
Lisboa
es una capital que engancha, gracias a su luz, su música, sus tranvías, sus
paseos cerca del río, y su deliciosa oferta gastronómica.
Su
emplazamiento entre colinas y en el estuario del río Tajo, y su
combinación de ciudad tradicional y, a la vez, cosmopolita, confiere un gran
atractivo a la capital portuguesa.
Lisboa,
capital de Portugal, tiene menos de 600 mil habitantes y constituye un
auténtico nido de historia y cultura, donde convive gente de todos los
lugares.
La importante historia de esta ciudad está
marcada por el constante cambio de culturas que ha sufrido. La ciudad de fue
dominada durante el neolítico por pueblos íberos que utilizaban su puerto para
transportar alimentos por vía marítima hacia el condado de Cornualles y la
actual Sicilia. Fue habitada por los celtas, por colonias pre-romanas que
dominaban el Olissipo; por romanos, que dejaron importantes vestigios
repartidos por toda la ciudad; por musulmanes, y sólo entonces fue conquistada
por los portugueses, gracias a su primer rey D. Afonso Henriques, en el año
1147.
Varios hechos, como el gran terremoto de
1755, que permitió la construcción de la Baixa Pombalina; o la época de los
Descubrimientos, con la cual se construyó el Monasterio dos
Jerónimos y la Torre de Belém,
han amoldado la ciudad tal y como es hoy en día. Sin embargo, no todos los grandes monumento
tienen siglos de existencias, ya que esta ciudad siempre ha estado en constante
cambio y ofrece lugares como el Monumento a los
Descubrimientos, con apenas 50 años de antigüedad, y toda la
zona reciente del Parque de las Naciones, construida después de la Expo 98.
Esta ciudad se encuentra muy bien
comunicada, tanto por vía terrestre, como ferroviaria y subterránea, con el
Metro de Lisboa, y cuenta con dos majestuosos puentes que conectan la ciudad
con la otra orilla del río Tejo. Por todas estas vías llegan cerca de 500 mil
automóviles cada día.
Una de las expresiones culturales más
típicas e importantes de la ciudad de Lisboa es el Fado, un canto típico que
aporta una importante influencia en el estilo de vida y la forma de vivir de
los lisboetas. El pequeño barrio de Alfama, ubicado en las laderas de la
ciudad, es considerado como la cuna del Fado, ya que aquí nacieron y se
desarrollaron una gran parte de los grandes artistas con renombre internacional
de esta expresión artística.
Lisboa también cuenta con una amplia oferta
de ocio y entretenimiento para todos los gustos en la que encontrarás desde
zonas de compras, como la amplia y glamurosa Avenida da Liberdade, los Armazéns
do Chiado, o hasta el Barrio Alto, la zona alternativa de la ciudad que, además
de tiendas y talleres de pintura, también alberga una gran cantidad de animados
bares, por los que pasan cientos de personas diariamente.
Aquí el clima es agradable durante todo el
año, pudiendo volverse un poco más fresco durante los meses de invierno, pero
pronto vuelve con las floridas primaveras.
Lisboa es
un destino perfecto para los amantes de las escapadas gastronómicas. Portugal,
en líneas generales, es un país que destaca por su buena mesa, por su cocina
casera y tradicional pero cuya influencia atlántica nos ofrece también unos
platos llenos de contrastes que le han granjeado a la ciudad varias estrellas
Michelin.
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Bolos de Arroz |
Uno de
los ingredientes estrella de la gastronomía portuguesa es, sin lugar a dudas,
el bacalao (bacalhau), para el que presumen contar con una receta diferente
para cada día del año. Las sardinas asadas también son muy típicas de la capital portuguesa, especialmente en junio, durante las fiestas de San Antonio. En verano, el olor de las sardinas a la parrilla nos abrirá el apetito si estamos paseando por Alfama. En verano, el olor de las sardinas a la parrilla nos abrirá el apetito si estamos paseando por Alfama.
Los vinos
y quesos son otra de las especialidades portuguesas, por lo que un tentempié
muy recurrente es el queso azeitão acompañado con una copa de refrescante
vinho verde.
A los más golosos se les hará la boca agua con los famosos pasteles de nata (pasteis de Belém), una deliciosa combinación de hojaldre y crema cuya receta se resisten a revelar desde el lugar donde nacieron, la Antiga Confeitaria de Belém. Otro dulce muy típico de cualquier pastelería portuguesa y que está buenísimo para desayunar son los bolos de arroz, una especie de magdalena hecha con harina de arroz muy esponjosa. Los reconocerás porque siempre llevan una banda blanca con letras azules.
Para
combatir el frío, en invierno son habituales los puestos callejeros de
castañas asadas, repartidos sobre todo por el centro de la ciudad. Un chupito
de ginjinha, licor de cereza muy típico en la capital, también ayudará a
sobrellevar las bajas temperaturas.
LOS BARRIOS DE LISBOA
Lisboa está dividida en varios barrios claramente diferenciados, y para conocer la ciudad es necesario dedicar un poco de tiempo a cada uno de ellos. Los barrios más importantes son: La Alfama, La Baixa, El Chiado, El Barrio Alto y Belém. Cada uno de estos cinco barrios tiene un espíritu único.

El barrio
de La Alfama estaba ya habitado en época visigoda. Los romanos dejaron
testimonio en las ruinas del Teatro Romano (siglo I a.C.) situadas en la rua da
Saudade y en el interior de la catedral. La mayoría de las iglesias
cristianas fueron destruidas en el terremoto de 1755.
En Alfama se mezclan sencillas residencias
de paredes descascaradas, tabernas, pequeños talleres de artesanos, un puñado
de blancas iglesias y casas de fado. Se dice que el fado nació aquí,
tal vez en el barrio de Mouraria, donde se instalaron los moros que
quedaron en la ciudad luego de la conquista, y cuyos melancólicos
cantares dieron origen a este sonido. El Museo del Fado, inaugurado en 1998, está consagrado a la
música lisboeta por excelencia.
Pero no todo es sencillez en Alfama, hay
también imponentes edificios que fueron declarados monumentos nacionales, como
el Monasterio de San Vicente de Fora y la Iglesia de Santa Engracia, con su gran cúpula. La antiquísima Sé, catedral de Lisboa, también forma parte
del patrimonio del barrio.
Durante su
historia la catedral ha sido reformada en varias ocasiones ya que,
aunque ha sobrevivido de manera ejemplar, ha sufrido varias catástrofes
naturales, el principal de ellos el gran terremoto de 1755 que destruyó varias partes de la iglesia.
El
claustro de la Sé de Lisboa tiene un estilo similar al del Monasterio de los
Jerónimos aunque su dimensión es más reducida. En el interior del claustro se
pueden ver restos romanos, árabes y medievales que han sido excavados en
los últimos años.
El
Castillo de San Jorge (Castelo de São Jorge) es uno de los
monumentos más conocidos de Lisboa. Tanto de día como de noche su imagen sobresale
en la cima de la colina de San Jorge, la más alta de Lisboa.
Construido
en el siglo V por los visigodos, fue
agrandado por los árabes en el siglo IX y modificado tras la conquista de Lisboa en 1147, en que el
rey Afonso Henriques decidió convertir la cima de la colina en la residencia de
la Familia Real portuguesa. Siglos después, en 1511 el rey Manuel I decidió
construir un palacio más lujoso en el solar de la actual Praça do Comercio y
destinó el Castelo de São Jorge a las funciones de prisión, teatro y almacén de
armas.
El
terremoto de 1755 deterioró las murallas del castillo hasta su reconstrucción,
en época de Salazar, que reformó el Castillo haciendo zonas ajardinadas.
Dentro
de las murallas, además del castillo, queda una ciudadela que hoy puede ser
visitada (barrio de Santa Cruz). En el
interior del castillo podemos ver las murallas reconstruidas, las almenas y
torres que vigilaban la ciudad y todavía permanecen algunos de los cañones que
custodiaban la ciudad. El paseo típico incluye asomarse al mirador para obtener
una de las mejores vistas de la ciudad y
pasear por sus murallas y almenas. Es famosa su Torre de
Ulises, que cuenta con una cámara oscura donde se proyectan imágenes
históricas de Lisboa.
La Baixa
Históricamente
ahí llegaban los barcos mercantes y ésta era la puerta de Lisboa. Cerca
de la plaza, en la orilla del río, está la estación fluvial Cais de Sodré,
de donde parten las excursiones por el Tajo y los barcos que cruzan el río.
La Plaza del Rossio, oficialmente llamada Plaza Don Pedro IV, posee en el centro una estatua de Pedro IV de Portugal, el Rey Soldado. En su base cuatro figuras femeninas representan las bondades del rey.
La Baixa
La Baixa Pombalina
"parte
baja", es hoy el centro financiero y comercial de la ciudad y zona de
gran animación durante todo el día. Severamente afectada por el terrible terremoto de 1755,
la Baixa debió ser reconstruida totalmente, tarea que emprendió enérgicamente
el Marqués de Pombal. motivo por el cual se conoce normalmente al
barrio como Baixa Pombalina.
Con un estilo clásico y calles geométricas,
abundan las fachadas cubiertas de azulejos tan típicas de Lisboa. Las características calles en cuadrícula
diseñadas por Pombal mantuvieron los antiguos nombres de las actividades que en
ellas se desarrollaban: Rua da Prata (calle de los plateros), Rua
Aurea (de los orfebres), Rua dos Sapateiros...
En este barrio se encuentran las plazas y
calles más emblemáticas. La Plaza
del Comercio (Praça do Comércio) es la plaza más importante de
Lisboa. Fue construida donde estuvo situado el palacio real antes de ser
destruido por el gran terremoto de 1755.
La
fisionomía de la Plaza del Comercio se compone de un conjunto de edificios
porticados en tres de sus lados y está abierta en el lado sur, mirando
al Tajo.
En la
Plaza del Comercio hay dos puntos de especial interés: el Arco Triunfal
da Rua Agusta, diseñado por el arquitecto Santos de Carvalho para
celebrar la reconstrucción de la ciudad después del gran terremoto, y la
estatua ecuestre de José I, esculpida en bronce por Machado de Castro en
1775.
Si cruzamos este Arco Triunfal y subimos por la Rua Augusta, pronto nos toparemos con uno de los principales miradores de Lisboa, el elevador de Santa Justa. Fue
construido por un arquitecto portugués, Raúl Mesnier de Ponsard, discípulo de Eiffel, e inaugurado en 1902. El
elevador era visto como una solución a la empinada subida que conecta la Baixa lisboeta
con la zona de Chiado.
Muy cerca de este lugar, se encuentra la Plaça do Rossio, una plaza
que ya existía en el siglo XIII y que actualmente es la más animada de la
ciudad, lugar de cita de los lisboetas y visitantes. En ambos lados de la plaza y en sus calles aledañas encontraremos las tiendas,
bares y restaurantes más famosos de la ciudad.
La Plaza del Rossio, oficialmente llamada Plaza Don Pedro IV, posee en el centro una estatua de Pedro IV de Portugal, el Rey Soldado. En su base cuatro figuras femeninas representan las bondades del rey.
Entre los edificios importantes de esta plaza destacan la estación ferroviaria del Rossio, y el Teatro Nacional de Doña María II, construido
en 1842 en sustitución de antiguo Palacio Estaus, sede de
la inquisición portuguesa desde mediados del siglo XVI. En su fachada destaca
la figura de Gil Vicente, el padre del teatro en Portugal.
Un poco más adelante comienza
en la Plaza de los Restauradores, llamada así en honor de los que en 1640 se
rebelaron contra la dominación española. En su centro se encuentra un
obelisco para conmemorar este acontecimiento. A través de la Avenida de la
Libertad, preciosa avenida de poco más de un kilómetro de longitud, nos lleva hasta
la Plaza del Marqués de Pombal.
Totalmente
construida en estilo Manuelino, tiene piedra trabajada con motivos sobre los
descubrimientos, acompañados por una cadena de cruces católicas. La Torre posee
esculturas de San Vicente (patrón de Lisboa), una escultura de la patrona de
los viajes, y otra escultura muy particular que representa a unos rinocerontes
que dicen haber inspirado a Durero en su obra el Rinoceronte de Durero.
En una extensión
construida en 1850 está el Museo de Arqueología, el Museo de Marina se
encuentra en el ala oeste.
Al otro lado de este puente se puede visitar el Cristo Rey de Lisboa, que con sus más de 28 metros de
altura, nos recibe en la ciudad con los
brazos abiertos y nos recuerda, inevitablemente, al emblemático Cristo Redentor
de Río de Janeiro.
El Chiado y Barrio Alto
El Chiado
es un barrio elegante y bohemio conocido como el "Montmartre" de Lisboa. Fue
totalmente reconstruido tras el incendio de 1998 y en él destacan las calles do
Carmo, con las ruinas de la iglesia del mismo nombre, y la de Garret.
La Praça Luís de Camoes, uno de los escenarios de la Revolución de los Claveles, y marca el límite de los barrios del Chiado y del Barrio Alto. Desde la plaza de los Restauradores podemos tomar el elevador da gloria, que nos traslada desde el barrio de baixa, hasta el barrio alto
El Barrio
Alto representa la Lisboa alternativa y es probablemente el mejor lugar de
la ciudad para escuchar fados. Por sus calles abundan los graffitis y la ropa
tendida al sol.
Desde el Miradouro
de Sao Pedro de Alcántara podemos disfrutar de espléndidas vistas de La Baixa, el Tajo y la colina del Castillo de San Jorge.
Belém
Belém
Un poco
alejado del centro pero muy bien comunicado, y a orillas del río Tajo, se
encuentra el barrio de Belém, lugar desde el cual partieron los exploradores
portugueses que tanta gloria dieron a Portugal, conquistando gran parte del
mundo.
En Belém
hay varios puntos de interés como son el Monumento a los Descubridores,
el Puente 25 de Abril, o el Museo Nacional de Coches; aunque si de verdad hay
dos joyas imprescindibles en Lisboa, esas son el Monasterio de los
Jerónimos y la Torre de Belém.
La
Torre de Belém fue construida en las entradas del río Tajo bajo las
órdenes de Dom Manuel Afortunado como una fortaleza para proteger la entrada al
Puerto de Lisboa a través del río, y como punto de partida de muchas de las expediciones descubridoras hacia las Indias, Asia, África y América. Construida entre
1515 y 1519, es obra de Francisco de Arruda. En 1983 fue declarada
Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

El Monasterio de los
Jerónimos, incluido en la lista de monumentos declarados Patrimonio de la
Humanidad desde 1983, fue un encargo del Rey Manuel I para celebrar el el regreso
de la India de Vasco de Gama (de hecho fue financiado con los tesoros traídos de las
colonias). La ideó como el lugar donde iba a ser sepultado él y sus
descendientes.
Iniciada
la obra en 1502, no pudo ser finalizada hasta finales del XVI. La
ubicación del monasterio fue elegida por ser donde se encontraba la Ermida
do Restelo, iglesia donde Vasco de Gama y su tripulación pasaron un tiempo
rezando antes de iniciar su viaje. Su exterior es mucho más suntuoso que su interior.
Vasco
de Gama yace enterrado en su interior, ocupando un lugar de honor al lado de
Luís de Camões, el poeta más conocido de Portugal.
La
entrada del Monasterio, denominada Portada del Mediodía es de puro estilo
Manuelino, con reminiscencias del plateresco español.
El
patio central del Claustro, la joya del edificio, ha descubierto sus tesoros
con las recientes restauraciones y podemos ver la historia del José bíblico en
azulejos y las tumbas de héroes nacionales como el navegador Vasco da Gama y el
poeta Luís de Camões.
De
forma cuadrangular y dispuesto en dos plantas, el claustro está
completamente decorado con motivos manuelinos: esferas armilares, cuerdas
marineras, cruces de la Orden de Cristo, imágenes religiosas. Desde 1985 se
encuentra en el ala norte la tumba del famoso poeta Fernando Pessoa.

En
este lugar, justo al lado del monasterio había una refinadora de azúcar que, como
consecuencia de la revolución liberal de 1820 fue cerrada y sus trabajadores
expulsados, al igual que el clero. En un intento de supervivencia alguien,
definitivamente un héroe anónimo, comenzó a vender unos dulces en este lugar,
que pasaron rápidamente a llamarse “Pastéis de Belém”. La receta secreta, perteneciente al
monasterio, fue transmitida a los maestros pasteleros y el lugar fue puesto a
andar desde 1837. Según
cuenta la leyenda, estos pasteles siguen teniendo la misma receta que hace
casi dos siglos. La verdad es que el ingrediente secreto de los Pasteles de Belém es que se sirven siempre calentitos y
crujientes.
Junto a la
Torre de Belém y al Monasterio de los Jerónimos se encuentra el Monumento a los
Descubrimientos, de 52 metros de altura erigido en 1960 para
conmemorar el quinientos aniversario de uno de los grandes descubridores
de Portugal, el infante Henrique el Navegante, descubridor de Madeira,
Las Azores y Cabo Verde.
El
Monumento a los Descubrimientos contiene un grupo escultórico con forma de
punta de carabela sobre el que el Infante abre camino a numerosos
personajes que tuvieron que ver con los grandes descubrimientos de la historia
de Portugal.
Se puede ascender hasta lo
alto de este monumento en ascensor, desde donde podremos contemplar el
monumento de Belém, los barrios del oeste de la ciudad y, lo más importante, un
mosaico de mármol al pie del monumento que representa una rosa de los
vientos en cuyo centro se encuentra un mapamundi. La Rosa de los Vientos
mide 50 metros de diámetro y fue diseñada por Cristino da Silva. Supuso un regalo
de la República de Sudáfrica.
Desde lo alto de este
monumento también podremos admirar el Puente 25 de Abril, que con sus
2.277 metros de longitud, es el puente colgante más largo de Europa.
Cuenta con dos alturas, el piso superior para automóviles y el inferior,
añadido en 1999, para trenes.
Después de
45 meses de obras el Puente 25 de Abril fue abierto al tráfico
el 6 de agosto de 1966 con el nombre de puente Salazar. Al finalizar la
Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974 adquirió su nombre actual.
Por su similitud y por haber sido fabricado por la misma
empresa, a menudo se le compara con el Golden Gate de San Francisco.

El origen de esta construcción
se remonta a 1934, cuando el entonces Cardenal de Lisboa viajó a Río de Janeiro
y quedó tan impactado por el Cristo Redentor que a su vuelta a Portugal comenzó
a recaudar fondos para erigir en Lisboa un monumento similar. No
fue hasta finales de los cincuenta cuando se consiguió concluir la obra, que
simboliza la paz y el agradecimiento a Dios por haber mantenido a Portugal al
margen de los estragos de la Segunda Guerra Mundial.
Sus cuatro pilares representan los puntos cardinales y su
interior alberga la Capilla de Nossa Senhora da Paz. Un ascensor nos
permite subir al mirador para contemplar una estupenda panorámica del puente 25 de Abril
y de Lisboa, con un alcance de hasta 20 km.
Parque de Las Naciones
Parque de Las Naciones
Con motivo de la Exposición Universal de 1998, en la nueva Lisboa se creó este lugar de ocio al
que se accede por la gran estación de Oriente y por el puente Vasco da Gama.
Cuenta con restaurantes, bares, salas de espectáculos, jardines, zonas
peatonales y un gran centro comercial.
Es de destacar la modernísima Estación de Oriente,
del español Santiago Calatrava, cuya cubierta es una estructura arborescente de
vidrio y acero con gran luminosidad. En este complejo se encuentra una estación
de ferrocarril, una de metro y una terminal de autobuses.
En el Parque de las Naciones se encuentra el segundo
acuario más grande de Europa, llamado Oceanário de Lisboa; la Torre
Vasco de Gama, excelente mirador y el Puente Vasco de Gama que, con sus
casi 18 kilómetros de largo, es el más largo de Europa.
El Oceanário de Lisboa es el segundo acuario más grande
de Europa, por detrás del L'Oceanogràfic de
Valencia. En su hábitat coexisten más de 15.000 seres vivos de más de
450 especies diferentes. El edificio en que se encuentra es de los que más
llama la atención del Parque de las Naciones, ya que está "flotando"
en el agua y se accede a él por pasarelas.
El edificio del Oceanário tiene dos plantas y todo
gira alrededor de un gran acuario central. El acuario central es posiblemente lo más
llamativo del Oceanário, ya que en él se encuentran cientos de especies
conviviendo: tiburones, rayas, mantas y peces tropicales son algunos de
sus habitantes.
ALREDEDORES DE LISBOA
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Palacio de Sintra |
El litoral
lisboeta ofrece tantas cosas para ver y para hacer que bien merece una
visita especial. Al oeste, colinas boscosas salpicadas de palacios señoriales
se extienden hasta las acantiladas costas marítimas. Al sur, al otro lado del
Tajo, se puede disfrutar de amplias playas, pintorescos pueblos de pescadores y
reservas naturales protegidas.
Sin duda, el
primer lugar que visitar es la pequeña localidad de Sintra, cuyo centro histórico, la Vila Velha,
guarda tesoros arquitectónicos imperdibles, desde las antiguas casas de origen
medieval al imponente Palacio de Sintra. Apenas alejándonos del centro aparecen
residencias y quintas señoriales con parques muy cuidados; entre ellos se
pueden visitar el enigmático Palacio Regaleira y sus jardines, envueltos ambos en un aire
de magia y esoterismo, y el Palacio de Seteais, que data del siglo XVIII y hoy es un
lujoso hotel.
En las colinas
cercanas, el Palacio da Pena, un castillo de cuentos de hadas hecho
realidad, y las ruinas del Castillo de los Moros con sus magníficas vistas, son dos puntos
de visita obligada.
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Palacio da Pena |
El Palacio da Pena fue residencia de la Familia Real portuguesa en el siglo XIX y constituye un hito del
estilo romántico decimonónico.
Fue
el príncipe Fernando II de Portugal, esposo de la reina María II de Portugal,
quien mandó construir el palacio da Pena en 1836. El príncipe se entusiasmó con
esta zona de Sintra en una excursión en la que observó las ruinas de un
monasterio devastado a raíz del terremoto de 1755, y que estaba dedicado a
Nossa Senhora da Pena dentro de la Orden de San Jerónimo. Se sitúa en lo alto de un risco escarpado de Sintra desde el que se domina todo el valle, dando una vista de 360 grados sobre los terrenos del valle. Está custodiado por un gran jardín de flora inaudita por el que podemos caminar hasta desfallecer.
El
estilo del palacio, obra del arquitecto alemán Von Eschwege , es una amalgama
de neogótico, neoislámico, neorenacentista y detalles neomanuelinos. El boscoso
exterior y el estilo del palacio representan la visión romántica de la
naturaleza y de la arquitectura como eleméntos exóticos de evocación. Cuando
se proclamó la república de Portugal en 1910 el palacio se transformó en un
museo, conservándose tal y como lo dejara la familia real.
Siguiendo el
recorrido por la Serra da Sintra encontramos envuelto en magníficos jardines al
romántico Palacio Monserrate. A modo de contraste luego de ver tanto
palacio y lujo, la visita del Convento de los Capuchos ofrece otro aspecto de la vida en los
opulentos alrededores de Lisboa.
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Palacio de Monserrate |
La Serra da
Sintra cae abruptamente en el Océano Atlántico en el Cabo da Roca, indicando el punto más occidental del
continente europeo. Hacia el sur, siguiendo la costa, se llega a las turísticas
Cascais y Estoril con sus famosas playas.
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Palacio de Queluz |
El
extravagante Palacio de Queluz, en la localidad del mismo nombre, con
sus jardines a la francesa y su estilo barroco a menudo es referenciado como el
"Pequeño Versalles" portugués.
Para completar
el recorrido palaciego en la zona norte, el Palacio de Mafra, un
palacio-monasterio que se levanta como un gigante en la pequeña localidad de
Mafra.
La Outra
Banda, la zona al otro lado del Tajo, no es tan elegante pero son muy
pintorescos los poblados de pescadores, como Sesimbra y Alcochete,
y las playas de la Costa da Caparica son muy populares entre los
lisboetas. Tierra adentro, la frondosa Serra da Arrábida guarda el
poblado de Palmela con su impresionante castillo-posada dominando el valle,
y el Convento de Arrábida, un monasterio franciscano oculto entre la
vegetación.
En Setúbal
se puede visitar la Catedral, con sus bellos azulejos, el Convento de
Jesús, tesoro gótico de la ciudad, y el Castelo de São Felipe,
antigua fortaleza con forma de estrella que hoy alberga una pousada.