Esta hermosa ciudad de dos mil años de historia, encierra en poco más de 200 km cuadrados un gran patrimonio cultural declarado de interés por la UNESCO. Además, constituye un punto geográfico importante en la zona septentrional de Italia, constituyendo un punto nodal de todos los sistemas de transporte terrestre y acuático del noroeste de Italia. En tiempos de los romanos era punto de encuentro de cuatro vías consulares: la via Gallica, la vía Augusta, el Vicum Veronensium y la via Postumia.
Fundada en el siglo I a.C., gracias a su ubicación geográfica, en época romana fue un centro urbano del que aún hoy se conservan huellas importantes como la Arena o el Teatro Romano, el Arco dei Gavi o la Puerta Borsari, hasta llegar a la zona arqueológica de la Puerta de los Leones. Desde entonces ha mantenido un crecimiento constante y rico en todos los sentidos, siendo gobernada por los Scaligeri, los Visconti de Milán, por Maximiliano I (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), por diversas señorías y por Napoleón cuando firmó el tratado de Campio Formio, hasta la unificación con el resto de Italia en el 1866.
Tierra de Paolo Veronese, pintor insigne del manierismo veneciano, del escritor Emilio Salgari, o del gran compositor Antonio Salieri, Verona es sin embargo archiconocida por la relación literaria que se le atribuye a partir de la ficción de William Shakeaspeare que con su obra Romeo y Julieta puso telón al escenario que son las calles de Verona. La imaginaria casa y balcón de Julieta que hoy se visita se ha convertido en una de las atracciones turísticas que nadie quiere perderse.
Pero Verona más allá de ser la ciudad de Romeo y Julieta, es una de las ciudades más encantadoras del norte de Italia gracias a la gran variedad de edificios de distintos periodos históricos y la buena conservación de todos ellos, a sus estrechas calles (en su mayoría peatonales), a sus plazas, totalmente diferentes entre sí, y a su río Adigio con sus históricos puentes.
El que esté situado este puente exactamente donde está no es casualidad. Justo al otro lado del río se levanta la colina de San Pietro y en lo alto de ella se ubica estratégicamente el castillo de mismo nombre que tras varios dueños, saqueos e infortunios llegó a pertenecer a los austriacos que dominaron la ciudad hasta mediados del siglo XIX y en cuyo lugar construyeron los cuarteles-fortaleza que es el edificio que vemos hoy en día. Pero más que el castillo, por lo que merece la pena subir hasta allí arriba es para poder observar las mejores vistas panorámicas.
Muy cerca de este lugar, se sitúa la plaza Erbe (plaza de las Hierbas), foco del comercio que surge en el lugar en el que los romanos fundaron el Foro. Esta plaza representa la síntesis de varios momentos históricos, como testimonian sus palacios del siglo XIV, como la Casa de los Mercantes, las fachadas decoradas de las Casas Mazzanti y la fuente de Madonna Verona con la estatua central de época romana. Bajo un pequeño túnel accederemos hasta el patio donde el Montesco Romeo clamó su amor a Julieta, y cuyo balcón también puede divisarse en la altura (que por cierto, el balcón se construyó aposta para el fin turístico de la leyenda). No se sabe a ciencia cierta si los amantes Romeo Montesco y Julieta Capuleta existieron (aunque en la obra de “La Divina Comedia”, Dante cita a sus familias como ejemplo de disputas comerciales y políticas en la península italiana) y es bastante probable que allí no viviera la familia de Julieta. Aún así es uno de los lugares de la ciudad que más turistas atrae para sacarse una foto bajo su balcón, escribir el nombre y un corazón de tu amor en el pasadizo, dejar un candado con las iniciales de la pareja o tocar el pecho derecho de la estatua de bronce de Julieta, que según dice la tradición da suerte en el amor o hará que vuelvas a Verona.
Tomando dirección hacia el río Adigio, encontramos a su orilla el castillo de Castelvecchio (1355-1375). Construido por los Scaligeri (familia de la nobleza que gobernó Verona desde 1263 hasta 1387), la fortaleza tenía las funciones de residencia de los señores de la ciudad y protección de las invasiones y rebeliones populares. En su interior se encuentra un museo que expone restos arqueológicos y arte de distintos períodos de la historia.
Fundada en el siglo I a.C., gracias a su ubicación geográfica, en época romana fue un centro urbano del que aún hoy se conservan huellas importantes como la Arena o el Teatro Romano, el Arco dei Gavi o la Puerta Borsari, hasta llegar a la zona arqueológica de la Puerta de los Leones. Desde entonces ha mantenido un crecimiento constante y rico en todos los sentidos, siendo gobernada por los Scaligeri, los Visconti de Milán, por Maximiliano I (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), por diversas señorías y por Napoleón cuando firmó el tratado de Campio Formio, hasta la unificación con el resto de Italia en el 1866.
Tierra de Paolo Veronese, pintor insigne del manierismo veneciano, del escritor Emilio Salgari, o del gran compositor Antonio Salieri, Verona es sin embargo archiconocida por la relación literaria que se le atribuye a partir de la ficción de William Shakeaspeare que con su obra Romeo y Julieta puso telón al escenario que son las calles de Verona. La imaginaria casa y balcón de Julieta que hoy se visita se ha convertido en una de las atracciones turísticas que nadie quiere perderse.
Pero Verona más allá de ser la ciudad de Romeo y Julieta, es una de las ciudades más encantadoras del norte de Italia gracias a la gran variedad de edificios de distintos periodos históricos y la buena conservación de todos ellos, a sus estrechas calles (en su mayoría peatonales), a sus plazas, totalmente diferentes entre sí, y a su río Adigio con sus históricos puentes.
El casco histórico de Verona está divido en dos por el río Adigio, el segundo más largo de Italia por detrás del Po. El puente más famoso a la vez que más antiguo que cruza el río es el llamado Puente de Piedra que tiene una antigüedad incluso mayor que la del anfiteatro romano. Hoy se ve muy restaurado, pero sigue conservando su estructura principal tal y como le pasa al puente romano de Córdoba.
Vista desde el Castillo de San Pietro |
Plaza Erbe |
Continuando nuestro recorrido, en la plaza Bra, la más grande de Verona, aparte de las coloridas casas, se encuentran tres edificios de estilos y épocas muy distintas: la Arena, el Palazzo Barbiere (sede del Ayuntamiento) y el Palazzo de la Gran Guardia (utilizado para exposiciones y eventos).
Para empezar, se puede visitar la Arena, un anfiteatro romano construido en el año 30 D.C y uno de los grandes ejemplos de la conservación arquitectónica de Verona. Es el tercer anfiteatro romano más grande de Italia, por detrás del Coliseo de Roma y el de Capua (cerca de Nápoles). Lo más meritorio es que casi dos mil años después se le sigue dando utilidad: gracias a su buena acústica, en la actualidad se celebran óperas de prestigio y conciertos en el mismo lugar en el que en la antigüedad se organizaban batallas navales y luchaban y morían gladiadores.
El anfiteatro cuenta con casi dos mil años de antigüedad, pero bien es cierto que en todos estos años no siempre se ha mantenido intacto. Varios terremotos sufridos en el siglo XII casi acabaron con este legado romano, pero su reconstrucción durante el Renacimiento y posterior mantenimiento han hecho posible que podamos sentirnos hoy en día como auténticos romanos en cualquiera de las óperas y obras veraniegas que se celebran en su interior.
El anfiteatro cuenta con casi dos mil años de antigüedad, pero bien es cierto que en todos estos años no siempre se ha mantenido intacto. Varios terremotos sufridos en el siglo XII casi acabaron con este legado romano, pero su reconstrucción durante el Renacimiento y posterior mantenimiento han hecho posible que podamos sentirnos hoy en día como auténticos romanos en cualquiera de las óperas y obras veraniegas que se celebran en su interior.
Tomando dirección hacia el río Adigio, encontramos a su orilla el castillo de Castelvecchio (1355-1375). Construido por los Scaligeri (familia de la nobleza que gobernó Verona desde 1263 hasta 1387), la fortaleza tenía las funciones de residencia de los señores de la ciudad y protección de las invasiones y rebeliones populares. En su interior se encuentra un museo que expone restos arqueológicos y arte de distintos períodos de la historia.
Bordeando el castillo, llegaremos a ver el río Adigio y desde allí observar el Ponte Scaligero (1354-1376), que fue construido al mismo tiempo que el castillo y reconstruido después de que el ejército nazi alemán lo derribara en su retirada de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente paseando por el río, llegaremos hasta la Basílica de San Zeno. Construida para conservar las reliquias del santo de origen africano Zeno, que convirtió la ciudad al cristianismo, es considerada como uno de los mejores ejemplos del arte románico y la más ornamentada en el norte de Italia. En su exterior podremos ver la fachada con el gran rosetón que representa la Rueda de la Fortuna, el campanario de 72 metros y el claustro (1293-1313), con sus arcos románicos en una ala y góticos en la otra. En su interior destacan los frescos (siglos XIII y XIV), la estatua policromada de San Zeno, la puerta oeste con sus paneles de bronce que relatan escenas bíblicas y de la vida del santo veronés, el retablo de Mantegna (1457-1459) y la cripta del santo (lugar en el que se dice que se casaron Romeo y Julieta).