidad Pontificia y por supuesto, el Capricho de Gaudí.

  La villa de Comillas, declarada conjunto histórico-artístico, es conocida con el apelativo de Villa de los Arzobispos, dado que en su municipio nacieron cinco prelados que durante la Edad Madia ocuparon varias diócesis.

  Cabe destacar la magnífica arquitectura popular y las casonas solariegas con sus escudos, propias del linaje de la época. Sus calles empedradas y sus plazuelas, invitan a descubrir cada rincón de la villa, reportando al visitante una sensación de paz y serenidad. Además su bonita playa atrae hasta este rincón gran número de veraneantes atraídos por su tranquilidad, arquitectura y belleza natural.
  En pleno casco urbano se encuentra La Plaza, rodeada de casonas con amplios miradores, junto al Ayuntamiento y la iglesia parroquial de San Cristóbal, cuya construcción data del siglo XVII.

  En el centro de la villa, destacar la plaza del Corro de Campíos, donde se ubican las principales cafeterías y restaurantes de la villa, muy concurridos en la época estival, y un poco más alejada la plaza de los Tres Caños, con torre y casas con amplias solanas, donde hay que destacar la fuente, de marcado aire modernista.

  La Comillas monumental tiene su origen bajo el patronazgo de don Antonio López, primer Marqués de Comillas, quien consiguió que durante el verano de 1881 el rey Alfonso XII disfrutase sus vacaciones en la villa, convirtiéndose así en el lugar elegido por la aristocracia como centro turístico de veraneo. Esto permitió que importantes arquitectos modernistas catalanes del momento realizaran allí buena parte de sus obras, dotándola así de un conjunto de extraordinaria belleza. Caben destacar de entre todos los momentos de Comillas los siguientes: 

El Palacio de Sobrellano 




  Grandioso edificio llamado también Palacio del Marqués de Comillas, dado que fue construido en el mismo lugar donde se ubica su casa, siendo obra del arquitecto catalán Juan Martorell. De estilo neogótico, el edificio es de gran fastuosidad y recargamiento dentro de un estilo neogótico exuberante que tan de moda estuvo en el mundo romántico del siglo XIX en toda Europa, aunque no falten elementos eclécticos. Parte del mobiliario fue idea de Cascante, interviniendo también en la parte artística el pintor Lorens y el escultor Joan Roig. Formando conjunto de estilo con el palacio, está la capilla panteón, caracterizada por los vellos mausoleos de mármol. Parte del mobiliario fue diseñado por Gaudí.


La Universidad Pontificia

  Impresionante edificio que domina todo el pueblo desde poniente, es uno de los más representativos de la villa. Los detalles ornamentales, así como la portada de acceso al recinto fueron obra del arquitecto Doménesch.
  En sus inicios era un seminario católico para la formación de candidatos al sacerdocio, promovido a instancias del padre jesuita Tomás Gómez Carral y construido por su patrocinador, Antonio López y López, primer marqués de Comillas, y su hijo Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas, que continuaría la labor de su padre.

  Su disciplina interna y calidad académica hicieron de él un lugar en el que confluyeron un importante número de vocaciones sacerdotales procedentes de todas las diócesis españolas, hispanoamericanas y de Filipinas. El aumento de su actividad hizo que paulatinamente se fueran agregando nuevos edificios a los ya existentes: Seminario Mayor (1882), Seminario Menor (1912), Colegio Máximo (1944) y el Colegio Hispanoamericano (1946).

  El 19 de marzo de 1904, el Papa San Pio X concede al Seminario Pontificio de Comillas, por medio del Decreto "Praeclaris honoris argumentas", la facultad de conferir grados académicos en Filosofía, Teología y Derecho Canónico, convirtiéndolo en Universidad Pontificia.

  Posteriormente se han ido incorporando a la universidad nuevos centros de estudio e investigación, hasta llegar a las 5 facultades, 2 escuelas y 6 institutos que la componen actualmente.

El Capricho de Gaudí

  Declarado monumento histórico-artístico en 1969, se trata de un hermoso edificio de estilo arabesco en el que destacan su pórtico con grandes columnas junto con las decoraciones cerámicas de sus muros.

  Máximo Díaz de Quijano fue quien encargó a Gaudí en 1883 la construcción del Capricho. Este edificio es contemporáneo de la Casa Vicens, que Gaudí levantaba por aquella época en Barcelona, motivo por el cual su construcción fue dirigida a pie de obra por Cristóbal Cascante, amigo y compañero de promoción de Gaudí.


  La importancia del Capricho y de la Casa Vicens es que son los primeros edificios de Gaudí, y por consiguiente obras importantísimas para el devenir de la carrera del arquitecto y esenciales para el estudio de la trayectoria del conjunto de su obra y definitorias del estilo de su primera época, que se distingue por la influencia mudéjar, por la alternancia entre esta sugestión orientalista y el medievalismo, y por la aparición progresiva y creciente de los elementos que corresponden a la época de madurez de Gaudí.

  El exterior del edificio se caracteriza por la utilización de la piedra en la parte baja, del ladrillo visto adornado con franjas de cerámica vidriada que representan girasoles y hojas en el resto, y la superposición de la superficie curva frente a la recta.
  El Capricho es una muestra de la plenitud de la tendencia oriental en la que Gaudí halló espléndidas soluciones, como la torre-minarete (o alminar persa) y que es el elemento definitorio de esta obra y el primer precedente de una solución arquitectónica que aparecerá en futuras construcciones como Bellesguard o los Pabellones del Park Güell. En el remate de la torre, toda ella revestida de la misma cerámica que las franjas, acentuando así su verticalidad, hay un delicioso templete sostenido por cuatro columnas de fundición, en el que la geometrización de la cúpula es un verdadero cubismo realizado con un cuarto de siglo de antelación.
  También hay que destacar en esta primera obra de Gaudí (lo que será una constante en su obra) la extraordinaria adaptación a las características del contratante. Efectivamente, Díaz de Quijano era músico amateur y coleccionista de plantas exóticas. El Capricho, cuyo nombre evoca, precisamente, la composición musical libre y fantasiosa, tenía planta en forma de U para abrigar del viento del norte un gran invernadero orientado al sur donde el propietario atesoraba las plantas que le traían de ultramar. Y Gaudí reflejó la pasión del propietario por la música en diversos elementos, tanto de la decoración interior, como en el exterior. Es el caso de las vidrieras de la libélula con una guitarra y la del gorrión sobre un órgano, o del banco-balcón, donde los contrapesos de la ventana de guillotina eran tubos metálicos que al subir o bajar eran percutidos por un vástago y emitían agradables sonidos musicales. 

Monumento al Marqués de Comillas

  Obra de Doménech, se erigió en 1980 situado en lo alto de una colina desde la cual se domina el pueblo y con excelentes vistas al mar.

  En el municipio de Comillas existe una amplia y variada oferta de alojamientos donde conjugar actividad y descanso, pudiendo gozar de todo tipo de actividades al aire libre, además de un animado ambiente nocturno en la época estival, lo que le convierte en uno de los destinos turísticos por excelencia de Cantabria.

San Vicente de la Barquera

  San Vicente de la Barquera aúna todos los valores y atractivos de la España Verde: un destacado patrimonio monumental, gran importancia histórica, un excepcional medio natural, una reconocida gastronomía y una profunda tradición popular que se refleja en sus diversas manifestaciones festivas y artísticas. Se encuentra en pleno corazón del Parque Natural de Oyambre, un espacio natural protegido de gran valor ecológico integrado por rías, acantilados, playas, dunas, praderías y bosques que albergan una fauna y flora de gran importancia.
  Estos valores naturales han permanecido prácticamente invariables a lo largo de la historia en la que San Vicente de la Barquera ha sido protagonista ya desde la época romana. Sin embargo la villa vivió su mayor esplendor durante la edad media, tras la concesión del fuero por Alfonso VIII, época en la que sus hombres protagonizaron importantes gestas marineras en la reconquista de ciudades andaluzas o en las expediciones a Terranova.

  Su puerto pesquero, sobre el que ha girado el desarrollo de esta villa continúa siendo uno de los mas importantes de la región. La vocación marinera de San Vicente de la Barquera se aprecia asimismo en su gastronomía, que gira en torno a pescados y mariscos y tiene su máxima expresión en el sorropotún o marmita barquereña, un guiso preparado a base de bonito y patatas.



  El turismo y los servicios son en la actualidad la principal actividad económica del municipio, si bien San Vicente constituye una de las más conocidas y bellas estampas de toda la Cornisa Cantábrica. Lugar de paso obligado en la comunicación entre Asturias y Cantabria, su ubicación geográfica ha favorecido sin duda su desarrollo como uno de los destinos turísticos preferidos en la región.



Faro junto a la playa del Rosal
  Posee además un magnífico elenco de privilegiadas playas como son Fuentes, Primera de San Vicente, El Rosal, El Tostadero, Merón y Gerra, y una hermosa ría salpicada de intenso cromatismo gracias a los innumerables botes y barcas de colores que siempre encontramos en ella.

 

  La puebla vieja de San Vicente es además un espacio lleno de encanto gracias a su iglesia, castillo y los restos de una muralla. Los puentes tienen también mucho que ver en la belleza de esta villa, que tiene como fondo los majestuosos Picos de Europa con sus cumbres permanentemente nevadas.

  La Puebla Vieja de San Vicente se sitúa en la cresta de un peñón calizo, dominando las marismas. Plagado de interesantes edificios que le han merecido la declaración como bien de interesé cultural de Cantabria desde 1987, este conjunto monumental está circundado por una muralla almenada y varias puertas, donde destacan dos edificios emblemáticos, la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles, y el Castillo del Rey. Hay otros edificios de interés, como la casa del inquisidor Corro, actualmente sede del ayuntamiento, y el antiguo Hospital de la Concepción, ahora en ruinas, con bella fachada. 

Iglesia de Santa María de los Ángeles


  Construida entre los siglos XIII y XVI sobre otra iglesia anterior, este templo de modelo mixto muestra características del gótico montañés. En su exterior destaca la gran torre fuerte, así como sus dos puertas románicas. En su interior que cuenta con tres altas bóvedas ojivales, son notable el retablo mayor barroco, sus diferentes capillas y altares y el suelo de madera de roble que acoge enterramientos de la época. Una de las piezas más importantes es el sepulcro del Inquisidor Antonio del Corro, considerada una de las más bellas esculturas funerarias del país.

Castillo del Rey

  Esta antigua fortaleza en la que se basó la defensa del recinto amurallado y del puerto tiene un origen remoto. Sin embargo la actual construcción se hizo a partir de 1.210, año en el que Alfonso VIII concedió el fuero a la villa de San Vicente de la Barquera, sufriendo diversas reformas a lo largo de la historia. Los reyes de Castilla se reservaron el señorío sobre el castillo, cediendo temporalmente su alcaldía a quien les parecía, hasta que finalmente se otorgó su tenencia a los vecinos de la villa,  en la persona del su Procurador General en el siglo XV. Actualmente el Castillo, abierto a las visitas públicas, acoge un exposición permanente sobre la historia y la naturaleza del municipio, así como exposiciones temporales de gran interés artístico.


Palacio del Corro

  Este palacio renacentista que actualmente acoge la sede del Ayuntamiento de San Vicente de la Barquera, fue mandado construir en el siglo XVI por el inquisidor Antonio del Corro para acoger a los pobres enfermos de la villa. En su fachada de gusto clasicista y decoración plateresca cuenta con dos escudos blasonados relacionados con el fundador.

Potes

  Capital de la comarca de Liébana, se encuentra situada en el suroeste de Cantabria, entre varios macizos montañosos: las sierras de Peña Sagra y Peña Labra y el macizo de Picos de Europa. Su situación al abrigo de las montañas hace que tenga un microclima más cálido y seco, diferenciado del resto de Cantabria.

  Potes cuenta con un gran patrimonio arquitectónico religioso, civil y popular, además de sus particulares tradiciones, en las que destaca el Jubileo del Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

  La historia de esta villa se remonta al medievo, al edificio más simbólico de la villa, la Torre del Infantado. Fue construida en el siglo XV por el marqués de Santillana y sus sucesores, los duques del Infantado, y es una de las más emblemáticas de Cantabria. Actualmente cumple con las funciones de Casa Consistorial.
  Principalmente de sillarejo y reforzada con sillería, aparece en su fachada un escudo con las armas de Diego López de Mendoza. Tiene forma cuadrada y está formada por cuatro pisos, azotea, cornisa y un patio interior, poco característico en fortalezas cántabras. Se encuentra situado en pleno casco antiguo de la villa, donde hay muchas otras edificaciones en forma de torre, las de Orejón de la Lama, Calseco, Linares y Osorio.


  Respecto a la arquitectura religiosa destacan dos iglesias advocadas a San Vicente, la más antigua del siglo XIV y la nueva, que comenzó a construirse a finales del siglo XIX. 

  Tras la desamortización y ante el crecimiento demográfico de la villa, se inicia la construcción de la iglesia nueva por ser insuficiente y estar en ruina la anterior.

 Conserva importantes retablos procedentes del antiguo convento de San Raimundo, de la orden de Santo Domingo, que existió en la villa. En los muros laterales del presbiterio, existen dos grandes lienzos de interés: el cristo de Burgos, imagen tradicional del famoso Cristo que se conserva en la catedral burgalesa y que según la tradición apareció flotando en la bahía de Santander. Despertó una intensa devoción en la época barroca y era patrono de los emigrantes que partían hacia las indias. El otro lienzo representa la Conversión de San Pablo.

  Siguiendo nuestro paseo por la villa nos encontramos con el  antiguo convento de San Raimundo. Fundado en 1608, todavía conserva la fachada y el claustro. Tras la Desamortización de 1836 se convirtió en sede del Ayuntamiento y en la actualidad es Colegio Menor de la Santa Cruz. Se aprecia una lauda sepulcral del siglo XVII y diversos escudos modernos.



























 Un paseo por Potes hace transportar al visitante a otra época, con sus callejuelas empedradas y sus casonas populares. No hay nada mejor que perderse por la zona vieja, y en particular por el barrio de la Solana, los puentes de San Cayetano y de la Cárcel, construidos sobre el río que cruza la villa, el Quiviesa.



  El lunes es el día más importante para los lebaniegos, se celebra el popular mercado semanal en las que las gentes proceden de todos los puntos de la comarca para ofertar sus productos. Legumbres, fruta, frutos secos, embutidos o quesos producidos por la zona. Muchos de estos productos son la base de su plato más característico, elcocido lebaniego que se puede acompañar con el típico orujo lebaniego o con el tradicional té del puerto.


  El viaje a Potes desde la Costa nos deja un buen recuerdo, atravesando unos de los lugares más bellos y pintorescos de Cantabria, como es el Desfiladero de la Hermida. 

  Y ya para finalizar nuestro recorrido en Potes, lo último que no nos podemos perder es la visita a Fuente Dé y su teleférico que nos asciende hasta lo alto de las montañas de los Picos de Europa, límite natural de Cantabria con León y Asturias, pudiendo desde aquí realizar multitud de excursiones a pie o para los más perezosos pudiendo tomar un café o refresco en el bar situado en la cima de Cantabria.

Fuente Dé

  En el extremo sur este del Parque Nacional de los Picos de Europa se encuentra Fuente Dé que no sólo es conocido por albergar el Parador del mismo nombre sino también por ser una base para iniciar recorridos por esta cara de los impresionantes macizos calizos de los Picos de Europa. Su circo glaciar, poblado de hayedos y en el cual nace el río Deva, es un punto de interés geomorfológico.

  Aquí se encuentra el famoso Teleférico de Fuente Dé que eleva en menos de 4 minutos al pasajero a una altura de 1850m ofreciendo unas vertiginosas vistas a la vez que salva un desnivel de 750m con una longitud de cable de 1.640 m.
Sin duda es una buena opción para aquellos que quieren darse un paseo por los Picos sin mucho esfuerzo o realizar otras rutas adentrándose más por el parque.

  Es recomendable estar a primera hora ya que a medida que avanza el día es más probable que la meteorología cambie, entrando la niebla con rapidez e impidiendo contemplar las espectaculares vistas. Además, los fines de semana durante la época estival puede llegar a haber bastante gente haciendo cola para subir.

  En el extremo más alto del cable, llamado mirador de Áliva o  del cable encontraremos un balcón que da al vacío y desde el que se domina una panorámica irrepetible. Hay también una amplia cafetería que sirve comidas y bebidas además de albergar una pequeña tienda y terraza panorámica.

   Una vez en Áliva se pueden realizar numerosas rutas tanto a pie como en bicicleta, disfrutar de la naturaleza y los bellos paisajes o acudir a la romería en la ermita de la Virgen de la Salud que se celebra cada 2 de Julio.


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