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COMARCA DE LANGUEDOC ROSELLLÓN

  Con una población aproximada de 2,5 millones de habitantes, la comarca de Languedoc Rosellón se sitúa en el sureste de Francia, limitando al sur con la frontera de España y al Norte con los Alpes Franceses.
 
  Ofrece al visitante tres sabores distintos. El Bajo Languedoc, más al Norte, tierra de toreo, rugbi y fuertes vinos tintos, donde se hallan las principales regiones de la ciudad: Montpellier, la vibrante capital, Nimes y Carcasona, propia de un cuento de hadas, con sus torreones en forma de sombreros de brujas.

  El Alto Languedoc es un terreno escasamente poblado. Sus colinas de piedra caliza, excelentes para hacer caminatas o ciclismo, están cubiertas de hierbas ralas o envueltas en castaños. Las colinas, plagadas de cuevas, están divididas por profundos barrancos.

  El Rosellón, más al Sur, mira allende la frontera hacia Cataluña, con la que comparte lengua y cultura. A lo largo de su rocosa costa se halla la preciosa Collioure, que atrajo a figuras como Matisse y Picasso, mientras que los Pirineos, cuyas estribaciones están coronadas por austeras y solitarias fortalezas cátaras, se extienden hacia el oeste, culminando en el imponente monte Canigó, símbolo de la identidad catalana.

  Con 220 km. de playas de arena fina, la comarca de Languedoc Rosellón invita a descansar y a darse largos baños en el mar. Aunque para los amantes del turismo de invierno y de la nieve también existen multitud de posibilidades ya que el territorio esquiable de los Pirineos Orientales y del Aude se extiende con alrededor de 200 kilómetros de pistas.

Canal del Mediodía
 Otras actividades de las que podemos disfrutar son el descenso en canoa y kayak por las gargantas del Tarn, o bordear en bicicleta el Canal de Midi (Canal del Mediodía) sobradas excusas para dejarnos caer por estas tierras ricas en ocio, naturaleza y cultura histórica.

  El poder y la religión han dejado sus huellas en la zona: la Cartuja de Villeneuve-lez-Avignon, el Palacio de los reyes de Mallorca de Perpignan, la Ciudadela de Carcasona, o el Palacio de los obispos de Narbona, todos ellos claros ejemplos de la rica historia que en este lugar se conserva.

  La trágica epopeya de los cátaros sigue impregnando la historia del Castillo de Peyrepertuse o el de Puilaurens. El catarismo surge en la edad media, en la zona de Occitania (sur de Francia), como una manera de entender la palabra de Cristo y de practicar la fe católica. Uno de los puntos centrales del propósito de vida cátara era el rechazo total de la violencia, de la mentira, y del juramento. Los cátaros se mostraron a las poblaciones cristianas con unos predicadores itinerantes y pobres individualmente de la Palabra de Dios. El catarismo despertó gran simpatía entre las clases altas educadas de Occitania, que no apoyaban el brazo injusto del Vaticano. El nombre de cátaros del griego "puro" lo recibieron de los católicos, pues ellos mismos se hacían llamar cristianos o buenos hombres.
 
GASTRONOMÍA

  Para los gastrónomos, el Languedoc Rosellón tiende en bandeja mariscos, almejas y mejillones de Bouzigues. A la hora del queso, los más característicos son el pélardon, el azul de causses y la tome. Los pequeños patés de Pézenas, la tielle de Sète, la picholine, el cassoulet de Castelnaudary y las rousquilles catalanas completan este cuadro gastronómico, en el que la Camarga también pone su granito (de sal y de arroz).


  Fitou, el vino de Corbières, muscat de Lunel y el vino de Côtes del Rosellón acompañan perfectamente estos platos. Encontraremos todas estas especialidades en los mercados llenos de colorido del Languedoc que permiten abastecerse de productos de calidad.


VISITA POR LOS LUGARES DE INTERÉS

VILLEFRANCHE DE CONFLENT

  Declarada patrimonio mundial de la UNESCO bajo la denominación de las fortificaciones de Vauban, el pueblo fortificado de Villefranche-de-Conflent está emplazado en la confluencia del río Têt, el Cady y el Rotja, al pie del macizo del Canigó. 
  Fundado a finales del siglo XI por un conde de Cerdaña, para proteger los valles de las invasiones, fue reforzado por Vauban en el siglo XVII, después del tratado de los Pirineos de 1659, para garantizar su defensa y la de Conflent.

  Rodeada de sólidas fortificaciones, la villa medieval de Villefranche-de-Conflent también figura en la lista de los pueblos más bellos de Francia. Los visitantes apasionados por las piedras antiguas podrán descubrir su patrimonio histórico: las murallas perforadas por puertas fortificadas; la pintoresca calle de San Juan, con fachadas de casas inscritas en el inventario de Monumentos Históricos; el puente de San Pedro sobre el Têt; la torre-campanario del Ayuntamiento; la iglesia de Santiago con su bella portada esculpida en mármol rosa del siglo XII... Galerías de arte, tiendas de recuerdos y puestos de artesanía local completan el recorrido para mayor disfrute de los aficionados a las compras.

  En lo alto de Villefranche-de-Conflent se distingue la silueta del fuerte Libéria, centinela colgado que domina majestuosamente la villa medieval y la confluencia de los tres valles. Este monumento extraordinario, con sus caminos de ronda, fue construido por Vauban en 1681 y fortificado en el siglo XIX, en la época de Napoleón III. Una escalera subterránea (llamada de los "mil peldaños", aunque solo tenga 734), une el fuerte con la villa de Villefranche-de-Conflent. Aparte del acceso a pie, para los más animosos, al fuerte Libéria también se puede llegar en un servicio regular 4x4 que sale del pueblo.

  No debemos perdernos el paseo en el tren amarillo, con salida de Villefranche-de-Conflent, para realizar una fabulosa escapada a las mesetas elevadas de Cerdaña, sin duda una visita de altura.

COTE VERMEILLE

  Fuente de inspiración de numerosos artistas prestigiosos, como Matisse, Picasso, Dufy y Derain, la costa Bermeja desprende un encanto único, y sus tesoros naturales y arquitectónicos se desgranan a lo largo de una parte del litoral mediterráneo de los Pirineos Orientales. 
Collioure

  Jalonada por calas rocosas, pequeñas playas, puertos pesqueros y preciosas poblaciones, este maravilloso destino del litoral rosellonés está dominado por las laderas del famoso viñedo de Banyuls.

  La costa Bermeja no solo es muy apreciada por los aficionados al submarinismo, sino también por los senderistas. Los agradables senderos que surcan este territorio permiten acceder a unas magníficas vistas. Desde la torre Madeloc (a más de 650 metros de altitud), por ejemplo, se divisan Collioure, Port-Vendres, Banyuls-sur-Mer y el macizo de Albères. 

  Otra panorámica que no hay que perderse es la del cabo Rédéris, con su mesa de orientación que domina el mar y la costa salvaje.

  En cuanto a la gastronomía, podemos probar los deliciosos productos del mar y salir a descubrir los viñedos de la costa Bermeja, degustando los vinos dulces de Banyuls que ofrecen diversas bodegas de vino locales.

ARGELES-SUR-MER

  Agazapada al pie del macizo de los Albères, la famosa localidad playera de Argelès-sur-Mer reúne todos los elementos para pasar unas vacaciones deportivas y de descanso. Su enorme playa de arena de 7 km, el bosque de pinos de 12 hectáreas frente al mar, y el paseo arbolado de 3 km lo convierten en un destino muy atractivo. Además, se pueden practicar numerosas actividades de ocio acuáticas y terrestres.
  En Argelès-sur-Mer también destaca el pueblo viejo, con sus callejuelas típicas, el puerto de recreo, rodeado de tiendas y restaurantes, y el mercado tradicional, repleto de productos de la tierra.

PERPIGNAN

  Situada a unos treinta kilómetros de La Jonquera, principal puerta de acceso de la frontera española, durante siglos esta ciudad ha sido objeto de rivalidades entre Francia y España. De su pasado de antigua capital continental del Reino de Mallorca, conserva un centro histórico de armoniosa arquitectura, donde predomina el arte gótico.

  El centro histórico de Perpiñán es la ciudadela. Aquí se ubican los principales monumentos, iglesias y museos de la ciudad. Un edificio destaca por su elegancia dentro de los muros de la ciudadela, el Palacio de los Reyes de Mallorca, edificado a finales del siglo XIV, y testigo del pasado espléndido de la ciudad como capital del reino. Llaman la atención de la fachada las ventanas geminadas y en el interior: el patio de honor, la capilla y la Gran Sala de Mallorca.

  Tras franquear la imponente puerta fortificada, pasearemos por las callejuelas comerciales descubriendo los tesoros de la ciudad vieja: la catedral de San Juan Bautista (siglos XIV-XVIII), rematada por un campanile de hierro forjado, cuyo coro alberga un retablo de mármol del siglo XVII, y cuya capilla del Cristo Devoto conserva un Cristo de madera del siglo XIV. El antiguo claustro funerario de San Juan, de principios del siglo XIV -el Campo Santo-, el mayor y el más antiguo en su género en toda Francia; 

  En pleno casco antiguo, una bonita construcción de estilo gótico da nombre a una plaza, el edificio de la Lonja o Loge que cumplía funciones de Bolsa y Consulado del Mar. Hoy en día se constituye como el Hotel de Ville, o ayuntamiento de la ciudad. En su patio principal podemos admirar la magnífica escultura de bronce del escultor Mallol: El Mediterráneo.
Detalle del edificio de la Lonja
  El Castillet fue sucesivamente puerta de la ciudad y prisión de estado antes de ser declarado Monumento Histórico en 1889. En la actualidad, alberga un museo que recrea la historia de la Cataluña del Norte desde la Antigüedad hasta nuestros días.
  Finalmente podremos tomarnos también unos momentos de relajación caminando por la agradable plaza Bir Hakeim o a lo largo del majestuoso Paseo de los Plataneros, jalonado de bonitas estatuas.

RESERVA DE SIGEAN

  A medio camino entre Perpignan y Narbona encontramos La reserva africana de Sigean, un lugar destacado en la protección del medio natural y la conservación de las especies animales amenazadas.

  Situada al borde de los estanques de Bages-Sigean, alberga en sus 300 hectáreas cerca de 900 mamíferos, 600 reptiles y 2000 pájaros que viven en semilibertad.

  Abierta al público durante todo el año, la reserva de Sigean ofrece dos recorridos de visita. El primero se trata de un circuito en coche de alrededor de una hora, que pasa por la maleza africana, el parque de los osos del Tíbet, el parque de los leones y la sabana africana donde se puede admirar, entre otras cosas, a los rinocerontes blancos, las cebras y los burros de Somalia.

  El segundo recorrido se trata de un circuito pedestre de cerca de tres horas invita a grandes y pequeños a descubrir los antílopes, los avestruces y otros animales de la llanura africana. Durante el paseo, también se pueden ver la isla de los chimpancés, el terrario, y el estanque de l'oeil de Ca, poblado de flamencos rosas y pelícanos rosados, sin duda una visita de lo más entretenida para toda la familia.

NARBONNE


  A solo 63 Km. de Perpiñán encontramos Narbona o Narbonne con su imponente catedral, una de las más famosas del barroco, aunque sin finalizar.

  La ciudad Histórico-Artística de Narbonne, capital de la Galia Narbonesa, residencia de los reyes visigóticos y ciudad archiepiscopal, con sus más de 2500 años de antigüedad, alberga un rico patrimonio. En pleno centro histórico, hay dos edificios, declarados Monumento Histórico, de obligada visita: la catedral de San Justo y San Pastor y el palacio de los Arzobispos.

Palacio de los Arzobispos - Hotel de Ville
  La inacabada catedral de Narbona, (siglos XIII-XIV), conserva un coro completamente espectacular que, con sus 41 metros en la bóveda, es el coro gótico más alto del sur de Francia. En la capilla axial hay un espléndido retablo de piedra policromada del siglo XIV. La sala del Tesoro, por su parte, muestra una rica colección de piezas de orfebrería, tapices y objetos litúrgicos. No deje de pasear por el tranquilo claustro gótico antes de dirigirse al jardín del Arzobispado, desde donde podrá pararse a contemplar los arbotantes y la torre sur de la catedral, así como la fachada del palacio nuevo. El palacio de los Arzobispos es la sede del ayuntamiento, el museo de Arte y el museo arqueológico, y hay que recorrer las diferentes partes que lo componen: palacio viejo de origen románico, torreón Gilles Aycelin, palacio nuevo de estilo gótico, torres de San Marcial y de la Magdalena. Construido entre finales del siglo XIII y principios del XIV, el torreón ofrece desde su terraza superior una vista panorámica de Narbona, el litoral, Les Corbières y los Pirineos.

  Después de esto, nada mejor que sentarse a tomar un café en alguna de las terrazas de la animada plaza del Ayuntamiento. Luego, prosiga su recorrido en dirección al canal de la Robine y su precioso paseo de las Barcas, en donde podrá dar un paseo en una barca eléctrica.

  Narbona tiene un gran repertorio de museos: el museo arqueológico, con su magnífica exposición de pinturas romanas; el museo Histórico-Artístico, con colecciones de bellas artes y artes decorativas; el museo lapidario, instalado en la antigua iglesia de Nuestra Señora de Lamourguier; y la casa natal de Charles Trenet, que hoy en día está completamente consagrada al famoso "cantante loco".
  A quince kilómetros de Narbonne, en el corazón de un pequeño valle silencioso de Les Corbières, agazapada entre cipreses y pinos, se encuentra la antigua abadía de Santa María de Fontfroide, una de las más grandes de Europa y uno de los bastiones más activos durante la cruzada contra los albigenses o cátaros. Este conjunto, con un encanto pintoresco, fue fundado a finales del siglo XI por monjes benedictinos asociados a la orden de Citeaux en 1145.
  Magníficamente restaurado, está abierto todo el año y se puede recorrer en una visita guiada de alrededor de una hora o en una visita temática... La serenidad impregna lugares como la iglesia abacial del siglo XII, con unas vidrieras modernas, el claustro con columnitas románicas, la majestuosa sala capitular con columnas de mármol, los edificios de los monjes y los conversos, sin olvidarnos de los jardines aterrazados y la magnífica rosaleda compuesta por más de 2500 rosales.

  Aquí se ofrecen degustaciones de vinos DOP Corbières de la finca, así como muchos acontecimientos culturales, desde conciertos de música clásica a exposiciones, pasando por la fiesta de las plantas en el mes de mayo.

LAGRASSE

  En el corazón del macizo de Les Corbières, a orillas del apacible río Orbieu, el pintoresco pueblo de Lagrasse, incluido entre los más bellos de Francia, forma un conjunto armonioso, con su viejo puente de lomo de asno sobre el Orbieu, sus casas medievales, sus vestigios de antiguas murallas y su abadía fundada por Carlo Magno dominada por una imponente torre-campanario.

  Antes de visitar la abadía de Santa María de Orbieu, dese una vuelta por la ciudad medieval, un lugar lleno de encanto en el que, entre otras cosas, podrá contemplar un viejo mercado del siglo XIV con pilares de piedra, puestos de artesanía artística y una iglesia de estilo gótico declarada Monumento Histórico.

  Después, en la otra orilla, visite la abadía benedictina de Santa María de Orbieu, fundada en el siglo VIII, que conoció en el pasado una gran prosperidad y una gran proyección intelectual. El patio del palacio viejo, la capilla baja, la bodega, la panadería, la sacristía, el transepto norte, la torre prerrománica, el dormitorio de los monjes, la capilla de San Bartolomé, la sala del maestro de Cabestany y la sala de los guardias son algunos de los lugares que podrá descubrir durante la visita de la parte medieval que pertenece al Consejo General de Aude.

CARCASSONNE

  Situado en el departamento de Aude, cerca de Toulouse y Montpellier, Carcassonne goza de una ubicación estratégica entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. Limita al norte con el Cerro Negro, al sur con el valle del Aude, entre la llanura y Lauragais Corbières.

  Erigida sobre una colina, la ciudad ya estaba ocupada en el 800 a.C, si bien fue fortificada por los romanos, quienes la convirtieron en el centro administrativo de la colonia de Iulia Carcaso. Debido a su emplazamiento estratégico, donde se cruzan dos grandes vías de comunicación Atlántico-Mediterráneo y Central-España, la ciudadela ha sufrido desde la antigüedad numerosas contiendas y conquistas. El conjunto arquitectónico medieval que hoy podemos admirar fue magníficamente restaurado por Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX.    

  Cuenta la leyenda que Carlomagno asedió Carcasona durante 5 años decidido a que la ciudad sucumbiera de hambre. La Dame Carcas fabricó algunos fantoches que colocó en las escarpas de manera para que parecieran soldados y pasaba todo el día tirando flechas al campamento enemigo. Como última astucia, hizo comer todo el trigo que quedaba al único cerdo vivo y lo tiró desde lo alto de la torre. Cuando Carlomagno vio la cantidad de trigo que salía de la panza del cerdo, se desanimó y abandonó el asedio. A la dama no le bastó este triunfo e hizo que sonaran las trompetas para llamar al emperador, este no las oía y su escudero exclamó: "Monseigneur, Carcas te sonne" (Mi señor, Carcas te llama). Se dice que de esta historia nació el nombre de Carcassonne.

  Antes del puente levadizo se encuentra la estatua de esta heroína legendaria, Madame Carcas que era la mujer del rey sarraceno Balaack.

  Sin duda, la mejor manera de conocer la ciudadela es callejear. La animación es constante a cualquier hora del día… y de la noche, especialmente en la Plaza Marcou, que aglutina un buen número de terrazas y restaurantes. No hay que dejar de probar el plato típico de la gastronomía local: la Cassoulet, una especie de fabada servida en cazuela de barro que lleva como acompañamiento un muslo de pato confitado, tocino y salchichas de Toulouse.


  La ciudad está dividida en dos zonas, perfectamente delimitadas a una y otra orilla del río Aude: a la izquierda La Bastide Saint-Louis, y a la derecha se encuentra La Cité o ciudadelaLas visitas esenciales en la ciudad son: la Bastide de Saint-Louis o ciudad nueva, en cuyo interior se encuentra la catedral de Saint-Michel, el Canal du midi, el Puente Viejo y la Ciudadela o Cité, parte más antigua que alberga en su interior grandes monumentos como la Basílica de Saint-Nazaire o el Castillo Condal.


  Situada en la ribera izquierda del Aude, la Bastida fue construida en 1260 bajo el reinado de Saint-Louis, según un plan cuadrangular organizado en torno a una plaza central, actual plaza Carnot. Hoy, la Bastida, delimitada por bulevares urbanizados en los siglos XVIII y XIX sobre los antiguos fosos, ha conservado el trazado de calles en damero. Destaca la riqueza arquitectural del conjunto, tanto por las casas señoriales como por los edificios religiosos, de entre los cuales cabe destacar la catedral de Saint-Michel.

  Construida en el siglo XIII en estilo gótico, por orden del rey Luis IX, la Catedral de Saint-Michel fue elevada a rango de catedral en el año 1803, reemplazando a la de Saint-Nazaire en La Cité. Lo más reseñable de su aspecto exterior es la muralla y la torre cilíndrica de aspecto militar que fueron añadidas en el siglo XIV.

  Tuvo que ser reconstruida casi por completo tras un grave incendio en el siglo XVIII. De esa época data el altar mayor, realizado en mármol de diversos colores por Jean-Baptiste Peru. Consta de dos ángeles orantes y un tetramorfo en mármol blanco que sostiene el tabernáculo. Tiene tres naves con varias capillas circundantes, y todas las paredes del interior están decoradas con pinturas de motivos geométricos.

  El Canal du Midi se trata de una obra de Pierre-Paul Riquet realizada en el siglo XVII para unir el Atlántico con el Mediterráneo. Antaño era utilizado para el transporte de mercancías y personas, si bien hoy es frecuentado por numerosos aficionados a la navegación y turistas. En su paso por el corazón de la ciudad baja de Carcassonne puede verse un juego de esclusas y un pequeño puerto desde donde se pueden contratar excursiones en barco.
Entrada a la Cité desde el Puente Viejo y Canal du Midi
  El puente Viejo se trata de un puente típicamente medieval del siglo XIV. Hasta el siglo XIX fue el único acceso entre la Bastida St Louis y la Ciudad Medieval. Sus importantes dimensiones, son debidas a la variación del cauce del río. En la entrada del puente, la capilla de Nuestra-Dama de la Salud es el único vestigio del hospital más antiguo de la ciudad. Exclusivamente peatonal, posee unas espectaculares vistas de la Ciudadela.

  Encaramada en un pequeño promontorio, La Cité es la ciudad fortificada más grande que se conserva en Europa y estaba considerada una fortaleza inexpugnable, con un doble sistema de murallas y un imponente castillo. Cuenta con dos recintos amurallados concéntricos con 52 torres, que hacen un total de 3 km de murallas. Por la parte alta de las murallas discurre un camino de ronda, protegido por almenas y merlones y reforzado por cadalsos, que puede recorrerse a pie.

  Sobre la muralla hay cuatro puertas que dan acceso al interior de La Cité, una en cada uno de los puntos cardinales. La Puerta de Narbona (Porta Narbonnaise), flanqueada por dos robustas torres gemelas sobre un foso con puente levadizo, es el acceso principal a la ciudadela.

  En su interior, La Cité conserva el trazado de las ciudades medievales europeas, con calles angostas y empedradas, recoletas plazoletas, casas con fachadas de entramado, barrios de artesanos y gremistas, y un sinfín de pequeños comercios con productos de calidad y precios desorbitados.
Castillo de la Cite
  Adosado a la muralla exterior, el Castillo era una fortaleza dentro de la ciudad. Fue construido en el siglo XII y era la residencia de los Trencavel, vizcondes de Carcasona. Para visitar el castillo hay que pagar una entrada que cuesta 8,50€ (recomendable madrugar ya que las colas de visitantes para sacar el ticket son interminables). Una vez abonada la entrada, la visita es libre y puedes recorrer todo el recinto sin límite de tiempo (no te llevará menos de 2 horas). Hay también una sala donde se proyecta un audiovisual sobre la historia de la ciudad (en francés, con subtítulos en español).

  Tras pasar la puerta principal del castillo, sobre un foso con puente levadizo, se accede al patio de armas, rodeado de edificios levantados entre los siglos XII y XVIII. El Castillo tiene sus propias murallas y 9 torres con almenas y troneras, entre las que destaca la torre Pinte por ser la más alta de la ciudadela.

  En el interior de algunos edificios y torres se ha instalado el Museo Lapidario, una exposición de escultura, la mayoría de la Edad Media, con fondos procedentes de Carcasona y sus alrededores. 

  Junto a la Puerta del Aude se halla la imponente Basílica de Saint-Nazaire (de visita libre y gratuita), declarada Monumento Nacional de Francia. Construida sobre una antigua iglesia visigoda en estilo románico (siglo XI), fue consagrada por el Papa Urbano II, motivo por el cual fue ampliada entre los siglos XII a XIV. Ostentó el carácter de Catedral de Carcasona hasta el año 1801, momento en el que fue reemplazada por la Catedral de Saint-Michel (situada en La Bastide).

  La mayor parte de la edificación es de estilo gótico. Llaman la atención las terroríficas gárgolas que cuelgan de la fachada y el impresionante conjunto de vidrieras (consideradas de las más bellas del sur de Francia), en las que se representan escenas de la vida de Cristo y los Apóstoles.

LA MONTAÑA NEGRA


  Los amantes de la naturaleza y las travesías tienen muchos tesoros por descubrir en la Montaña Negra. Situado en el extremo sur del Macizo central, en el límite de los departamentos de Aude y Tarn, este macizo montañoso con zonas vírgenes y preservadas cuenta con paisajes muy diversos. En la vertiente norte abundan los bosques sombríos de abetos, robles y hayas, mientras que en la vertiente sur hay viñas, garrigas y olivares.
  El pico de Nore, punto más alto de la Montaña Negra con 1211 metros, ofrece desde su mesa de orientación una magnífica panorámica de los Pirineos, Les Corbières, el mar Mediterráneo, la llanura de Toulouse y los montes de Lacaune.

  En el depósito de agua de Alzeau, en Lacombe, comienza el recorrido del canal de la Montaña Negra que abastece de agua el estanque de Saint-Ferréol.


  Nada mejor que un paseo a pie o en bicicleta para conocer el patrimonio natural y construido de la Montaña Negra, y descubrir pueblos típicos como Roquefère y su castillo.

  Cerca del lugar cambién podremos visitar los castillos de Lastours así como la abadía de Minervois la única con una cripta abierta al público, y famosa por su presbiterio, florón del primer arte románico meridional y por su mármol. El bonito pueblo-fortaleza de Menebra o Minervois es parte interesante de la historia cátara.
Castillos de Lastours

  Para quienes les gusta conducir y no temen las carreteras estrechas y con muchas curvas, podrán continuar, por la D-620, hacia el norte de la Montaña Negra, atravesando el Parque Natural del Alto Languedoc, hasta Sant Ponç. El espectáculo natural es formidable, disfrute del silencio y la calma del entorno. Si desean pueden alojarse en la zona y conocer las Gargantas y Cañones que hay por todo el parque. También merecida es la visita a los Balcones del Diablo y la Gruta de Limousis, dos formaciones rocosas parte del patrimonio natural de Francia.

BEZIERS


  Situado en el corazón de una zona muy turística, Béziers traza su propio camino hacia el futuro: el desarrollo académico, la diversificación de la base económica y el aumento de la infraestructura de acceso son parte primordial de su desarrollo.

  El que da vida a esta ciudad es el Canal du Midi. La mejor forma de conocer la zona es, probablemente, navegando por el canal y descubriendo una a una las esclusas que la caracterizan, la esclusa de Fonserannes, la obra más importante del Canal du Midi que se encuentra a los pies de Béziers. En tan sólo 300 m. nueve esclusas permiten salvar un desnivel de 21,50 m. Cruzadas unos 10.000 barcos al año, este lugar es el tercer centro turístico más visitado de Languedoc-Roussillon, después del Pont du Gard y Carcassonne.

  Una esclusa es una obra hidráulica que permite vencer desniveles en un canal navegable, elevando o descendiendo los barcos que se encuentran en ellas. Cruzarla es muy lento, puesto que hay que equilibrar los niveles de agua, primero del tramo del canal donde se encuentra el barco, y luego con el otro nivel hacia el que saldrá el barco.

  Entrando en la ciudad, obviamente, y en honor a su historia, no podemos dejar de visitar su catedral de Saint Nazare ni pasear por sus callejas antiguas para descubrir las mansiones del siglo XVII que aún se conservan. También la Basílica de Santa Afrodita es una reliquia que data del siglo XII, o su plaza de toros que es reconocida a nivel internacional en el mundo de la tauromaquia.
  La ciudad combina perfectamente su pasado histórico visible en sus fachadas de piedras, y en sus calles empedradas, con el verde y la elegancia de sus jardines… Nos daremos cuenta de que Béziers está rodeada de campos de vides lo que le ha dado fama a nivel mundial, y es que sus vinos son muy apreciados internacionalmente.

CAP D´AGDE

El gran centro turístico de Cap D´Agde, creado en la década en 1970, es conocido por su ambiente veraniego y sus largas playas de arena, que ocupan en total unos 14 kilómetros. También es famoso por poseer una zona naturista.

MONTPELLIER



  Mencionada por primera vez en el año 985, Por aquel entonces los piratas acosaban con frecuencia la costera localidad de Magalona (actual Mauguio) y se hizo necesario establecer un asentamiento tierra adentro para evitarlos. Así nacía Montpellier, que sería gobernada por la dinastía de los Guillermo hasta 1204. Desde aquel año pasó a formar parte del Reino de Aragón, siendo el famoso Jaime I “el Conquistador” (nacido allí) su rey más ilustre. En 1349 el Señorío de Montpellier fue vendido al reino de Francia y se puso fin a su etapa “española”. Tras siglos de enorme crecimiento, en los que se había consolidado su universidad (de 1289) y se había consagrado su catedral (de 1536), Montpellier sufrió el asedio de la corona francesa durante la Reforma por haberse convertido en un importante feudo protestante.

  Montpellier, capital de la región Languedoc-Rosellón, conserva un rico patrimonio de su pasado. Cuenta con un enorme espacio peatonal, lo que hace las delicias de los paseantes y la convierte en una ciudad ideal para callejear.

  Un recorrido que se precie deberá incluir la visita al viejo Montpellier, llamado Ecusson, con sus callejuelas repletas de tiendas, el palacio de Varennes, el palacio de los Tesoreros de la Bolsa y el palacio de los Tesoreros de Francia, y sus animadas plazas, con fuentes y terrazas de café.

  Desde la Oficina de Turismo, situada junto al parque L’Esplanade, podremos comenzar nuestra ruta. En la Place de la Comédie, centro neurálgico de Montpellier, destaca el edificio de la Opéra Comédie, con una fachada muy similar a la Ópera de París, y frente a ella se encuentra uno de los símbolos de la ciudad: la Fuente de las Tres Gracias. Las animadas terrazas de la plaza, donde se citan universitarios y turistas, son una buena opción para tomar algo, disfrutar de la vidilla de Montpellier y preparar un poco el recorrido. De todos modos, no planifiquéis demasiado… el casco antiguo es de esos en los que apetece perderse por donde a uno le venga en gana.
Place Comédie
  Uno de los lugares más coquetos del centro histórico es la Place Saint Roch, frente a la iglesia del mismo nombre. En el interior de esta parroquia no hay nada especialmente destacable, pero la plaza, con las escalinatas y los curiosos murales de las casas contiguas, hacen que merezca la pena acercarse hasta allí. Cuando os canséis de callejear por la zona vieja os podéis encaminar a la Porte du Peyrou, un arco del triunfo de 1715 situado al final de la Rue Foch, donde abundan los palacetes del s.XIX.

  Otra visita imprescindible en Montpellier es la Catedral de San Pedro. Consagrada en 1536, sobre un pequeño monasterio de 1364, durante la Reforma sufrió daños tan severos que tuvo que ser reconstruida casi en su totalidad en el s. XVII. El edificio anexo que se ve a su izquierda es la Facultad de Medicina, que se enorgullece de ser la más antigua del mundo occidental aún en funcionamiento (desde 1220, aunque con un período de 100 años de inactividad y alguna refundación).

  Muy cerca se encuentra el Jardín Botánico de Montpellier, uno de los más bonitos e importantes de Europa. De vuelta a la Place de la Comédie podemos hacer un paseo por el arbolado parque L’Esplanade y, si tenemos tiempo e interés, visitar el museo más importante de la ciudad: el Museo Fabre, con importantes colecciones de pintura, escultura y dibujo del s.XVII al s.XX. 

Otra de las visitas esenciales para aquellos que disponen de más tiempo para ver la ciudad, se recomienda visitar el Montpellier Parc Zoologique. El zoo es gratis y hará las delicias de los niños. 

  Cerca de Montepellier encontramos  El valle del Hérault. cuenta con lugares de gran interés, como el pueblo medieval de Saint-Guilhem-le-Désert, las gargantas del Hérault y las magníficas cuevas de Clamouse y de las Señoritas. Después de cruzar el río subterráneo, los visitantes acceden a las grandes salas, cuyos suelos, techos y paredes se encuentran cubiertos por magníficas concreciones. En el pasillo blanco y la sala de las excéntricas, el espectáculo de finas concreciones de una enorme blancura resulta impresionante.

  Entre el puente del Diablo y Saint-Guilhem-le-Désert, los visitantes podrán admirar las gargantas del Hérault, declaradas patrimonio mundial de la UNESCO. En verano, este paraje natural de aguas claras invita a bañarse y a practicar el piragüismo.

  Si continuamos dirección Beziers podremos dejarnos caer por el pueblo de Mourèze, que se encuentra en un paraje natural excepcional: el circo de Mourèze, un conjunto dolomítico de 300 hectáreas. Este montón de rocas calcáreas con formas extrañas modeladas por la erosión despierta la admiración. Algunos peñascos hasta reciben un nombre, como la Esfinge, por ejemplo. Diferentes circuitos de senderismo, de mayor o menor dificultad, permiten descubrir este patrimonio natural insólito. El mirador del parque de Courtinals, que cuenta con una mesa de orientación, ofrece una extensa panorámica del circo dolomítico.
Vista de Mourèze
NIMES

  La ciudad histórico-artística de Nîmes es conocida por su patrimonio antiguo y su ambiente meridional particularmente festivo. El anfiteatro romano, magníficamente conservado, data de finales del siglo I-principios del siglo II, tiene 133 metros de longitud y 101 metros de anchura y puede albergar hasta 24 000 espectadores. Estas inmensas arenas están abiertas al público y acogen regularmente espectáculos, entre los que destacan las famosas “corridas” y las corridas de toros camarguesas.

  Otro monumento estelar de la ciudad de Nîmes es la Maison Carrée (Casa Cuadrada), un espléndido templo romano de finales del siglo I con columnas rematadas por capiteles corintios. En frente de la Maison Carrée se levanta el Carré d'Art, un edificio moderno que alberga un museo de Arte Contemporáneo. La ciudad de Nîmes también posee un museo de Bellas Artes, en el que se exponen pinturas francesas y extranjeras de entre los siglos XIV y XIX.

  A estos múltiples atractivos, hay que añadir la visita obligada al jardín de la Fontaine. Este maravilloso parque romántico, declarado “Jardín Destacado”, fue levantado en el siglo XVIII en torno a la fuente de Nemausus y los antiguos restos del templo de Diana y de la torre Magne. El paseo relajante por estos lugares desvela un jardín de estilo francés en la parte baja y una sucesión de plantas mediterráneas, pinos y cedros en la parte superior. ¡Desde la torre Magne, en la cima del monte Cavalier, la vista de los tejados de la ciudad es magnífica!

  Antes de abandonar la capital de Gard, no deje de dar una vuelta por las callejuelas pintorescas de la ciudad vieja ni de tomar algo en una bonita plaza, como por ejemplo, la del Mercado, la de las Hierbas o la del Reloj.

  Los edificios herencia de la antigüedad romana jalonan el trazado de la Vía Domitia, desde el Puente del Gard hasta el Anfiteatro de Nîmes, pasando por el yacimiento arqueológico de Ensérune.
  A pocos kilómetros de Nimes se encuentra El puente del Gard, obra maestra de la Antigüedad inscrita en el patrimonio mundial de la UNESCO, y actualmente uno de los monumentos franceses más visitados junto a la Torre Eiffel y Nôtre Dame de Paris

  Edificado en el siglo I con el fin de traer el agua a Nîmes desde las fuentes del Eure, cerca de Uzès, ha resistido admirablemente los embates del tiempo. Este impresionante puente-acueducto romano que atraviesa el río Gardon, con sus tres pisos de arcadas, forma una simbiosis con el marco de vegetación que lo rodea. En la orilla izquierda del Gardon, completa la visita un museo de gran interés dedicado a la civilización galorromana y a la famosa obra de ingeniería.
  Además de ser uno de los acueductos más altos del mundo romano (49 metros), está increíblemente conservado y se distingue de los otros puentes-acueductos por sus dimensiones imponentes y la apertura de sus arcos (la más grande llega a medir 24,52 metros). Está formado por tres niveles de arcadas: 6 arcos en el primer nivel, 11 en el segundo y 47 en el tercero.


  El acueducto romano funcionó durante los siglos II y III d. C., periodo en el que en Nîmes se construyeron termas grandiosas y el agua tuvo un gran protagonismo en la vida cotidiana. En el siglo IV, a falta de medios, la obra no se somete a un mantenimiento regular, la vegetación crece en el canal y el caudal se reduce considerablemente. Hacia principios del siglo VI, se abandona definitivamente, en el momento en el que los visigodos y los francos comparten la región recorrida por el acueducto.


  Muy cerca de Pont du Gard se encuentra la bonita localidad de Uzès, el primer ducado de Francia, que invita a los turistas y a los aficionados a la arquitectura a descubrir el encanto y el rico patrimonio histórico de la ciudad vieja. Con su mezcla de estilos medieval, renacentista y clásico, el ducado de Uzès, o castillo ducal, es uno de los sitios estrella de la ciudad. La visita de este lugar repleto de historia permite descubrir la capilla gótica y sus magníficas vidrieras, la espléndida fachada renacentista del cuerpo principal, los apartamentos amueblados, la bodega y la torre Bermonde, imponente torreón del siglo XI desde cuya parte superior se contempla una maravillosa panorámica de los tejados del centro histórico.

  Para seguir descubriendo Uzès, hay que recorrer tranquilamente sus callejuelas, sus plazas y sus monumentos, como, por ejemplo, los palacetes y la extraordinaria torre románica de Fenestrelle, vestigio de la antigua catedral, que posee el único campanario redondo de toda Francia.

  Es obligado acercarse a la plaza de las Hierbas, con sus hermosas casas con arcadas. Las terrazas de los cafés y los restaurantes proporcionan una gran animación a esta agradable plaza, que los sábados acoge un mercado provenzal lleno de colorido y sabor. También merece la pena ver el huerto medieval, al pie de la torre del Rey, ya que alberga un bonito conjunto de verduras antiguas y plantas medicinales.

LAS GARGANTAS DEL TARN

  Al suroeste de Lozère, entre la causse Méjean y la causse de Sauveterre, el río Tarn, que nace en el monte Lozère y desciende las pendientes de las Cevenas, atraviesa a lo largo de 53 kilómetros (entre Quézac y Le Rozier) formando unos paisajes espectaculares, jalonados por espectaculares miradores. Este territorio preservado es famoso por los vertiginosos escarpes calizos de hasta 500 metros de altura, los cursos del Tarn que alternan aguas tranquilas (planiols) con rápidos (rajols), los caos rocosos y los circos salvajes. Pero a estas maravillas naturales que dan renombre a esta tierra, hay que añadir castillos, iglesias románicas, aldeas y pueblos típicos.

  Existen varias formas de admirar las maravillas de las gargantas del Tarn: en coche, en moto o en bicicleta, siguiendo la D907 bis; a pie, recorriendo el sendero que bordea la orilla izquierda; o en piragua por las aguas del Tarn (muy recomendable), saliendo de Sainte-Enimie o de La Malène
  Además de las impresionantes paredes rocosas que dominan el río esmeralda, el recorrido presenta parajes únicos, como el puente medieval de Quézac; el pueblo troglodítico de Castelbouc; el castillo de Prades, que domina el Tarn desde su espolón rocoso; la pequeña villa de Sainte-Enimie, que figura entre los pueblos más bellos de Francia; los circos de Saint-Chély y de Pougnadoires; el romántico castillo de la Caze (siglo XV); el pintoresco pueblo de La Malène, con su casa solariega, al pie de la roca de la Barre; los Détroits, la parte más estrecha del cañón, a la que solo se puede acceder en barca o en piragua desde La Malène; el circo de Les Baumes... A estos lugares, hay que añadir los magníficos miradores con unas vistas impresionantes del Tarn, como el paraje protegido del Punto Sublime, en la causse de Sauveterre, y la roca de Hourtous, en la causse Méjean. ¡Los amantes de la naturaleza salvaje y del patrimonio arquitectónico tradicional disfrutarán de lo lindo visitando las gargantas del río Tarn!

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