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ESTAMBUL - LA CIUDAD ENTRE DOS CONTINENTES

  Con una población cercana a los 15 millones de habitantes, Estambul es uno de los destinos viajeros más impresionantes del mundo. Visitar sus antiguos monumentos como Santa Sofía y la Mezquita Azul, recorrer el Bósforo en barco, regatear en el Gran Bazar y ver el reflejo del máximo esplendor del Imperio Otomano en el Palacio Topkapi es algo que todo viajero ha deseado alguna vez en su vida. Pero más allá de sus monumentos, por sus calles se palpa la mezcla de culturas que, a lo largo de los siglos, ha forjado su identidad y fisionomía.

  El estrecho del Bósforo, que une el Mar de Mármara y el Mar Negro, divide en dos partes esta inmensa metrópoli, única ciudad del mundo que se asienta sobre dos continentes. A un lado, el continente europeo presenta los más importantes monumentos históricos de la ciudad, mientras que en la otra orilla, en el continente asiático, encontramos una Estambul más moderna y dinámica. Sin duda, ningún visitante quedará indiferente con los contrastes de una ciudad demasiado oriental para ser europea y excesivamente occidental para ser asiática.

HISTORIA

  Antigua capital de los imperios Romano, Bizantino y Otomano, hasta el año 330 se la denominó Bizancio, para posteriormente tomar el nombre de Constantinopla en uno de los períodos de máximo esplendor. Su actual denominación, Istanbul, le fue otorgada el 28 de marzo de 1930.

  Bizancio fue fundada en la orilla europea en el año 667 a.C. por colonos griegos de Megara, que encontraron refugio a lo largo de un profundo golfo: el Cuerno de Oro.

  Constantino I el Grande comenzó a erigir una nueva Roma, y en el año 330 fue consagrada una nueva ciudad bajo el nombre de Constantinopla, o ciudad de Constantino, convirtiéndola en capital del Imperio Romano de Oriente.

  Para sus habitantes fue siempre una capital romana. Construida sobre "siete colinas", a imagen de Roma, y dividida en catorce regiones, diez de ellas se encontraban dentro de las murallas. La primera Catedral de Santa Sofía, construida por Constantino II junto al Gran Palacio y consagrada en el año 360, sufrió graves daños en el 532, por lo que Justiniano levantó una nueva catedral.

  Debido a su posición estratégica entre Europa y Asia, Constantinopla controlaba tanto la ruta entre estos dos continentes como el paso del Mar Mediterráneo al Mar Negro, lo que motivó que, durante siglos, fuese la gran urbe europea medieval mientras que la parte occidental del Imperio Romano entraba en una profunda crisis política, económica, comercial y demográfica.
  Después de largos años de conflictos con los turcos, que ya habían conquistado el resto del Imperio Bizantino, Constantinopla cae bajo su dominio en 1453, tras la muerte de Constantino XI, último emperador del imperio, a manos de Mahomet II.

  Durante este periodo la ciudad sufrió una profunda transformación cultural pasando de ser bizantina imperial a otomana, y de cristiano ortodoxa a islámica. Aunque algunas iglesias fueron convertidas en mezquitas, muchas se conservaron y además fueron construidas nuevas mezquitas alrededor de la ciudad para conmemorar los reinados de los sultanes.

  El 29 de octubre de 1923, Mustafa Kemal Atatürk estableció la República y la capital se trasladó a Ankara. En 1930, Estambul adoptó oficialmente el nombre de Istanbul.

MONEDA

  La moneda oficial de Turquía es la lira turca que se divide en kuruş. Existen billetes de 5, 10, 20, 50, 100 y 200 TL, y monedas de 5, 10, 25 y 50 kuruş y de una lira.

  Lo aconsejable nada más aterrizar es cambiar algo de dinero en el propio aeropuerto ya que suelen ofrecer cambios competitivos (las oficinas están abiertas 24 horas). Aun así, probablemente encontraremos las mejores tarifas en las casas de cambio (döviz). Suelen estar abiertas hasta media noche y se encuentran sin problemas por todo el centro.

  Las tarjetas de crédito internacionales más habituales (Visa, MasterCard y American Express) se aceptan en los hoteles, restaurantes y en la mayoría de las tiendas. En muchos lugares se puede pagar en euros pero siempre saldrá mejor hacerlo en moneda local.

COMPRAS

  Estambul ha sido y es una auténtica meca de las compras. En su día fue un importante enclave de la Ruta de la Seda y su tradición comercial siempre ha formado parte de su esencia. Solo tenemos que acercarnos al Gran Bazar o al Bazar de las Especias para comprobarlo: alfombras y kilims, orfebrería, todo tipo de objetos de cerámica y latón, ropa de cuero, joyas, falsificaciones, marquetería (en especial tableros de ajedrez y backgammon), dulces…

  Si decides comprar algo, ten en cuenta que deberemos entrar en el juego del regateo ya que la prisa no tiene cabida cuando se trata de comprar.

GASTRONOMÍA

  La gastronomía turca es muy conocida por su amplia diversidad de platos y su excelente combinación de especias y hierbas, ofreciendo deliciosos platos a los visitantes. Su cocina ha estado influenciada por las muchas culturas que pasaron por Anatolia, lo que a su vez ha influido en la cocina de muchos países de Europa, Asia y África.

  Los platos turcos no solamente tienen una apariencia extremadamente apetitosa, sino también una gran variedad de ingredientes que facilita el cambiar interminablemente la preparación y el sabor de los platos. En toda Turquía y, sobre todo, en Estambul, la bebida por antonomasia es la cerveza turca, aunque también existen vinos blancos y tintos de gran calidad.

  La bebida nacional es el raki, una especie de anís, y también se bebe mucho el ayran, que es yogur disuelto en agua. Debido a la gran riqueza en frutas y verduras de la región, se toman muchos zumos de frutas y mucho té, servido muy caliente y nunca con leche. El café turco, kahve, es también muy bueno, se sirve siempre en pequeñas tazas.

  La comida típica en Estambul comienza, normalmente, con una sopa ligera (corba). Las más frecuentes son las de lentejas (rojas o verdes), de yogur o de trigo. En invierno es también muy común tomar sopa de callos, para paliar las frías temperaturas. Algunas de las deliciosas sopas son Bulama çorbasi (sopa de trigo con yogurt y huevos) ,Tavuk (sopa de pollo), Oz çorbasi,(caldo de carne con trigo y yogurt) y Domates (sopa de tomates). Estambul conserva todavía el sabor de la auténtica agricultura, y se dice que allí, los tomates saben a tomates y los pimientos a pimientos, es por ello, que muchos de sus platos van acompañados de verduras o ensaladas. Las más comunes son Patlican salatasi, que es un puré de berenjenas asadas con yogurt, aceite de oliva, ajo, limón y aceitunas negras, Havuç salatasi es otro puré, hecho esta vez con zanahorias cocidas con yogurt, aceite de oliva y ajo.

  La palabra dolma, que significa en turco "lo que se rellena", da lugar a muchos platos tradicionales en Estambul. Se puede consumir tanto frío (como un entrante) o caliente (como plato principal). Se puede rellenar con carne y, en este caso, se come caliente acompañados de una salsa elaborada con yogurt y ajo. Otra modalidad es hacer el relleno con arroz, en cuyo caso recibe el nombre de "Yaprak sarma" (dolma con aceite de oliva) y son hojas grandes de vid que se cocinan en aceite de oliva, se come frío. Otras recetas con verduras son Muteyna, que consiste en pepinos con yogur, menta y algo de carne, Alanazik, que son berenjenas hechas puré aliñadas con aceite de oliva y ajo, Kabak kizartmasi,  calabacines rebozados con salsa de yogurt y Bakla, guisantes hervidos servidos con yogurt.

  La carne más consumida en Estambul, es la de cordero, a causa de la tradición pastoril que ha habido desde siempre en Turquía, aunque la comida que más se ha extendido internacionalmente es el famoso Döner Kebap. Döner en turco significa algo que gira, y kebap quiere decir carne asada. Normalmente es carne de cordero o ternera, aunque últimamente también se hace con pollo. Se come solo o con arroz de guarnición y lleva una salsa especial de yogur que le da un exquisito sabor. Otros sabrosos platos de carne son los Yogurtly kebap, pinchitos de carne que se sirven con tomate y yogur o el delicioso Kuzu dügün kizartmasi, que es cordero cocinado con canela, cebolla y yogurt. Otra de las cosas que se cocinan mucho en Estambul son los hojaldres. Tenemos por ejemplo el Tepsi böregi, que va relleno de verduras y carne picada.

  Aunque Estambul es más conocida por sus “carnes que giran” o Donner Kebap, los pescados también se encuentran muy presentes entre los platos típicos de la gastronomía turca. Durante nuestra visita no debemos marcharnos sin probar los bocadillos de sardinas que se preparan al lado del puente de Gálata. Los marineros preparan estas exquisiteces directamente sobre los botes, y nos los sirven recién cocinados. Otra zona típica en la que degustar los pescados de la zona es en el barrio marinero de Kumkapi, donde se encuentran muy buenos restaurantes de pescado fresco.
  Como postre, las frutas de Turquía son deliciosas, y en Estambul se encuentran melocotones de Bursa, manzanas de Amasya, peras de Ankara, higos y pasas de Izmir, mandarinas y naranjas de Antalya o los melones dulces y jugosos de Anatolia. Otros postres que se toman mucho en Estambul son Baklava, que es hojaldre con pistachos y almíbar, Tulumba, una especie de churros, Muhallebi, un pudín delicioso, Sütlac, el clásico arroz con leche, Komposto, una compota realizada con las suculentas frutas turcas, Dondurma, son helados, Burma y Revani, pasteles de canela y de sémola respectivamente, Ekmek kadayifi, cuyo equivalente español serían las torrijas y las conocidas mundialmente como Delicias turcas, cuyo nombre es Lokum.

VISITANDO LAS MEZQUITAS

  Si durante nuestro recorrido tenemos planeado visitar alguna de las mezquitas que se encuentran distribuidas por la ciudad, es importante conocer una serie de tradiciones musulmanas para el acceso al interior de estos edificios.

  En primer lugar hemos de saber que hay que descalzarse para entrar a la mezquita, siendo muy tradicional lavarse los pies en las fuentes que se sitúan a la entrada. Las rodillas y hombros deben ir cubiertos, por lo que prescindiremos de pantalones excesivamente cortos, así como camisetas sin mangas.

  En el caso de las mujeres, es importante destacar que ha de ir siempre con la cabeza cubierta (aunque la tolerancia a las mujeres que llevan la cabeza destapada ha aumentado conforme lo ha hecho el turismo), y que tienen un espacio de rezo diferente al del hombre.

  En la entrada de algunas de las mezquitas las más visitadas os dejarán todo lo que necesitéis para entrar, si bien es mejor ir preparados porque no todas cuentan con esta ventaja.

BAÑOS TURCOS EN ESTAMBUL - HAMMAN

  Los baños turcos son la versión otomana de las termas romanas. Son un lugar creado para combinar la limpieza del cuerpo y la relajación, aunque también cumplen una función social y cultural. Durante el siglo XVIII Estambul llegó a tener más de 150 baños, muchos de ellos construidos por el arquitecto Sinán.

  Etimológicamente, la palabra Hammam (nombre en árabe) significa "que expulsa calor". Actualmente y dependiendo del dialecto, Hammam equivale a decir baño.

  Un baño turco tradicional es una variante más húmeda de la sauna y se divide en varias partes: Atrio, Frío, Templada y Caldarium. El interior de los baños está decorado con mármol por ser un material que conserva muy bien el calor. En la mayor parte de los baños de Estambul, la entrada incluye lavado exfoliante y distintos masajes. Hay que decir que los masajes turcos son bastante fuertes y pueden recordar al masaje tailandés.

  Como no podía ser de otro modo, en Estambul hay cientos de hamams. La gran mayoría son baños turcos tradicionales, aunque también han ido apareciendo spas con un estilo más occidental.

CRUCERO POR EL BÓSFORO

  El Bósforo es un estrecho que conecta el Mar Negro con el Mar de Mármara separando Estambul en dos partes: la europea y la asiática. La longitud total del estrecho es de 30 kilómetros y la garganta, tal como lo denominan los turcos, tiene un ancho mínimo de 700 metros, lugar que hoy es fácilmente identificable por el enorme puente colgante Faith Sultan Mehmet (con más de 1.500 metros de longitud y una altura máxima de 64 metros sobre el nivel del mar) y la imponente figura del Castillo de Rumeli, una fortaleza que data del asedio que puso Constantinopla en manos turcas en 1453.

  El Bósforo, hoy, es una avenida más de la ciudad. Una arteria de comunicación que a diario cruzan más de dos millones de personas a través del propio puente o por los coquetos transbordadores que unen los distintos barrios de la metrópolis turca. Pero también es un atractivo más para los que planean hacer un viaje a Estambul. Según avanzamos hacia el Mar Negro, los 30 kilómetros del estrecho se convierten en un verdadero espectáculo en el que se combinan fastuosos palacios (Yalis) construidos por la elite otomana durante los siglos XVIII y XIX, jardines exuberantes y pueblecitos encantadores donde se puede comer el mejor pescado a precios mucho más baratos que en la ciudad.
  Durante el recorrido disfrutaremos de la animada vida de Estambul y comprobaremos como el ambiente de la ciudad no se reduce sólo al centro histórico. Existen distintos tipos de cruceros, en función del tiempo y distancia que deseamos invertir. Incluso los hay que nos permiten movernos entre las distintas localidades a nuestro antojo, sin límite horario para visitar cada uno de los lugares.

  Durante la travesía, se puede disfrutar de interesantes vistas de hitos de la importancia de los Palacios de Dolmabahçe, Cyragan o Bylerbeyi, el Castillo de Rumeli Hisari, los espectaculares Yalis, (mansiones de madera de la época otomana a orillas del Bósforo) o los dos enormes puentes que cruzan el estrecho. Incluso en alguna de ellas nos darán un paseo junto a la torre Leandro, pudiendo admirar desde aquí las espectaculares  vistas del Serrallo, con el Palacio Topkapi cono referente de esta ciudad tan moderna, y a la vez tan histórica.

DESCUBRIENDO ESTAMBUL:

  No podemos conocer Estambul, sin antes conocer el punto de referencia de esta ciudad, el cuerno de oro, un estuario prehistórico inundado con 7,5 kilómetros de largo y 750 metros de ancho que desemboca en el Bósforo y divide en dos la parte europea de Estambul. Está considerado como uno de los mejores puertos naturales del mundo que ha servido de protección a todos los pueblos que vivieron en la actual Estambul durante siglos; griegos, romanos bizantinos y otomanos.

  Según la leyenda su nombre se debe a la cantidad de objetos de valor que los bizantinos sumergieron en sus aguas durante la conquista otomana. Hoy en día, sus costas están repletas de hermosos tesoros que durante siglos se han ido levantando a lo largo de esta orilla. Ya quisieran muchas ciudades del mundo, presumir en toda su superficie, de las maravillas que se pueden visitar junto al cuerno de oro: El complejo palaciego de Topkapi, Santa Sofía, Mezquita azul, Mezquita Imperial de Solimán, Mercado Egipcio de las esencias, o el puente y Torre Gálata, son algunos de estos ejemplos.

  De los tres puentes que existen en el cuerno de oro el más frecuentado es el de Gálata, ya que desde ahí se contemplan unas hermosísimas vistas del casco antiguo de la ciudad. Desde aquí se pueden tomar los barcos para disfrutar de las bellezas del Bósforo y los dos mares que une.


Palacio Topkapi

  En el extremo este del cuerno de oro se encuentra la zona conocida popularmente como El Serrallo. Esta corrupción latina proviene del turco Saray, que se traduce literalmente como residencia del señor, o palacio, puesto que aquí se ubica el palacio de Topkapi, una de las visitas esenciales de Estambul.

  Este inmenso complejo palaciego fue la residencia de los sultanes otomanos y sede de las principales instituciones del gobierno hasta el siglo XIX. Después de la conquista de la ciudad por parte de los turcos, el nuevo sultán ocupó los palacios bizantinos (zona de la actual Mezquita Azul), pero pronto optaron por utilizar la antigua acrópolis de los bizantinos para levantar el ‘Palacio Nuevo’. Siglos después, Ahmet III amplió las instalaciones y adornó la puerta de acceso con dos cañones. Desde entonces, el palacio recibió el sobrenombre de ‘La puerta del cañón’ o Topkapi.

  El Palacio Topkapi es el mejor reflejo de la época imperial en Estambul y simboliza el poder que alcanzó Constantinopla como sede del Imperio Otomano. La construcción del Palacio Topkapi comenzó poco tiempo después de que Mehmed II tomara Constantinopla. El palacio inicial fue inaugurado en 1465, y durante las décadas siguientes fue ampliado por los diferentes gobernantes. Residencia oficial de los emperadores del Imperio Otomano, en 1856 el Sultán Abdulmecid decidió trasladar su residencia al Palacio Dolmabahce en la costa del Bosforo.
  El acceso al complejo de Topkapi se realiza desde la trasera de la Basílica de Santa Sofía. Junto a la Puerta de Augusto se alza la preciosa Fuente de Ahmet III. Esta puerta monumental del siglo XV da paso al llamado Patio de los Jenízaros, lugar donde se ejecutaban las sentencias a muerte de los grandes personajes del imperio. En este enorme espacio se encuentra una de las escasas huellas bizantinas de la Punta del Serrallo. La Iglesia de Santa Irene, que se construyó al mismo tiempo que Santa Sofía. Tras la conquista se convirtió en un arsenal a servicio del cuerpo de Jenízaros y hoy es un centro cultural.

Patio del Diván
  El acceso al segundo patio se realiza a través de la llamada ‘Puerta del Medio’ (Ortakapi), que se construyó bajo el reinado de Solimán el Magnífico en 1524 y servía de residencia al cuerpo de guardia del sultán y a los verdugos que, curiosamente, también trabajaban como jardineros. Desde aquí se accede al llamado Patio del Diván, donde se localiza la mayoría de las dependencias públicas del área palaciega. Los edificios más importantes de esta zona son el Diván y las cocinas. El Diván (Kubbealti) es un pequeño complejo de edificios que albergaba las deliberaciones del consejo de ministros del sultán. Las sala del Consejo y el Archivo, conectados por un magnífico arco, ocupan el extremo izquierdo. Destacan las magníficas cúpulas, las verjas doradas y la decoración con azulejos de Iznik. En la sala del consejo hay que detenerse en el propio diván, el banco corrido en el que se sentaban los visires, y la celosía desde la que los sultanes podían escuchar los debates sin ser vistos. La tercera estancia era el gabinete del Visir que hoy alberga una interesante colección de relojes de los siglos XVIII y XIX. Junto a estas salas se encuentra la Sala del Tesoro en la que se puede ver una interesante colección de armaduras y armas de la época otomana. Este conjunto de edificios está coronado con la Torre del Diván, la construcción más alta de todo el complejo.

  En el extremo derecho del Patio (muro este) de los Jenízaros se encuentran las antiguas cocinas y las viviendas de los trabajadores del palacio. Este enorme edificio consta de una docena de salas coronadas de cúpulas y chimeneas diseñadas por el arquitecto Sinán, que tuvo que remodelar el área de servicio tras un incendio. Las antiguas despensas y obradores acogen hoy una de las más importantes colecciones de porcelana china del mundo.

  El tercer patio era de uso exclusivo del sultán y de los más altos dignatarios del estado y embajadores que llegaban a Estambul desde los más diversos puntos del mundo. Al tercer patio se entra a través de la Puerta de la Felicidad que estaba guardado por los llamados ‘Eunucos Blancos”, la guardia personal del soberano otomano. Acto seguido el viajero se encuentra con el Salón de Audiencias, lugar en el que el sultán recibía a los embajadores acreditados. Del interior hay que destacar su recubrimiento de madera y el trono. En cuanto al exterior, hay que destacar la elegante columnata que soporta el voladizo y los hermosos azulejos de Iznik que, por doquier, decoran la mayoría de las paredes del recinto palaciego. Junto a la sala de audiencias se encuentra la Biblioteca de Ahmet III, una de las joyas más hermosas de palacio. El edificio, de mármol blanco, se construyó a principios del siglo XVIII para acoger una colección de más de 6.000 volúmenes.

  En el extremo derecho (este) se encuentran la Escuela de Pajes, donde los niños cristianos arrancados a la fuerza de sus familias se preparaban para servir en palacio, que hoy guarda una bellísima colección de vestidos de la época otomana. Junto a este edificio se encuentra el Tesoro, con una muestra de las impresionantes riquezas acumuladas por los gobiernos turcos. Destacan algunos de los objetos más valiosos del mundo, como el diamante del cucharero (un diamante de 88 quilates que perteneció a Letizia Ramolino, madre de Napoleón) o la daga de topkapi (el arma más cara del mundo, construido en oro con esmeraldas incrustadas).

  Las construcciones más interesantes del cuarto patio se concentran en el extremo oeste. Los sultanes utilizaron este balcón privilegiado sobre la desembocadura del Cuerno de Oro para crear varios pabellones de recreo como el Kiosco de Bagdad, o la piscina que el sultán ‘Ibrahim el loco’ mandó construir para sus juegos eróticos y borracheras y la Sala de la Circuncisión, erigida en tiempos del propio Ibrahim (1642) para celebrar la circuncisión de su hijo primogénito. Hacia la izquierda se encuentran otros pabellones de arquitectura ‘europea’ construidos durante los últimos años de uso palaciego de Topkapi.
Harén del palacio Topkapi
  Merece la pena volver a pagar para visitar el Harén del Palacio de Topkapi. Esta extensa área del recinto, que ocupa gran parte del ala este del edificio, era la residencia privada del sultán, su familia y las más de 400 mujeres que formaban su cortejo de concubinas, amantes y favoritas fielmente protegidas por los míticos eunucos.

  El acceso, desde el Patio de los Jenízaros, está custodiado por las celdas donde residía el cuerpo de eunucos negros. A partir de aquí se suceden las estancias, pasillos, hamanes (baños), patios y grandes estancias en las que el sultán hacía su vida privada. Hay que destacar habitaciones como ‘ La Cámara Imperial’, con su enorme cúpula, ‘ Las Habitaciones de los Príncipes’, con los mejores azulejos de Iznik de palacio, el comedor de Ahmed III, que recibe el apetitoso nombre de ‘ Sala de las Frutas’ o el enorme ‘ Patio de las Favoritas’.

Museo Arqueológico

  Muy cerca del Palacio de Topkapi se encuentra el Museo Arqueológico de Estambul. Este centro es una fiel muestra de la enorme riqueza histórica de la propia ciudad y de los territorios que formaron parte del Imperio Otomano. Aunque la recolección de tesoros se inició con la propia construcción del imperio, la inclusión de los ilustrados otomanos en los círculos científicos del XIX provocó la creación de un activo cuerpo de arqueólogos que trajo hasta la ciudad tesoros como las tumbas de Sidón o la impresionante colección de piezas troyanas.

  En un principio, este museo se componía de una pequeña colección de antigüedades, sin embargo, poco a poco, los esfuerzos públicos y privados fueron consiguiendo ampliar la colección hasta constituirla en una de las más importantes a nivel arqueológico de todo el viejo continente. De hecho, en la actualidad es uno de los cinco mejores museos arqueológicos a nivel internacional, dato que demuestra la gran importancia de esta institución.
  El museo costa de dos partes; el primer edificio alberga las colecciones del Antiguo Oriente con piezas mesopotámicas, egipcias, árabes palestinas y de la propia Península Anatólica. Destacan, por ejemplo, los relieves de la avenida de entrada de Babilonia (s. VI AC); la lápida de Kadesh (s. XIII AC), que celebra el tratado de amistad entre los hititas y los egipcios; el obelisco asirio de Adad Nirari (s. VIII AC) o una colección de cerámica de los siglos XII al XVIII.

Tumba de Alejandro Magno
  El Museo de Antigüedades completa el paseo por la historia clásica. En este espacio se agolpan impresionantes colecciones de escultura griega y romana y las piezas maestras de la Necrópolis de Sidón, excavada por estudiosos turcos a finales del siglo XIX. En estas salas se acumulan verdaderas obras maestras de la escultura funeraria como el Sarcófago de Alejandro (s. VI AC) decorado con escenas de caza y bélicas en las que puede verse una representación de Alejandro Magno en plena batalla contra los persas o el Sarcófago de Las Plañideras (s. IV AC) con 18 mujeres llorando. En los pisos superiores hay que detenerse en la sala dedicada a Troya y en el espacio que nos descubre la Constantinopla bizantina a través de maquetas, cuidadas reproducciones y una interesante colección de restos que nos hablan de la vida cotidiana de la ciudad antes de la irrupción de los turcos. También hay una sala dedicada al periodo de dominación latina de la ciudad por parte de los cruzados.

Santa Sofía

  La Basílica de Santa Sofía es el icono más reconocible de la ciudad. Ayasofya, como la llaman los turcos, fue construida durante el mandato de Justiniano entre los años 532 y 537 y es una de las obras maestras del arte bizantino. En 1453 tras ser la ciudad tomada por el Imperio Otomano, fue convertida en mezquita, dotando a la iglesia de cuatro minaretes, una escuela teológica y un comedor público. Desde 1935, Atatürk transformó el templo en un museo, utilidad que conserva actualmente.
  La primera impresión que se tiene al plantar los pies frente a la Basílica es la de un edificio pesado. Los arquitectos que construyeron el templo tuvieron que ingeniar un sistema de grandes contrafuertes y muros para soportar el peso de la cúpula. Los minaretes ayudan a solventar esta impresión de masa compacta que desaparece cuando se accede al templo. El interior de Santa Sofía está dominado por la enorme cúpula de 31 metros de diámetro y de 55 metros de altura en su punto máximo. Esta enorme semiesfera, única por sus dimensiones hasta el siglo XV, se une a los paramentos verticales del edificio mediante cuerpos triangulares llamados pechinas (las más antiguas del mundo). El espacio queda dividido por un total de 107 columnas, y se completa con dos pequeñas naves laterales que soportan las galerías superiores. La mayoría de los capiteles, que cuentan con la intrincada decoración de inspiración vegetal bizantina, incluyen en su iconografía las iniciales del emperador Justiniano y su mujer Teodora. A los pies de la nave izquierda se encuentra la llamada Columna de San Gregorio, famosa por curar dolencias tan dispares como la ceguera, la invalidez o la infertilidad. Para ello basta introducir un dedo en un angosto agujero y esperar el milagro.
  La reutilización de la basílica como mezquita ha dejado rastros visibles tales como los preciosos pabellones de mármol utilizados por los lectores del Corán o las enormes cisternas de alabastro que servían para que los fieles pudieran cumplir con la obligación ritual de las abluciones.

  Estas grandes cantimploras blancas fueron donadas por el sultán Murat III en el siglo XVI. Pero la más notable es el mihrab (hueco destinado al Corán orientado hacia La Meca) que se sitúa en el ábside del templo o el precioso minbar desde el que se dirigía la oración de los viernes. Esta zona del interior también cuenta con un soberbio mosaico que representa a la Virgen María con el niño.

  Más allá de las impresionantes vistas sobre la enorme nave central y la cúpula, uno de los grandes alicientes de subir las duras rampas de Aya Sofía hasta la segunda planta es poder ver de cerca alguno de los mejores mosaicos que existen en el mundo, el más destacado de ellos nos muestra al emperador Constantino y a la emperatriz Zoe adorando a Cristo.

  Varios sultanes escogieron los jardines de la basílica (convertida ya en mezquita) para erigir sus fastuosos mausoleos familiares. La entrada al camposanto real se hace desde la calle que da acceso al palacio de Topkapi y es gratuita. Alguno de los santuarios, que son un resumen perfecto de la evolución de la arquitectura otomano son obra del genial Sinán, autor de alguna de las obras maestras que se desparraman por las calles de Estambul. Hay que destacar los ‘türbe’ (mausoleos) de Mehmet III, Selim II y Murat III. Una curiosidad de este espacio fue la reutilización del antiguo Baptisterio cristiano (aún más antiguo que la propia Santa Sofía) como mausoleo de dos sultanes peculiares; Mustafa I y el llamado Ibrahim el loco, famoso por sus borracheras y orgías.

Cisterna de Yerebatán

  Junto al Parque de Sultanahmet, justo en frente a Santa Sofía y junto a la impresionante Mezquita Azul, encontramos un depósito subterráneo de agua de más de 9.800 metros cuadrados formado por una espectacular columnata de 336 piezas de 9 metros de altura traídas de antiguos templos paganos de los alrededores de la ciudad.

  La cisterna de Yerebatan (Yerebatan Sarnıcı, su nombre en turco), de 143x65 metros, fue construida por el emperador Justiniano I en época Bizantina (año 532) para abastecer a la ciudad en caso de asedio. Su espectacularidad le ha hecho ganarse el nombre de “Palacio Sumergido”.
  El emplazamiento fue el subterráneo de una basílica de la que hoy no queda nada. Para llenar la cisterna se recurría a los acueductos de Valente (aún existente) y de Adriano. Estos acueductos recibían el agua de los Bosques de Belgrado, a unos 20 kilómetros de Constantinopla.

  El paseo turístico se hace por unas pasarelas que van por encima del agua, y que fueron colocadas a finales del siglo XX, pues anteriormente este paseo se hacía en barca.

  Entre las 336 columnas de la basílica hay dos que tienen como base una cabeza de Medusa, el ser mitológico que convertía en piedra a quien mirara. Hay diversas teorías sobre que significan esas grandes cabezas en el interior de la cisterna, aunque la teoría más aceptada es que se pusieron ahí por fines prácticos, para ser usadas como base de las columnas.

La Mezquita Azul

  Este enorme edificio es la obra maestra del arquitecto Mehmet Aga (por orden del sultán Ahmed I), quien dirigió personalmente las obras entre 1609 y 1616 en un solar que, anteriormente, ocupaban el Hipódromo y alguna de las dependencias del palacio de los emperadores bizantinos. Mehmet Pasa creó una obra maestra que, a punto estuvo de provocarle un disgusto. En un alarde de autosuficiencia, el arquitecto, proyectó un edificio con seis minaretes, lo que igualaba en torres a la mismísima mezquita de la Kaaba, en La Meca. Los musulmanes más rigoristas montaron en cólera y a punto estuvo de montarse un motín popular por lo que entendían un insulto al templo matriz del Islam. La cosa se solucionó con el compromiso del sultán de sufragar la construcción de un séptimo minarete en La Meca, cuestión que serenó los ánimos.
  El nombre de ‘Mezquita Azul’ (oficialmente se llama en turco Sultanahmed Camii, o Mezquita del Sultán Ahmed) le viene del dominio de este color entre las 21.043 piezas de azulejos cerámicos (procedentes de Iznik) que cubren la mayor parte del interior del edificio. Los juegos de luces y sombras, creados por las más de 250 ventanas, crean una atmósfera mágica que incrementa el enorme valor arquitectónico y artístico del edificio.

  Aunque a simple vista parece tener unas dimensiones similares a Santa Sofía, viendo las medidas reales vemos que es aproximadamente la mitad. La cúpula central tiene 23 metros de diámetro y 43 metros de altura. Uno de los mayores logros de Mehmet Aga fue aligerar la pesadez de esta enorme cúpula que corona la cúspide del edificio. El arquitecto creó una ‘cascada’ de cuatro semi-cúpulas que ayudan a sostener el edificio dando una sensación de ligereza que acentúan los seis minaretes.

  El acceso al interior se hace a través del Patio de las Abluciones, que presenta la típica galería porticada de las mezquitas otomanas. En el interior, la enorme cúpula, sostenida por cuatro pilares de cinco metros de diámetro, es el gran elemento arquitectónico que domina el interior de un edificio que, en su punto más alto, supera los 43 metros. Los expertos aseguran que el arquitecto, que hasta el momento de emprender el proyecto era conocido por su maestría como ebanista y músico, fue discípulo del genial Sinán. La huella del gran constructor otomano se halla por doquier en la propia configuración del templo y su decoración. Las 260 ventanas, originalmente, estaban cerradas con vidrieras venecianas, hoy sustituidas por cerramientos modernos. Seguramente nos sorprenderemos con sus increíbles lámparas que se situaban a muy baja altura a fin de sustituir los cirios apagados (hoy en día la electricidad ha solucionado este problema).

  Nuestra visita no será completa si no vivimos desde dentro una ceremonia religiosa musulmana. Ya que una vez dentro, y en función de los horarios de la mezquita, podremos disfrutar con la homilía, que se realiza en turco, o con la llamada a rezar que es en árabe, como manda la tradición religiosa. A los no musulmanes, les sorprenderán las galerías superiores destinadas para las mujeres y los templetes reservados a los lectores del Corán.

  A espaldas de la gran mezquita se encuentra el Bazar de Arasta Carsisi. A diferencia del Gran bazar, aquí se pueden encontrar trabajos finos de artesanía para bolsillos más desahogados sin los agobios del turismo de masas.

  Muy cerca de la zona del Hipódromo se encuentra la mezquita de La Pequeña Santa Sofía (acceso por Mehmet pasa Sokagi), una antigua iglesia bizantina del siglo VI transformada en mezquita bajo el reinado del sultán Beyazit II. Este edificio, fundado bajo la advocación de los mártires San Sergio y San Baco, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura bizantina de la ciudad. En el interior destacan la curiosa disposición de la cúpula dividida en 16 secciones que alternan superficies planas y cóncavas y la virtuosa decoración vegetal de las columnas, que muestran el gran nivel de los canteros bizantinos. No hay que perder la oportunidad de subir a la galería para ver de cerca la decoración de los capiteles y los textos griegos del friso. En el exterior, destacan el minarete y el cuidado cementerio que rodea la práctica totalidad del edificio.

  Desde la Pequeña Santa Sofía se puede acceder en pocos minutos a las murallas marítimas (Kennedy Caddesi) y al paseo que, bordeando la Punta del Serrallo, permite recorrer el exterior de todo el casco histórico. Si se encaminan los pasos hacia el Este, se llega al barrio marinero de Kumkapi, donde se encuentran muy buenos restaurantes de pescado fresco. Desde el puerto de Kumkapi salen los barcos que comunican Estambul con las Islas de los Príncipes.

El Hipódromo

  En época bizantina el Hipódromo ocupaba el extremo noroeste del complejo palaciego de los emperadores. La primera edificación se debió a Séptimo Severo (203), pero fue Constantino el Grande el que lo amplió dotándolo de más de 40 filas de gradas. En sus mejores tiempos, este espacio deportivo contaba con una longitud de más de 480 metros y una anchura máxima de 120. Podía acoger a más de 100.000 espectadores. En el lugar que ahora ocupa la Mezquita Azul se situaba el palco imperial que, a su vez, comunicaba de manera directa con palacio. En este lugar se llevaron a cabo espectáculos hípicos hasta la toma de la ciudad por parte de los otomanos: quedó destinado a parque de maniobras y desfiles militares.

  Del antiguo Hipódromo bizantino hoy apenas quedan algunos elementos de la antigua espina (muro decorado que dividía la pista de carreras en dos). En el extremo sur se encuentra la Columna de Constantino, un obelisco de factura tosca que contrasta con el magnífico Obelisco de Tutmosis III. Esta pieza de más de 40 metros de altura (el original medía unos 60), fue construido durante el reinado del faraón egipcio (1549-1503 antes de Cristo) y se erigía en la ciudad de Luxor. Se trasladó a Constantinopla por orden de Constantino el Grande (Siglo IV), aunque su posición definitiva en la Espina del Hipódromo se debe a Teodosio El Grande (en el año 390). Este magnífico obelisco, tallado de una sola pieza, se erigió para conmemorar los éxitos militares de Tutmosis III.

  Entre ambos monumentos se encuentra la Columna Serpentina, que en su origen decoraba el mismísimo templo de Apolo en la ciudad de Delfos en conmemoración de la victoria de las tropas atenienses sobre los persas en Platea. En su origen, la columna estaba coronada por tres cabezas de serpiente que sostenían un jarrón de oro. Hoy, una de estas cabezas se encuentra en el Museo Arqueológico.

  El último hito del Hipódromo es la Fuente Alemana, un templete de estilo otomano regalado por el gobierno del Kaiser Guillermo a finales del siglo XIX (1895) al sultán Abdul Hamid II.

El Gran Bazar

  Nuestra visita a la ciudad de Estambul no estará completa hasta que visitemos El Gran Bazar, el mercado más grande y característico de la ciudad, y también uno de los más antiguos del mundo. Se calcula que cerca de medio millón de personas acuden diariamente a este inmenso espacio de comercio.

  Una de las primeras decisiones de Mehmet el Conquistador tras tomar la ciudad fue dotar a la capital de un mercado cubierto que abrió sus puertas en 1461, apenas ocho años después de la entrada de los turcos a la ciudad.

  En la actualidad, el Gran Bazar cuenta con más de 1.700 comercios, aunque a mediados del siglo XIX se abrían cada día unas 4.000 tiendas. Las originales callejuelas techadas se sustituyeron pronto por pasillos abovedados en los que los arcos y las columnas acentúan el carácter oriental de un mercado en el que, originalmente, las tiendas se organizaban por gremios, un extremo que hoy solo respetan los joyeros, los vendedores de alfombras y los de artículos de cuero. De resto un caos donde se alternan las tiendas de artículos de calidad con los puestos de baratijas para los turistas. Las calles que flanquean el mercado viejo, al norte y al sur, se concentran los comercios destinados a la venta de alfombras.

  Entre los datos más curiosos de este mercado cabe destacar que el nombre de las calles viene determinado por el artículo que se vende en las tiendas de esa calle.

  El mercado viejo (Iç Besten) es el corazón del Gran Bazar y, sin duda alguna, el lugar más auténtico del laberinto de callejuelas techadas. En esta zona se concentran los vendedores de antigüedades aunque también pueden encontrarse algunas tiendas turísticas y de alfombras. El otro conjunto de galerías históricas forma el llamado Mercado de los Brocados (Sandal Besten), formado por un total de 20 cúpulas que, en la época imperial, se dedicaba a la seda y los tejidos preciosos. Otra zona paradigmática del Gran bazar son las Kalpakçilar Caddesi y la Kuyumcular Caddesi, donde se encuentra la mayoría de los vendedores de objetos de oro.

  Los interesados en comprar artículos de cuero deben buscar en el extremo suroeste del laberinto (en torno a las calles Sipahi y Fesiler). Muy cerca de esta zona, ya a cielo abierto, se encuentra el coqueto zoco de los libreros (data del siglo XVIII) donde se pueden encontrar libros y curiosas reproducciones de miniaturas a muy buen precio.

  El gran bazar pasó momentos difíciles ya que fue asolado en diversas ocasiones por incendios e inundaciones, las cuales ha ido superando a la vez que el propio mercado crecía. Además de los oficios de comprar y vender productos de artesanía, alfombras, ropa o alfarería, también es un espacio ideal para comer los platos más tradicionales de la gastronomía local.

  A escasos metros del Gran Bazar nos encontramos con la Plaza Beyazit, un lugar repleto de cafés y terrazas donde se puede comer por un precio más que razonable. En esta plaza, donde se suelen celebrar conciertos los meses de verano, se encuentra la bonita Beyazit Camii. Alrededor de esta plaza se encuentran otros edificios notables como la Universidad de Estambul (tras la monumental puerta de estilo árabe) y el Museo de la Caligrafía Turca, que ocupa el espacio de la antigua madrassa de la mezquita y que muestra una interesante muestra del arte caligráfico turco así como piezas relacionadas con esta actividad.

Mezquita Imperial de Solimán

  A espaldas de la Universidad de Estambul se encuentra uno de los complejos religiosos más impresionante de la ciudad, La Mezquita de Solimán (Suleymaniye para los turcos).

  Para levantar este complejo de edificios, el arquitecto Sinán invirtió siete años de trabajo (1550 – 1557) utilizando para ello el solar de un antiguo palacio bizantino, creando uno de los edificios imperiales más fastuosos en honor de Solimán el Magnífico.

  Su situación, en la cima de una de las colinas de la ciudad, hace que el edificio y sus cuatro minaretes se asomen de manera altiva al Cuerno de Oro y sea una de las referencias visuales más importantes de esta parte de la capital desde el vecino barrio de Gálata.

  El patio de la mezquita de Solimán alberga, entre otros, las tumbas de Solimán y su mujer Roxelana, que también tienen la firma de Sinán y cuentan con ricas decoraciones de azulejos de Iznik. La propia mezquita es un fiel reflejo de la valía política del personaje al que está dedicada. Un lujo que se pone de manifiesto en el patio del templo, con galerías soportadas por columnas rescatadas de las ruinas de los palacios bizantinos que se alzaban junto al Hipódromo, y puertas de entrada a la gran sala de oraciones decoradas con ébano, marfil y madreperla.
  El interior sigue los esquemas propios de las edificaciones del mejor Sinán, con una gran cúpula de 53 metros de altura que se enmarca en un cuadrado, lo que simboliza la unión del cielo y la tierra. Las ventanas inundan el interior de luz, que realzan la belleza de los azulejos de Iznik que recubren el interior.

  Muy cerca de la mezquita, en la Mimar Sinan Caddesi, se encuentra una pequeña y modesta tumba que alberga los restos mortales del arquitecto.

Vista de la Mezquita Solimán, Bazar Egipcio y Cuerno de Oro
El Bazar de las Especias - Bazar Egipcio

  Bajando en dirección al cuerno de oro, nos encontramos uno de los lugares con más encanto de Estambul, el bazar de las especias, también conocido como "Bazar Egipcio" puesto que en sus orígenes la mayor parte de los productos provenían de la zona de Egipto.

  Muchos de los visitantes sólo conocen El Gran Bazar, que con su mayor tamaño y renombre internacional se lleva la mayor parte del turismo. Sin embargo, el Bazar de las Especias es igual de aconsejable por ser una excursión espectacular para el visitante.

  El bazar de las especias es uno de los espacios comerciales más antiguos de todo Estambul ya que su construcción comenzó en los albores del siglo XVII con la finalidad de vender en la ciudad especias de toda Asia y África. Fue un famoso mercado a nivel internacional pues en el se podían adquirir a buen precio todo tipo de hierbas medicinales, hierbas aromáticas y especias para la cocina. De hecho, se trasladaban miles de comerciantes de todas partes de Asia y Europa a adquirir las materias primas que después revenderían en diversas plazas comerciales. Pero además de especias, el Bazar, también acoge otra serie de puestos en los cuales podremos adquirir tanto bordados, como cerámica, alfarería tradicional, lámparas, alfombras y todo tipo de utensilios decorativos.

  Como todo buen bazar, también dispone de una zona para comer, y aquí es en donde los sabores y olores más típicos de la ciudad se hacen con la atmósfera de la calle en una experiencia realmente incomparable. 

Puente y Torre Gálata

  El Puente Gálata (Galata Köprüsü) es un puente basculante de 490 metros de longitud que se encuentra ubicado en el estuario conocido como el Cuerno de Oro, uniendo el viejo Estambul con la zona más moderna.

  El primer puente sobre la desembocadura del Cuerno de Oro fue construido en 1845. Varios años después, en 1863, la llegada de Napoleón III provocó que fuera sustituido por un puente de madera. Después de este se construyeron dos puentes más en 1875 y 1912, y en 1992 fue creado el puente que se puede ver en la actualidad. En el nivel inferior del Puente Gálata existen varios restaurantes y cafeterías en los que además de degustar los pescados más frescos y otros platos típicos turcos, resulta agradable contemplar el ir y venir de los transbordadores mientras los pacientes pescadores venden su captura a los restaurantes.

  Muy cerca, la Torre Gálata (Galata Kulesi) es una de las torres más antiguas del mundo. Construida en madera en el año 528 para servir como faro, en 1348 fue reconstruida por los genoveses con el nombre de Torre de Cristo. La torre nos habla de un tiempo en el que los comerciantes genoveses y venecianos se establecieron en la orilla este del Cuerno de Oro y abrieron sus almacenes y oficinas para controlar los productos que circulaban por la Ruta de la SedaPor sus propias características, la Torre de Gálata ha sido el lugar más indicado para controlar toda la zona en la que el Bósforo se une con el Mar de Mármara, no sólo durante la época genovesa, sino también durante la época del Imperio Otomano.
  La Torre tiene unas impresionantes nueve plantas de altura, hecho que le valió ser el edificio más alto de la ciudad durante varios siglos. Durante su construcción se utilizaron técnicas arquitectónicas pioneras en la época, fruto de este hecho, esta torre ha aguantado sin problemas una gran cantidad de terremotos. El interior de la torre no tiene mucho interés, pero la terraza superior ofrece una de las mejores vistas de la ciudad. También se ha abierto una cafetería que permite tomar un refresco.

  En torno a la Torre de Gálata se extiende una red de callejuelas de trazado irregular en las que abundan los cafés, las tiendas de artesanía, restaurantes de todo tipo y condición y galerías de arte donde se puede conocer el trabajo de los artistas noveles turcos. Para los amantes de la música queda la Galip Dede Caddesi, repleta de tiendas de instrumentos musicales. En la misma calle, pero bajando hacia el Puente de Gálata, se encuentra la Eskenazi Sinagogu, uno de los numerosos templos hebreos de la ciudad. La otra gran sinagoga de Beyoglú se encuentra en la cercana Buyuk Hende Caddesi. La Neve Shalom Sinagogu es la más importante de Estambul y escenario de las grandes celebraciones de la numerosa comunidad judía estambulí.

Plaza Taksim

  Considerada el corazón de la moderna Estambul, la Plaza Taksim (Taksim Meydani) está situada en la parte europea de la ciudad, en un importante distrito comercial, turístico y de ocio conocido por sus restaurantes, tiendas y hoteles.

  Debido a la gran relevancia de la plaza en la ciudad, es el lugar favorito para la celebración de eventos públicos y celebraciones sociales, aunque también es conocida como punto de partida de diferentes manifestaciones políticas que en numerosas ocasiones terminaron de forma violenta.

  El nombre de la plaza, Taksim, significa "distribución" en turco, y le fue dado debido a que era el lugar en el que se centralizaba la distribución de agua de la ciudad desde 1732. Hasta principios del siglo XX el lugar componía el extremo norte de la ciudad pero con la ampliación de ésta se convirtió en el corazón del nuevo Estambul.

  De esta plaza surge una de las principales arterias comerciales de la ciudad, Istiklal Caddesi (Avenida de la Independencia), una agradable calle peatonal que se puede recorrer utilizando el tranvía nostálgico, que llega hasta la estación del Funicular de Tünel.

  Más allá de la Plaza de Taksim se extiende el barrio de Besitkas, una de las zonas pujantes de la ciudad donde se encuentran las boutiques más exclusivas, las tiendas de las grandes marcas y los mejores hoteles, clubes y restaurantes de la ciudad. La apariencia de esta zona de Estambul es totalmente europea y para el viajero hay pocos atractivos lejos de la costa del Bósforo.

Palacio Dolmabahçe

  La mayoría de los viajeros llegan hasta el barrio de Besitkas atraidos por el fastuoso Palacio de Dolmabahçe, a orillas del Bósforo.

  Construido entre los años 1843 y 1856 por orden del Sultán Abdül Mecit I, en su construcción intervinieron cuatro arquitectos del Departamento Real de Arquitectura del Imperio Otomano.

  Con una fachada de más de 600 metros y una superficie de 15.000 metros cuadrados, el Palacio Dolmabahçe es el edificio más grande del país. Su estilo es una combinación de los estilos occidentales barroco, rococó y neoclásico mezclados con el estilo tradicional otomano.

  Construido con mármol blanco, en su interior posee 285 habitaciones, 43 salas, 68 lavabos y 6 baños turcos. La visita a este palacio tiene cuatro partes: Selamlik, Harén, Museo del Reloj y Pabellón de Cristal.

  Selamlik alberga las dependencias administrativas y los salones oficiales, siendo la parte más llamativa de todo el palacio, y  destacando el enorme salón del trono, que cuenta con una espectacular lámpara de araña regalada por la reina Victoria de Inglaterra que pesa más de cuatro toneladas. La escalera de acceso a esta parte del edificio se construyó utilizando lujoso cristal de Baccarat.

  El Harén comprende las dependencias privadas del Sultán y su familia. Esta parte del palacio es menos interesante que la anterior y la visita dura menos tiempo.

  En el recinto del área palaciega se encuentra el Museo de Bellas Artes de Estambul. Todos los relojes del palacio están parados a las 9.05 horas en recuerdo de Mustafá Kemal (Ataturk), que residió en el palacio entre 1927 y el 10 de noviembre de 1938, fecha en la que murió, precisamente, a las 9 y cinco de la mañana.

  Al sur del área palaciega se encuentra la mezquita Domalbahçe Camii, que en el siglo XIX formaba parte de la residencia del sultán. El edificio también es obra de Nikogos Balyan y se proyectó siguiendo el mismo estilo ecléptico del resto del conjunto, una mezcla de barroco y neoclásico que recibe el nombre de Renacimiento Otomano. De esta modesta mezquita hay que destacar su decoración realizada con pinturas murales que imitan diferentes elementos arquitectónicos (trampantojo).

Ortaköi

  Ortaköi es uno de los barrios más carismáticos de Estambul. Situado en el extremo oriental de la orilla europea de la ciudad es una de las puertas de entrada al Alto Bósforo y también tiene fama de ser uno de los reductos de la intelectualidad bohemia estambulí. A espaldas de la Iskele Meydani (Plaza de Meydani), rematada por la magnífica y barroca Mezquita de Büyuk Mecidiye, se extiende un pequeño barrio de calles estrechas y empedradas formado por manzanas de casas de, generalmente, dos o tres plantas pintadas de alegres colores. Este lugar rebosa de vida y cuenta con una buena nómina de cafés y restaurantes. Cualquier día es bueno pasa acercarse a Ortaköi, pero cada domingo se celebra un concurrido mercadillo callejero en el que abundan los puestos de libros de segunda mano, las joyas y las más variopintas antigüedades.

  El barrio de Ortaköi se encuentra con el estrecho del Bósforo en la coqueta Plaza de Meydani (Iskele Meydani). Las parejas y los pescadores se mezclan en un espacio marcado por la presencia de la Mezquita de Büyük Mecidiye a los pies del puente del Bósforo (Bogaziçi Kuprusu). Construida en 1856 por orden del sultán Abdul Mejid I y proyectada por el arquitecto Nikogos Balyan es uno de los mejores ejemplos de ‘Neobarroco’ de Europa utilizado, en este caso, para construir una mezquita islámica. Los sultanes que habitaban en el Palacio de Beylerbeyi, en la otra orilla del Bósforo, venían a rezar a esta mezquita en góndola.

La orilla asiática

  La antigua población de Üsküdar es hoy una parte más de la ciudad de Estambul. Una amalgama de realidades que incluyen los barrios más tradicionales como el propio Üsküdar y Kadikoy o los exclusivos Fenerbahçe, Caddebostan y Bostanci, dónde se alternan las grandes avenidas, los edificios de primera gama, las boutiques de las primeras marcas y los locales de moda. La mejor manera de acceder a esta parte de la ciudad es a través de los ferries de los muelles de Eminonu y Kabatas.

  Volviendo a la costa hay que detenerse en otro de esos símbolos inequívocos de Estambul. Un paseo por la avenida Harem Üsküdar Sahil Yolu (junto a la orilla del Bósforo), permite acercarse a la Kiz Kulesi (torre pequeña), un pequeño baluarte construido en el siglo XVIII a escasa distancia de la costa sobre los cimientos de una torre anterior de época bizantina (siglo XII). Esta curiosa construcción erigida en una pequeña isla artificial recibe el nombre popular de ‘Torre de Leandro’ y hoy alberga un restaurante café al que se accede en barca. Esta pequeña edificación es origen de varias leyendas. La primera, que hace referencia a su nombre, sitúa aquí el lugar donde Leandro cruzaba cada noche el estrecho del Bósforo para ver a su amada Hero.

  Otra de las historias tiene como protagonista a la hija de un sultán, a la que una profecía había advertido de que moriría por la mordedura de una serpiente. Su padre la recluyó en la torre para evitar este extremo, pero una serpiente llegó a la isla en una cesta de fruta y cumplió el destino de la desafortunada joven.

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