Asturias es un paraíso verde, abrupto y lleno de encanto, situado a orillas del Cantábrico. Con multitud de montañas, playas de película, acantilados espectaculares, pueblos que parecen congelados en el tiempo, villas marineras llenas de color y muchísimos encantos, esta región de España realmente enamora. Por supuesto, no debemos olvidar su típica gastronomía que nos hará repetir.
La costa asturiana es apetecible tanto en verano, por sus playas, como en invierno, por sus montañas. Y qué mejor que descubrir este rincón privilegiado subiendo a todos y cada uno de sus espléndidos miradores: una colección de atalayas suspendidas sobre el mar o asomadas a los Picos de Europa, uno de los conjuntos de montaña más espectaculares de la península que nos harán disfrutar de la experiencia desde otra perspectiva.
La mesa asturiana abunda en platos contundentes, propios de inviernos fríos, como las sabrosas fabes. Tampoco faltan los quesos de aroma poderoso como el cabrales o el gamonedo, así como el excelente marisco de la zona. Asturias cuenta con más de 300 kilómetros de costa, que el Mar Cantábrico baña bravamente, y que hacen de la región un espacio profuso de pescados. Con patatas, cabracho y bejel se prepara el pote marinero, que también puede ir acompañado de merluza, por ejemplo.
Si bien es cierto que con pescados y mariscos se preparan diversos guisos de pescado, los segundos se pueden tomar al natural. En Asturias es muy común comer ostras (solas o con un chorro de zumo de limón).
En la región, la cría de vacas, cabras y ovejas ha hecho que sea una de las zonas de mayor producción quesera en España. El más conocido de todos los quesos es el cabrales, con Denominación de Origen, de pasta azul, graso y semiduro. Se elabora con leche de vaca y, en ocasiones, también de oveja y cabra. Si contiene éstas últimas, entonces su olor será más fuerte y su sabor ligeramente más picante.
Otro de los tradicionales es el afuega 'l pitu (también con Denominación de Origen). Se trata de un queso fresco, de color blancuzco o naranja (si se le ha añadido pimentón), con forma de cono truncado o de calabaza (si se ha empleado una gasa cuyos pliegues quedan impresos en la pasta del queso). Su sabor es ligeramente ácido y muy poco salado, aunque los más rojos suelen ser más picantes y fuertes.
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VISITAS DE INTERÉS:
Luarca
Esta villa marinera del oeste de Asturias podría perfectamente encuadrarse entre los pueblos más bonitos de España. Luarca sobrepasa apenas los 5.000 habitantes y es por eso que la paz que se respira es ideal para tomar aire y echar a andar. Severo Ochoa es el hijo más ilustre de este pueblo marinero de casas blancas y aroma a sal. Rincones tan bonitos como la Casa Guatemala o el Palacio de los Marqueses de Ferrera, La Pescadería y su barrio marinero, hacen de nuestro paseo una estupenda visita. Digno de admirar también es su cementerio, cuyas vistas al mar son sobrecogedoras.Numerosas playas de cantos, arenales y rincones entre acantilados finalizan una visita a este hermoso pueblo marinero.
Taramundi
En medio de un paisaje eternamente verde, el lugar es conocido por su artesanía, en especial por los cuchillos y las navajas. Pero más allá de las compras, es un pequeño paraíso para el turismo rural con rutas de senderismo y un paisaje de los que nos deslumbran nada más mirarlos. Paseando entre sus casas de piedra con tejados de pizarra te sentirás como si hubieras viajado al pasado. No te pierdas el Conjunto Etnográfico de Teixois ni el Museo de los Molinos de Mazonovo, el más grande de España.
Cudillero
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Además de la capilla del Humilladero, no te vayas sin admirar el paisaje desde sus acantilados.
Cerca de Cudillero se encuentra la playa del Silencio. Para llegar a esta bella playa hay que ir al pueblo de Castañeras y dejar allí el vehículo. Luego, tomar el camino descendente por unas escaleras algo empinadas. El premio en un recóndito paraíso inalterado, una porción intacta de costa a resguardo de la especulación inmobiliaria.
Candás y Cabo de Peñas
La villa marinera de Candás es un rincón encantador. Su famoso Cristo sigue presidiendo la Iglesia de San Félix, pero aquí el mar es el verdadero protagonista. El pueblo está rodeado de acantilados en los que rompen las olas con fuerza en los días de mala mar.
Uno de los principales recursos de esta villa marinera se centra en la producción de conservas, así que os recomendamos que degustéis estas apetecibles viandas y que no os marchéis sin comprar alguna lata de recuerdo.
El Cabo de Peñas es el punto más al norte de Asturias y aunque no fuera por eso merecería un alto en el camino. Con sus acantilados de rocas cuarcita recortados contra el horizonte, el panorama es perfecto. Y si le añadimos que lo corona el faro más importante y con más alcance de la costa asturiana, aún más. Un buen plan puede ser llevarte la comida y hacer un picnic… Si el viento (y la lluvia) lo permiten, por supuesto.
Ribadesella
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Playas tierra adentro
La costa cantábrica entre los municipios de Ribadesella y Llanes se encuentra salpicada por multitud de pequeñas playas de enorme belleza. De hecho, estas dos localidades se llenan hasta los topes en verano de turistas atraídos por los encantos de Asturias, entre los que también se encuentran sus arenales.
La primera de ellas y la más cercana a Ribadesella se llama Cuevas del Mar. Se trata de una playa cuya entrada se encuentra custodiada por enormes cuevas que se ven imponentes, acantilados, y promontorios. Se encuentra en la Parroquia de Nueva (Llanes).
Muy cerca de ésta encontramos la afamada playa de Gulpiyuri, una playa que curiosamente, se encuentra entre verdes prados. La explicación es que en una costa de acantilados de origen karstico, el mar supo cavar una cueva hacia el interior, al mismo tiempo que un hundimiento (en forma de dolina) dejó un hueco a 100 metros de la costa y conectado con el mar que se fue llenando de arena. Cuando la marea es alta, la playa posee un suave oleaje, curioso si consideramos que parece estar encerrada entre rocas.
A pesar de no tener llegar a los 50 metros de longitud es de una belleza increíble y ha sido declarada Monumento Natural. En fechas que no sean temporada alta aun es posible disfrutar de este pequeño arenal, que por cierto, sólo se puede contemplar en marea baja.
Tras pasar Llanes podemos encontrar Cobijeru, otra playa curiosa por su situación en la que no se ve el mar al formarse en una dolina. Se puede llegar a pie atravesando unos 350 metros de paisaje agreste.
Mirador del Fito, Arriondas
Es un lugar único que permite ver al mismo tiempo cómo el horizonte se hunde en el Cantábrico y el perfil nevado de los Picos de Europa: una conjunción estelar entre mar y montaña.
Situado en Arriondas, muy cerca de Ribadesella, para acceder a él hay que seguir la carretera que lleva a Colunga. Una vez en el puerto de montaña del que toma el nombre, hay un espacio reservado para los visitantes. Después de dejar el coche y subir por una rampa no muy exigente y unos escalones, se llega a la cima.
Lo primero que sorprende al viajero que asciende hasta El Fito es, precisamente, el mirador. Inaugurado en 1927, es una especie de ovni de pequeño tamaño del que parece que hubieran descendido los alienígenas y se hubieran dejado puesta la escalera. Los lugareños lo bautizaron rápidamente como cazu, por su forma de taza.
Se construyó para que los turistas que ya frecuentaban la zona pudieran disfrutar de las vistas sin la barrera de los árboles.
Como en el interior del mirador no caben demasiadas personas, hay que esperar a que quede libre para subir los escalones y acceder a una panorámica de 360 grados que quita el hipo.
Otro punto de atención desde el mirador es el macizo gris de la sierra del Sueve. Su punto más alto es el pico Pienzu, al que se puede llegar desde El Fito realizando una ruta de aproximadamente cinco horas. En el camino, se pasa por los prados y las fuentes del Bustacu y Merguelines, antes de que el itinerario suba, adquiera forma de zigzag y se endurezca.
El premio es disfrutar de otra panorámica excepcional sobre la comarca. De regreso a El Fito, la suerte puede hacer que se divisen algunos de los escasos ejemplares del asturcón, el caballo autóctono de Asturias. Si se quieren realizar más actividades al aire libre, existe la posibilidad de hacer excursiones en quad o a caballo.
Cangas de Onis y Covadonga
Un puente romano en perfecto estado sobre el río Sella es la estampa más conocida del pintoresco pueblo de Cangas de Onís. Se podría decir incluso que esta estampa es símbolo de Asturias.
Pero Cangas tiene más que ofrecer a sus visitantes como por ejemplo, la ermita de la Santa Cruzes uno de los templos más antiguos de España. En su interior hay un dolmen prehistórico. La plaza del mercado suele estar llena de vida y el palacio Pinto es muy bonito.
Cangas de Onís constituye uno de los núcleos más turísticos del Parque Nacional de los Picos de Europa, que une las provincias de Asturias, Cantabria y León, y posee una de sus entradas en Covadonga, a pocos kilómetros de aquí.
Ninguna visita a Asturias está completa sin una visita a “La Santina” y a los Picos de Europa. Los asturianos sienten verdadera devoción por la Virgen de Covadonga, aunque no nos sorprende, porque su Santuario está situado en un entorno espectacular.
El significado de Covadonga proviene del latín «Cova Dominica», es decir «Cueva de la Señora». Se refiere a la virgen que preside la Santa Cueva o Cueva de la Santina, santuario católico ubicado en las estribaciones del Monte Auseva. Este entorno natural fue por primera vez alterado por el hombre en reinado de Alfonso I, que ordena construir una capilla dedicada a la Virgen María para celebrar la victoria ante los Musulmanes en la Batalla de Covadonga. En 1777 un incendio afectó al recubrimiento de madera destruyendo la talla original de la Santina.
La actual imagen pertenece al siglo XVI y está hecha en madera policromada. En ella se ve a una virgen de dulce semblante sosteniendo al niño Jesús y una rosa dorada. Fue donada por la Catedral de Oviedo en 1778. Otro tesoro de la cueva es la tumba de Don Pelayo, primer rey de Asturias y su mujer Gaudiosa. Fueron originalmente enterrados en la Iglesia de Santa Eulalia de Abamia pero trasladados al santuario por orden del rey Alfonso X el Sabio. También está aquí enterrado el mentado Alfonso I.
Situada junto a la cueva, la basílica es sin duda el centro monumental de la fe de todos los asturianos. Este gran templo fue erigido por el Arzobispo de Oviedo D. Benito Sanz y Florésen 1877. Está construido en estilo neorrománico, con piedra rosácea y marmórea de las montañas circundantes. Con dos torres enmarcando su portada de triple arco, consta de una nave central y tres ábsides escalonados.
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Ambas masas de agua están separadas por la loma de la Picota y rodeadas de sinuosos parajes montañosos y campos de un verdor que rezuma vida. El reflejo de las cumbres en las aguas serenas ya vale la visita por sí mismo, ofreciendo al visitante la sensación de encontrarse en un reino de mágica belleza. El esplendor de este entorno está garantizado bien con las explosiones de color de primavera y otoño, con las agradables temperaturas veraniegas o con la inmensa blancura de las nieves invernales.
Primero se llega al lago Enol, a 1.070 metros de altura y con más de 12 hectáreas de superficie, rodeado de praderas donde pastan vacas, caballos y ovejas, ajenas al turismo. Una vez recreado con tan bucólica estampa, hay que continuar el ascenso hasta los 1.108 metros de altitud en que se encuentra el Ercina. Sus aguas resultan más peculiares por sus variaciones cromáticas. La vegetación acuática y los cambios de iluminación hacen oscilar el tono del lago del verde claro al oscuro, incluso jugando a veces con matices amarillentos o rojizos.
En temporada de deshielo aparece un tercer lago, el Bricial. Hay que destacar que no siempre es fácil llegar a ver los lagos, ya que el mal tiempo, acompañado de niebla a estas alturas suele dificultar nuestro viaje. Además la carretera estrecha y sinuosa que hay que tomar hasta llegar a lo alto de los lagos, con tráfico a ambos lados hace de nuestro viaje una experiencia que a veces pudiera llegar a ser frustrante según la época del año.
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