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SICILIA AL COMPLETO

  Sicilia es la isla más grande de Italia, separada del continente por el estrecho de Messina y bañada por el Mar Jónico, Tirreno y Mediterráneo.

  Es una de las joyas del sur de Italia, que se puede descubrir, conocer y vivir a través de una serie de rutas alternativas que, dependiendo de los gustos y necesidades, se pueden desarrollar a través de la naturaleza, la historia o la tradición.
Puerto de Levanzo
Pantellería - Arco del Elefante
  La naturaleza parece haber destinado a esta tierra todas sus maravillas: montañas, colinas y, especialmente, el mar, que con sus increíbles colores, la transparencia del agua y la belleza de sus fondos marinos no tiene nada que envidiar los mares del Caribe.

  En esta tierra, el Mediterráneo ofrece escenarios, olores y sabores únicos e intensos que sólo una naturaleza incontaminada es capaz de ofrecer. Un ejemplo de ello son las islas que rodean Sicilia: Eolias, Egadas, Pelagias, Ústica y Pantellería entre las principales.

  Sin olvidar de sus volcanes, símbolos de su naturaleza exuberante, algunos de los cuales se encuentran en activo, como el Etna y el Strómboli.

  Atractivo enriquecido también por restos arqueológicos que nos hablan de los orígenes antiguos de Trinacria (antiguo nombre de Sicilia) y sus numerosos monumentos, testimonios de un arte que ha sabido cimentarse en el curso de los siglos.

GASTRONOMÍA

  El fundamento esencial del arte de la cocina siciliana es la fusión de las culturas que han impregnado de sabores la isla. Desde griegos a españoles pasando por romanos y árabes todos han contribuido directa o indirectamente a modelar su gastronomía. Sicilia se ha adueñado de sus recetas haciendo estandarte de su cultura el uso de las diferentes técnicas y condimentos para crear una realidad gastronómica única que converge los diferentes paladares del mediterráneo.

  Es imposible no mentar las diferentes formas sicilianas de preparar la pasta, desde la pasta con le sarde palermitana,a la pasta ‘ncaciata mesinesa o la pasta alla Norma de Catania (con tomate, berenjenas y ricotta salada). Presente en las mesas sicilianas también serán los panes cunsato y el pane ca’meusa.

  Cada región de Sicilia tiene sus especificaciones gastronómicas, así la oriental tiene aún una influencia griega, con una preparación más sencilla y un uso de productos naturales de la huerta siciliana como la berenjena. Por el contrario la parte occidental de la isla tiene más arraigo árabe, con una preparación y variedad más rica, el refinamiento caracteriza esta región. La caponata di melanzane (berenjena) es un ejemplo del trato dedicado que requieren las verduras, o il falsomagro (chuleta de carne relleno de jamón, queso y huevo) o los involtini alla palermitana (rellenos de pan rallado, uva pasa, piñones, queso y aromatizado con laurel y cebolla). La dedicación de este tipo de cocina se explica como motivo de ostentación de la riqueza. Fueron los árabes, de hecho quienes introdujeron en Sicilia las diferentes especies utilizadas en la condimentación de las recetas isleñas, como el azúcar, los cítricos, la canela o el azafrán, además del arroz tan presente en las recetas del arancini (bola de arroz repleta de ragú de carne o guisantes o de jamón y queso) emblema de la cocina siciliana y siempre presente en las “Tavolas Caldas”.
  El pescado forma parte de la rica dieta siciliana. Así, el atún tiene un peso acusado, pero no hay que olvidar el pez espada preparado de muchas variedades diferentes y que encontraremos en cualquier mercado de pescado siciliano, con sus imponentes cabezas dibujando el panorama de las “pescherias”. Particular es la preparación a la ghiotta (cebolla, aceitunas, alcaparras y tomate) y el trapanés cuscus, version isleña del cuscus de origen magrebí realizado junto al pez.


  Atención especial merece la pastelería siciliana que sustenta la gastronomía en festejos y celebraciones y es uno de los hábitos curinarios más extendidos entre los sicilianos. De entre la variedad de dulces destacan los mazapanes (Frutta Martorana) con formas de frutas y aceitunas, los cannoli, y la cassata. De tradición árabe, pervivieron gracias a la tradición arraigada en los conventos que perpetuaron las recetas hasta que su consumo se extendió por toda Sicilia. Tampoco hay que olvidar los chocolates, tan sabrosos que muchos se exportan fuera de Italia, como el de Módica.

DE RUTA POR SUS LUGARES DE INTERÉS

Palermo

  Palermo, capital de Sicilia, es una joya cubierta del polvo de la historia, de las desgracias que han reportado los desastres naturales en forma de terremotos, y del lastre que han provocado la especulación inmobiliaria, la miseria y el paro o los crímenes de la mafia. Al final si obviamos estos apuntes que no explican la totalidad de la realidad palermitana, nos encontraremos con una asombrosa ciudad, repleta de piedras con historia, una amalgama de retales que forman el gran puzzle de estrellas que brillan en Palermo.
Plaza Quattro Canti
  Las dimensiones de la periferia de Palermo, hacen de esta metrópolis siciliana, la ciudad más grande de Sicilia (más de 800.000 h.), y unas de las más pobladas y ricas culturalmente del Mediterráneo Antiguo.

  Siendo una ciudad tan abigarrada, Palermo tiene un trazado poco regular, con calles estrechas, incluso las relativamente importantes, con distancias asumibles a menos que pretendamos cubrir en un día lo que bien necesita un mes. Si a esto unimos los asimétricos horarios de algunos de sus principales monumentos, cabe la advertencia de planear visitar Palermo zona a zona.

  Los itinerarios o rutas se pueden plantear por épocas, estilos, o simplemente por proximidad geográfica. Como casi siempre, lo más sugerente será callejear y descubrir Palermo a través de las sorpresas que depara cara esquina que se abre a tesoros menospreciados en las guías.

  Lo cierto, es que los vestigios de los diferentes conquistadores de la ciudad son tan variados que permiten coexistir la Mezquita arabo-normanda de San Giovanni degli Eremiti, con la genial catedral, la capilla palatina del Palacio Normando, o la plaza de Quattro Canti donde convergen las dos vías principales de la ciudad Vittorio Emmanuele y Vía Maqueda.

Palacio Zisa
  Bajando hacia el mar, bien sea desde Monreale, o desde la salida de la autopista, accedemos a Palermo a través de la Via Calatafami, eterna avenida que nos da una idea del tamaño de la ciudad. A los lados (y mal señalizados como es habitual en Sicilia), están dos visitas tan contrapuestas como atractivas. Por un lado las Catacumbas de los Capuchinos en el Monasterio homónimo, famosas por sus cuerpos embalsamados, que gracias a las rupestres pero eficaces técnicas de conservación muestran momias “disecadas” de difuntos. Por el otro la Zisa, palacio normando de arquitectura árabe recientemente restaurado que era residencia de los reyes normandos que gobernaban
Sicilia desde Palermo.

  Siguiendo Corso Calatafami nos encontramos con la Porta Nuova, al lado del Palacio 
de los Normandos, alzada en 1460 para abrir la principal arteria de Palermo, la Via Vittorio Emanuele. Su techamen cubierto de azulejos es sin embargo una reforma de estilo manierista de 1535, promovida por el virrey Colonna para conmemorar la entrada triunfal del emperador Carlos V tras la victoria en Túnez. La restauración de 1696 para “parchear” los destrozos del terromoto añadió los 4 moros.

  Via abajo enonntraremos la villa Bonnano a la derecha con el Palazzo Sclafani de 1330 en uno de sus esquinas (hoy sede de la Comandancia Militar) y el Hospital y Cuartel de
San Giacomo a la derecha.
  Seguidamente a la derecha encontramos la plaza de la Catedral. El edificio catedralicio, alterado continuamente no ha perdido sin embargo su majestidad. Fue basílica paleocristiana, mezquita árabe, y templo cristiano para los normandos. Unida por dos arcos a la torre del campanario, ofrece una preciosa foto panorámica.

  Sin perder el hilo de Ariadna de Vittorio Emanuelle, curioseando por los comercios, y haciéndonos cargo del intenso tráfico de coches, motos, motocarros, peatones, carros, etc…, llegamos a Quattro Canti (Piazza Vigliena). Cortada por Vía Maqueda, Emanuelle se abre a un armonioso espacio donde cuatro fachadas cóncavas de edificios del XVIII articulan en tres ordenes estatuas de los cuatro estaciones, los reyes españoles, y las cuatro santas palermitanas de cada distrito.

  Por la noche es imprescindible acercarse a la Plaza Pretoria, custodiada por el Palacio Senatorio, actual ayuntamiento y por la suntuosa Iglesia de Santa Caterina. En el centro de la plaza los jóvenes de Palermo se congregan alrededor de la fuente Pretoria mientras los turistas se fotografían sin parar.

  A la salida de la plaza Pretoria llegamos a la Plaza Bellini circundada por el Antiguo Teatro y hoy pizzería, y por la preciosa iglesia normanda La Martorana, además de la Iglesia de San Cataldo.
San Cataldo
  Al otro lado de Vittorio Emanuelle, hallaremos entre callejuelas, el fascinante mercado de la Vucchiria. Su nombre deriva del francés, boucherie, es decir carnicería. Creció a partir de los siglos X-XII alrededor de la plaza Caracciolo y la vía Argentería. Los puestos de fruta, pescado, carne, quesos, especias, gangas, etc.. adquieren un halo mágico cuando cae la noche y los puestos encienden sus enormes focos y la luz se refleja en sus carpas rojas. La mezcla de olores y colores es tan indescriptible como inolvidable.

  Con tranquilidad también podremos curiosear en el Museo internacional de Marionetas, con muestras de marionetas de todo el mundo, destacando los pupas sicilianos.
  La oferta cultural de la capital de Sicilia viene enriquecida con el Teatro Politeama ante la eterna remodelación del Teatro Massimo del siglo XIX. El Museo Arqueológico de Palermo recoge piezas de todo tipo, centrándose en los restos hallados en las excavaciones de toda la isla.
Teatro Massimo
  Dominando desde la distancia se alza el Monte Pellegrino y a sus pies el parque afrancesado de la Favorita, pulmón del ajetreo y tráfico de Palermo. Si seguimos adelante hallaremos la ensenada y la playa de Mondello donde los palermitanos ahogan el calor de los veranos en baños diarios y en fiestas y copas por la noche.

  A 11 kilómetros de Palermo se encuentra Monreale, punto inexcusable de visita. Su monasterio benedictino, con su majestuosa catedral y su claustro suponen la culminación del arte arabo-normando en Sicilia.

Catacumbas de los Capuchinos

  Situadas bajo el homónimo convento en Vía Cappuccini, en las afueras de Palermo, las catacumbas de los Capuchinos son una de las visitas turísticas más dispar y morbosa.

  Desde el siglo XVII los frailes comenzaron a enterrar en las catacumbas a los palermitanos que podían costearse el costoso proceso de momificación que descubrieron los monjes. Básicamente los pasos que llevan a la conservación de los cadáveres pasan
por mantener el cadáver en una cueva de ambiente muy seco para que el cuerpo “sude” la humedad durante ochos meses, para posteriormente exponerlo al sol tras un baño de vinagre en una terraza hasta que la piel se acartone, dotando a los gestos de la cara de muecas grotescas y desencajadas.
  Inicialmente todos los cuerpos tenían ojos de cristal que los soldados estadounidenses saquearon tras el desembarco en Sicilia durante la II Guerra Mundial.

  La mayoría de las momias expuestos en las catacumbas (unos 8.000) datan del siglo XIX. Ataviados con sus mejores galas, las momias se colocaban en hileras, de pié, tumbadas o colgadas y ordenadas por sexo, edad y condición social. Guy de Maupassant describía con horror la experiencia que le produjo la visita a las catacumbas de los capuchinos de Palermo.

  Son especialmente macabras las momias de los niños, en especial la de una niña de dos años embalsamada en 1920 y cuyo cuerpo se conserva casi intacto, aunque la sensación desagradable se hace cómica e histriónica ante el continuo desfile de visitantes que acomparsan la ruta, y el estado y hábitos de los esqueletos.

Finalmente aquellos fieles del Gattopardo pueden visitar el cementerio contiguo a la entrada a las catacumbas de los capuchinos, donde está enterrado el príncipe de Lampedusa.

Catedral de Monreale

  En el extrarradio de Palermo y sobre el denominado Mons Regalis que fue una finca de caza de los reyes normandos, hallamos la Catedral de Monreale. Bajo la sugerente excusa de que un sueño-visión en el cual encontraba un tesoro oculto por su padre, el rey normando Guillermo II llevo a cabo la construcción de una de las catedrales más bellas de Europa.

  Musta’izz bi’llah “El que exalta a a Dios” como gustaba autodenominarse el rey normando, tenía minada su autoridad ante la ostentación de poder del arzobispo inglés de Walter of the Mill, que había recabado apoyos entre la nobleza local. Con objeto de combatir ese foco de poder, el rey Guillermo II financió las obras de la catedral de Monreale contentando al Papado de tal manera que el Papa condeció su bendición convirtiendo el templo en Catedral y al Abad en Arzobispo desafiando la autoridad de Walter.

  La consecución de una obra fue sumamente veloz ya que en diez años las obras fueron acabadas, constituyendo un misterio su financiación. Sea como fuese la catedral de Monreale se convirtió en el edificio normando más importante de Europa, al tiempo que significó una simbiosis de la aplicación de las corrientes artísticas árabes y europeas conjuntando los mosaicos medievales más grandiosos de toda la Edad Media.

  La sublimidad de la obra no es apreciable desde el exterior aunque para las puertas de bronce (1186) se recurriera a Bonanno de Pisa, autor de la famosa torre homónima quién retrato en sus 46 paneles escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento.

  Los mosaicos del interior de la catedral de Monreale necesitaron 2.200 Kg de oro y cubren casi 6.000 metros cuadrados de superficie. No fueron finalizados hasta 1182 y
participaron artistas griegos, bizantinos sicilianos y probablemente artistas venecianos enviados por el Papa para los mosaicos posteriores de la nave y los muros.

  La temática abarca la Creación hasta la Pasión de Cristo, siguiendo una cronología lineal en el sentido de las agujas del reloj. El ábside lo preside un Pantocrator que corona la jerarquía de Virgen, ángeles y santos.

  Los transeptos contienen los cuerpos de los Reyes Guillemo I y II al sur (derecho), y de Margarita, Roger y Enrique, la mujer e hijos de Guillermo I al norte (Transepto izquierdo).

  Aparte de los tesoros que se encuentran contiguos a las tumbas, se hace imprescindible subir los 180 escalones que llevan al tejado y que nos permiten admirar los claustros desde lo alto además de ofrecernos una panorámica de Palermo desde Monreale.

  Los claustros de Monreale, a los que accederemos desde fuera de la catedral son parte del monasterio benedictino adosado a la catedral. Los arcos porticados contienen 228 columnas ricamente decoradas capiteles románicos del siglo XII obra de albañiles borgoñeses y provenzales, y con iconografías que combinan lo religioso, con lo pagano, los elementos clásicos y la mitología popular.

Playa de Mondello

  A apenas 13 km del centro de Palermo se halla la playa de Mondello, en una ensenada a los pies del monte Pellegrino, punto de ocio y escape del ajetreo de la ciudad. Por el día su playa es frecuentada por los palermitanos y por los numerosos turistas que ya desde Abril abarrotan las pensiones y hoteles de Palermo.

  Igualmente la noche induce a los más noctámbulos a tomar unas copas en sus terrazas del pequeño muelle de Mondello, donde los atraques del puerto deportivo han desbancado a las barcas de los pescadores.
  Lo cierto es que este pequeño pueblo costero fue en los años veinte residencia de los más adinerados burgueses palermitanos que construyeron casas modernistas del estilo
Liberty Siciliano.

  De su pasado pesquero se puede contemplar la torre cilíndrica del siglo XV, los restos de la antigua almadraba, y la torre de vigilancia del fico d’India. Entre 1890 y 1910 Mondello se transformó en una localidad turística, se procedió a sanear los pantanos gracias a la iniciativa del príncipe Francesco Lanza di Scalea, socio de una empresa de transportes italo-belga que conectó Palermo con la villa costera. el proyecto de lugar residencial para los más adinerados con el balenario, villas y un gran hotel sólo lo pudieron gozar unos afortunados que durante la Belle Epoque hizo de Mondello un centro cosmopolita de turismo. 

Sin embargo las dos guerras mundiales, la masificación del turismo y la expansión de Palermo hicieron que el paraíso se llenara de fieles, siendo hoy día un lugar algo menos tranquilo de lo que fue antaño.


Cefalú

  Cefalú es pese a su tamaño uno de los puntos más visitados por los turistas y viajeros que vienen de vacaciones a Sicilia. Su paisaje de pequeño puerto pesquero sobre el apacible Tirreno es a menudo campamento para las rutas por la isla, y sus largas playas de arena dorada que se extienden hacia las bahías de Aranciotto y de Settefrati, con su siete farallones (que según la leyenda local son los cuerpos petrificados de siete hermanos que acudieron inútilmente para auxiliar a una bellísima mujer) son muy estimadas por nativos y foráneos.

  Al período helenístico-romano pertenecen las murallas aún visibles frente al mar. Los árabes conquistaron el asentamiento bizantino, que la gobernaron hasta el inicio del
siglo XI, cuando los Normandos reconquistan Sicilia. Los signos de la dominación normanda son tan numerosos que no es casual que Cefalú sea llamada la “ciudadela normanda”. El edificio más importante es sin duda la catedral, del inicio del siglo XII; la tradición dice que su construcción fue decidida por Rogelio II, desembarcado milagrosamente en la costa luego de haberse salvado de una tempestad.

  La catedral normanda es el centro neurálgico de Cefalu, bajo la sombra de la Roccagran roca de piedra, con forma de cabeza (Cephaloedium), que da nombre a la ciudad, y sobre cuyas laderas se encuentra el Templo de Diana.

  En la piazza del Duomo se encuentran el antiguo Monasterio de Santa Caterina, actual ayuntamiento, y la fachada del Palacio Episcopal así como el palacio Piraino.

  El Corso Ruggero es la calle principal del casco viejo, marcaba los límites de la ciudad durante la Edad Media. Hoy se alinean iglesias barrocas y palacios nobles a ambos lados de la calle. Aquí se encuentran las tiendas más elegantes de la ciudad.

  Tampoco debemos dejar de ver en Cefalu el Museo Madralisca, el Bastión del cabo Marchiafava, el Lavadero público medieval, el Osterio Magno con su ventanal, las estrechas callejuelas medievales empedradas que nos harán perdernos hasta encontrarnos con el mar o la catedral.


  En el puerto viejo se puede disfrutar de las mejores vistas del núcleo antiguo. Ahí también se halla la Porta de Pescara, una de las cuatro puertas de acceso a la ciudad en en el XVII.

  Entre tantas especialidades de pescado que les puede ofrecer la cocina de Cefalú, cabe reseñar las “anchoas de la duquesa”, un guisado hecho con anchoas, pan de molde, ajo, cebolla, perejil, aceite y vinagre, que se despalma sobre una rebanada de pan, tal vez añadiendo un poco de mantequilla.

Reserva Natural dello Zíngaro

  Como un vergel atemporal, la Reserva natural dello Zíngaro guarda el precioso tesoro de un paraje salvaguardado de las fauces de la construcción masiva que prolifera en las barrios periféricos de las ciudades sicilianas.
  Convertida en área protegida, la primera de Sicilia, en 1981 tras una masiva manifestación ecologista que pretendía parar el proyecto de carretera entre Scopello y San Vito lo Capo, su tamaño (1650 hectáreas) permite degustar al turista (previo paso por caja) de unas rutas entre pequeñas calas de aguas azuladas, playas de piedras blancas, altos y abruptos acantilados y vigorosas montañas que acogen a especies de fauna y flora local.

  El acceso más frecuentado es de Scopello, un par de kilómetros después de la Tonnara, ya que está cerca del desvío de la autopista de Castelmare del Golfo, si bien al norte, en San Vito lo Capo se puede hacer el camino inverso, llegando hasta Torre dell’Impiso.

  Si entramos por Scopello podemos dejar el coche en el parking de la entrada, y comer en un área de pic-nic ya dentro de la reserva. Aún así, hay lugares más evocadores donde comer el bocadillo.

  Con la llegada de la primavera es usual encontrarse gente que viene a probar baños relajados en sus calas, si hacemos un pequeño esfuerzo pasaremos la playa de Punta Capreria, para ir a las menos populosas Calla della Disa, Berretta, Marinella o Torre
dell’Uzzo.

  Las rutas por senderos son muy recomendables para aquellos que deseen perderse ascendiendo montañas para ver desde lo alto los tonos despampanantes de sus caletas.

  Conviene nutrirse de agua abundante y protección solar, además de gorro o visera, ya que el siempre sol castigador acentúa su poder bronceador con la brisa marina y el calor concentrado entre la hierba. 

  Además de no existir demasiados puntos para abastecerse de refrigerio, apenas existe sombra donde resguardarse.

  Se pueden emprender pequeñas rutas para acceder a las diferentes calas que se distribuyen a lo largo de la reserva. Para aquellos más caminantes, o de secano, se pueden hacer rutas de hasta 8 horas (10 km) a lo largo de lo Zíngaro. Las restricciones que a veces imponen los responsables de la reserva hacen que lo mejor sea improvisar a la hora de elegir una ruta. En la entrada nos proporcionarán un mapa con las opciones para optar por un paseo ligero, un baño tranquilo, o un polizón. 

  Unas 670 especies de plantas, arbustos y árboles conviven aquí, siendo frecuente encontrarnos con la singular palmera enana, planta endémica de Sicilia, única en el continente europeo.

  La reserva dello Zíngaro posee 39 especies de aves, destacando los rapaces halcones peregrinos, águilas de Bonelli, buitres leonados, y aves marinas como la pardela cenicienta, la pardela pichoneta, o el paiño, el ave marina más pequeña.

  La gruta Uzzo posee un plus de interés ya que en ella se encontraron los primeros restos de asentamientos humanos en Sicilia.

Segesta

  Situada en medio de un paraje eminentemente rupestre, la antigua ciudad griega de Segesta parece tutelada por los rebaños de pastores.
  Su origen es aún incierto y foco de discusiones entre los historiadores. Segesta fue poblado por los elimos (elimi), un pueblo anterior a los griegos, que helenizaron el asentamiento del XII a.c a su llegada a Sicilia. Desde el 580 a.C. se tiene constancia de las continuas disputas con la colonia de Selinunte. Tras la derrota sufrida pese a la ayuda ateniense, los cartagineses ofrecieron su apoyo a Segesta, destruyendo la rival Selinunte además de Agrigento, Gela e Himera en el 409 a.C.

  Posteriormente, viéndose obligada por Siracusa a rebelarse contra Cártago, fue destruida en el 306 a.C. De lo que actualmente se puede reconocer de la griega Segesta destaca sobremanera el templo dórico. Pese a su grandiosidad y su perfecto estado de conservación el templo está inacabado.

  Existen tesis que defienden que la guerra entre Segesta y Selinunte provocó la escasez de recursos que acabo posponiendo la finalización del templo. Sin embargo, actualmente hay cierto consenso sobre la teoría que promulga que no se trata realmente de un templo, si no de una columnata levantada para solemnizar un lugar ya sagrado para los elimos. El conjunto lo forman 36 columnas coronadas por un arquitrabe liso y un friso dórico con metopas y triglifos, con unas medidas de 61x26 metros de largo.

  Además del templo, si seguimos un sendero desde el Monte Bárbaro podremos ascender hasta la colina donde se ubica el teatro griego. La subida a pie de casi dos kilómetros
merece la pena, aunque sea sólo para sacar unas fotos panorámicas del templo a lo lejos entre el campo bicolor. La otra opción es comprar un billete para que el autobús nos lleve en unos minutos al teatro de Segesta.
  Construido en la segunda mitad del siglo III a.C. su cavea de 63 metros se orienta hacia el norte, en contra de lo habitual en los teatros griegos. Esta peculiaridad se debe a las deslumbrantes vistas que ofrecen las gradas de las colinas con el teñido de azules Mar Mediterráneo. En verano se llevan a cabo representaciones de teatro clásico y si tenemos la suerte de coincidir con una de ellas conviene no perdérselas, aunque sólo sea por retroceder 25 siglos atrás.

  Sobre el mismo promontorio se esparcen restos de un castillo normando del XII, una mezquita, y una iglesia del siglo XV, que sin una explicación previa (los ruinosos paneles informativos están casi borrados) nos dejarán fríos.

  Debido a que Segesta se halla en un paraje recóndito, su acceso es difícil si carecemos de coche. Desde Palermo sale un único tren diariamente al amanecer que regresa al mediodía. Desde la solitaria estación podemos llegar a pie hasta el templo paseando y gozando de la naturaleza.

Trapani

  Famosa por sus salinas o por su procesión de la Addolorata, la antigua Drepana, denominada así por los griegos por su forma de hoz en la cual se levantó el asentamiento, conserva en sus calles sinuosas repletas de fachadas barrocas la esencia de una Sicilia creada por muchos pueblos.

  Importante puerto fenicio, los romanos no pudieron evitar la decadencia de Trápani cuando vándalos primeros, bizantinos y musulmanes después la conquistaron progresivamente. Fue a partir del siglo IX bajo el dominio de los muslmanes cuando los artistas orfebres y del coral impulsaron la actividad marinera de Trápani. Fue tal la influencía de los árabes que hoy la gastronomía refleja con sus platos el grado de arraigo que ha quedado impregnado en toda la provincia. Conquistada por los normandos en el 1077, Trapani recibió un nuevo impulso económico por parte de los aragoneses, gracias sobre todo al comercio de sal, coral, y conservas de atún, y sobremanera al ser punto de paso de los cruzados. Fue Visitada por el emperador Carlos V tras su victoria de Túnez, quién la doto de un nuevo complejo defensivo. Pese a convertirse en capital de provincia en 1817, Trápani perdió su esplendor de antaño.

  Llegando desde la autopista de Palermo, accedemos a la periferia que nos conduce al Trápani. Tanto el Santuario de la Annunziata como el Museo Pepoli merecen retrasar la visita al centro de la ciudad.

  Desde Trápani hasta Marsala se extienden las salinas. El cultivo de la sal ha dotado la región de un sello diferenciador que ha determinado las relaciones económicas, sociales y paisajísticas entre los habitantes de la provincia de Trápani y su entorno.

  El itinerario denominado “Via de la Sal” enfila su hilera irregular de molinios que dibujan un paisaje que Cervantes ya evocó. Los túmulos de sal, cubiertos de tejas de terracota parecen mantas que salvaguardan la sal. En Nubia, en el territorio de las salinas de Paceco, podremos visitar el Museo de la Sal, situado en un antiguo molino.
  Su sencillez respecto al volumen de piezas se ve paliado por la rica explicación de su guía (en italiano), quién nos introduce en los antiguos y nuevos sistemas de explotación de las salinas, las “mágicas” propiedades de la sal aplicadas a la medicina o la gastronomía, y su importancia económica en el Mediterraneo hasta la decadencia debida a la improductividad y la competencia de las salinas de Cagliari.

  Actualmente aún se extrae sal de forma artesanal, de modo sombólico, generando un tipo de sal de gran calidad, y de coste a precio de oro.

  Las salinas, rosaceas, parecen rebaños pastoreados por los viejos molinos, cuyas aspas pese a no girar, vigilan los montículos de sal recogidos mediante sistemas de extracción mecánica. Al atardecer, los molinos despiden al sol, que ocultándose tras el mar mancha de tonos rojos las últimas líneas de cielo de Trápani.

  Desde la localidad de Trápani existe también la posibilidad de tomar un barco a las vecinas islas Egadas o Ágatas (Edgadi en Italiano), sin duda una visita de lo más recomendable si tenemos tiempo para ver el lugar, y nos apetece disfrutar de las cristalinas aguas que en esta parte del Mediterráneo se nos presentan, ideales para la práctica del buceo y esnórquel. El archipiélago de las Islas Egadas se compone de tres islas principales: Favignana, Marettimo y Levanzo, además de otras islas menores. Aquí, el turismo apenas se percibe, y sus habitantes todavía conviven como antaño, viviendo de sus recursos naturales, principalmente de la pesca.

Erice

  Erice se levanta sobre el Monte San Giuliano, a 751 metros de altura. Esta condición hace de la ciudad una de las más atractivas de Sicilia, por ofrecer hermosas vistas sobre las localidades vecinas y las Islas Egadi.
Vista de Trápani y funiculares desde Erice
  Además de su belleza natural, Erice destaca por el estilo medieval todavía presente en sus calles y edificios. Según la leyenda fue el hijo de Afrodita quien fundó la ciudad, erigiendo un templo en la cima dedicado a su madre. Lugar de culto y veneración, hoy allí perdura el Castillo de Venus, con murallas del siglo XII sobre las ruinas del antiguo templo.
  Gran parte de la estructura actual de la ciudad data de la época normanda (1167), cuando se edificaron palacios, murallas, iglesias, las puertas de Trapani, Spada y Cármine, y otros monumentos históricos de la ciudad.


  Se puede llegar a Erice desde Trapani en funicular, que parte del valle en Vía Capua. Las vistas desde allí son realmente atractivas, y se llega hacia el punto más alto en tan sólo 10 minutos. Otra opción es llegar a Erice en coche, en un recorrido de 14 kilómetros por la ruta SS113. El trayecto dura unos 18 minutos y desde la carretera también se obtienen increíbles vistas panorámicas.

Marsala

  Al sur de Trápani, después de dejar atrás las salinas rosaceas que se enfrentan a la isla fenicia de Mozia, la carretera nos lleva a Marsala. Su nombre nos es conocido, bien por las aventuras del desembarco de Garibaldi en Sicilia, o bien por sus renombrados vinos. Sin embargo el viajero poco conoce de este antiguo asentamiento fenicio formado por los supervivientes de la colonia de Mozia, destruida por Dionisio de Siracusa en el 397 a.C.

  Dicen que Marsala fue la ciudad fenicia más importante con una muralla de seis metros que rodeaba la ciudad y horadada por un sinfín de subterráneos que permitían la huida en caso de asedio. Dicho asedio se produjo por parte de los romanos quienes no fueron capaces de tomarla hasta que diez años de agotamiento hicieron que Marsala pasara a
manos de los romanos.

  Bajo su dominio, Marsala fue un importante enclave del Mediterraneo, dada su posición estratégica mirando a África. 

  Reconvertida en ciudad árabe (Marsa Allah), fue reforzada por los normandos, y secularizada por los aragoneses a cuya época pertenecen muchas de sus iglesias. Carlos V tomó la decisión de cerrar la ciudad al mar, para evitar los
ataques corsarios, llevando a la ciudad al declive económico.

  En 1860 Marsala volverá a ser una ciudad conocida gracias al siempre nombrado en sus calles Garibaldi. 

  Además del Casco antiguo, lleno de comercios de venta de productos típicos, recomendamos callejear hasta toparnos con la catedral, o acabar en la Porta Nova. Las casas bajas, típicas de puerto marinero de Marsala se nos hacen amigables, y nos hacen valorar más los palacios, la iglesia de planta circular de la Addolarata, el Museo de los Tapices, o el arquelógico. Si es muy afortunado, encontrará abierto el Parque Arquelogico grecorromano, conjunto de casas romanas con mosaicos muy alegres, como el de la “Medusa“, o los restos de las estancias termales de la Marsala romana.

  El casi siempre presente sol anima a comprar un pedazo de queso, abrir un buen vino, y comer cual Lazarillo de Tormes en la tranquila Marsala.


Selinunte

  Selinunte es el nombre que dieron los romanos a la antigua Selinus griega, sin duda es uno de los enclaves arqueológicos más destacados del Mediterráneo, y sobre todo el yacimiento griego más extenso. 

  La belleza del lugar es tan sólo comparable con la de Segesta o Siracusa, y pese a su aparente estado de degradación, una visita guiada nos permitirá hacernos a la idea de la importancia que tuvo en su momento la colonia griega. Los trabajos de recuperación del entorno, con la construcción de colinas artificiales en su perímetro, han buscado encontrar la calma que había perdido el parque con la construcción de una carretera cercana.
  Según el historiador ateniense Tucídides, Selinunte fue fundada por colonos de Megara Hyblaea (en la costa oriental de Sicilia), en el siglo VII a.C., unos cien años después de la fundación de Megara. Su nombre deriva de una planta endémica de la zona, el Selinon o apio que crecía en la zona, y que figura en las monedas de la ciudad. Durante este tiempo, la población creció hasta 25.000 habitantes, convirtiéndose en un potente centro comercial de la Magna Grecia, y una de las mayores ciudades helenísticas. Su situación privilegiada cerca del mar le permitía controlar el tráfico marítimo de la zona, a la vez que las tareas agrícolas y la cría de caballos consolidaba su economía.

  Selinunte vivió un conflicto permanente con Segesta, ciudad aliada de Atenas, y cuya expansión no era compatible con la de Selinunte. Una vez derrotados los atenienses por los siracusanos, Segesta pidió ayuda a Cartago. En el 409 a.C. la ciudad fue asediada durante 9 días por una armada de 100.000 cartagineses desembarcados en Sicilia. La derrota supuso para Selinunte 16.000 muertos y 5.000 prisioneros esclavizados, según los historiadores cohetaneos. Los templos fueron saqueados y muchos edificios parcialmente destruidos.

  Pese a que destruyeron las murallas para evitar nuevas defensas de Selinunte, se permitió a los habitantes sobrevivientes que continuasen en la ciudad como tributarios de Cartago. Unos pocos miles, se establecieron en la ciudad bajo dirección de Hermócrates. En 405 a.C. el tratado entre Cartago y Dionisio I de Siracusa confirmó a Selinunte como posesión cartaginesa, pero la ciudad ya no recuperó su antiguo poder.

  Además, durante la primera guerra púnica, fue de nuevo destruida en la huida de los cartagineses ante los romanos. Posteriormente pequeñas comunidades de monjes heremitas habitaron los restos de la acrópolis en periodo bizantino, cayendo un velo de olvido sobre la gran ciudad griega, que incluso pudo sufrir algún terremoto que terminó por mermar los cimientos de la ciudad, hasta que en el siglo XVI, el historiador F. Fanzello la identifica de nuevo. No será hasta el siglo XIX cuando los trabajos de arquelogía saquen los restos a la luz.
  El complejo arqueológico actual se divide en cuatro zonas: Los Templos Orientales, La Acrópolis, La Ciudad Antigua, y el santuario de Malophoros. Hay que aclarar que los templos se nominalizan con letras ante la imposibilidad de catalogar con exactitud a la divinidad a la que honraban.

  La cercana cantera de las Cavas de Cusa ha permitido analizar el proceso de extracción de la piedra hasta los templos. Una excursión paralela a las Cavas, en un paraje de naranjos y olivos, nos transmite la grandiosidad de los trabajos de extracción de piedra que quedaron paralizados drásticamente con la destrucción de Selinunte.

  Los Templos Orientales, en la entrada por el acceso del Este son los que mejor representan la importancia de Selinunte.

  El templo G, dedicado a la divinidad de Apolo o Zeus contaba con un persitilo de 46 columnas de 16 metros de altura por 10,5 de circunferencia, que le conferían un tamaño de unos 110 x 50 metros, siendo uno de los más grandes de la antigüedad y rivalizando en dimensiones con el Partenón de Atenas. Se inició en el 580 a.C, y cien años después cuando la ciudad fue destruida, aún estaba inconcluso. Actualmente una columna restaurada en 1832 se erige solitaria para que los visitantes pueden intuir la grandeza del templo.

  A la izquierda del camino están los templos E, F, el segundo, además de ser el más pequeño es el peor conservado, dataría del 560 a.C. y está asociado a la divinidad de Atenea. A su lado, el templo E, de estilo Dórico, pertenece al siglo V a.C., y por una inscripción sabemos que estuvo consagrado a Hera. Con unas medidas de 67 x 25 m, dispone de 6 columnas en el frontal y 14 en los laterales. El templo, que fue derruido por un terremoto, se rehizo en 1960 de una manera un tanto ortopédica, reintegrando los basamentos esparcidos por el suelo.
  Siguiendo a pié el camino, siempre en dirección al mar, la imagen de la acrópolis sobre el mar es una de las vistas más imborrables de Sicilia. La acrópolis, sobre una explanada irregular, fue otrora rodeada por muros y torres que le conferían un cariz defensivo ante la amenaza constante de Segesta. Los restos de seis templos definidos y una serie de templos y edificios de menor tamaño se articulaban sobre el plano de dos ejes perpendiculares. En la zona púnica hallamos restos de un área de sacrificios en cuyas losas se observa el signo de la Diosa Tanit.

  Los templos O y A, los más cercanos al mar, dóricos, de planta períptera exástila, se vinculan a Cástor y Pólux, y se fechan en el 490 a.C. Mientras el Megaron y el templo B, tienen columnas jónicas y friso dórico. Este último templo parece que se dedicó a Empédocles, filósofo de Agrigento y gestor de las obras de drenaje de Selinunte.

  En la explanada de la acrópolis se alza el templo C, fechado en el siglo VI a.c. en congratulación con Apolo. En 1936, el mismo proceso de anastilosis del templo E. De estilo dórico arcaico, posee 6 columnas en el frontal y 17 en el lateral. Las metopas conservadas y una grandiosa máscara de Gorgona se exhiben en el museo de Palermo.

  Retocediendo hacia el norte, está el templo D, muy similar al anterior. Desde aquí accedemos a la parte de la acrópolis donde se ubicaban las viviendas, el mercado y los talleres artesanales. Junto a la entrada de la acrópolis, recientes excavaciones han permitido hallar restos de la que paso a utilizarse como Necrópolis tras la destrucción de Selinunte en el 409 a.C.

  Ya fuera, de la acrópolis en dirección Oeste atravesamos el río Modione, donde se ubicaba uno de los puertos de Selinunte, para visitar el santuario de Malophoros (siglo VI a.C.), dedicado a Deméter, diosa de la fertilidad. Sus dos altares y el templo, con una fuente sagrada, conservaron su uso incluso después de la caída de la ciudad.

Agrigento

  Agrigento posee el conjunto de templos griegos mejor conservado del mundo. El valle de los templos de Agrigento, (antigua Akragas) declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO fue descrito por Píndaro como “la más hermosa de las ciudades mortales”.
  Fundada en el 580 a.C. conservó su esplendor hasta el 406 a.C. cuando los cartagineses sitiaron y saquearon la ciudad que albergaba 200.000 habitantes. De nuevo en época romana Agrigento gozó de importancia en el siglo III a.C. hasta su decadencia final con la llegada de bizantinos y cristianos que arrasaron sus templos paganos. 

  Agrigento posee además un museo arqueológico enormemente rico. El paisaje de almendros mezclado con los crepúsculos solares convierte al valle de los templos en un paraje idílico, si bien en estaciones vacacionales y sobre todo en las horas centrales del día la afluencia puede llegar a ser agobiante. Las dos primeras quincenas de Febrero Agrigento acoge el Certamen Internacional de Folclore durante los festejos de la Sagra del Mandorlo in Fiore.

  Los templos griegos de Agrigento son todos de estilo dórico y si bien su estado de conservación varía en función de cómo les afectaron terremotos y expolios, merece la pena no pederse nada del itinerario.

  Dominando la cima del Valle de los templos se encuentra el templo de Juno, precedido por un gran altar para sacrificios. Data del 450 a.C. y conserva la fila de columnas septentrional y parcialmente la de los otros tres lados. En época romana fue restaurado tras un incendio que dio color a las piedras de la cela.

  A través de un camino empedrado seguiremos el recorrido hasta el Templo de la Concordia. Es el templo mejor conservado, con 42 metros de largo por 19,5 de ancho y que fue levantado entre el 450 y el 400 a.C. Denominado así por una inscripción latina encontrada e su entorno, es muy probable que el templo de la Concordia estuviese dedicado a Cástor y Pólux. Consta de 34 columnas, antiguamente recubiertas de estuco blanco y conserva las arcadas abiertas entre las columnas ya que desde el siglo VI fue empleado como basílica cristiana. Posteriormente en 1748 el templo de la Concordia fue restaurado.
  Más adelante a la izquierda se halla la Villa Aurea, sede hoy de la dirección de la zona arqueológica y que posee restos de una necrópolis bizantina con enterramientos subterraneos además de la necrópolis Gianbertoni, de época helenística con enterramientos de sarcófagos.

  El Templo de Hércules es el más antiguo de los templos conservados en Agrigento, fechado en el 510 a.C. Restaurado en 1924, se levantan sobre su base 8 de las 38 columnas originales.

  Si nos desviamos momentáneamente del recorrido hallaremos la Tumba de Terón, monumento funerario del siglo I a.C., con planta cuadrada coronado por una torre con las puertas ciegas talladas en piedra calcárea y columnas dóricas coronadas por capiteles jónicos en los ángulos.

  Volviendo al camino llegaremos al Templo de Júpiter Olímpico, gigantesco edificio con una planta de 112,5 m de largo por 56 de ancho que nunca fue finalizado y cuyas dimensiones sólo eran superadas por el templo de Artemisa de Éfeso. Además de poseer columnas de 17 metros de altura y 4,2 de diámetro estaba adornado con 38 estatuas de
Atlantes de casi 8 m. de altura. Junto al templo podremos observar la reproducción de uno de estos Atlantes cuya pieza original se encuentra en el museo junto a una maqueta
del templo original. En realidad el templo sirvió de cantera en el siglo XVIII para la construcción del muelle de Porto Empèdocle.

  Tras el templo de Júpiter se encuentra el Templo de Cástor y Pólux, reconstruido en el XIX con elementos combinados de otros templos. Tras su construcción en el siglo V a.C. este templo de 34 columnas fue gravemente dañado por el saqueo de los cartagineses y más adelante por los terremotos.
  En el fondo de este túmulo se halla finalmente el Templo de Vulcano, que aún conserva dos columnas y el basamento. Los restos de su rica decoración de arcilla policromada se conservan en el museo arqueológico.

  Volviendo nuestros pasos hacia la ciudad moderna de Agrigento encontraremos el Complejo del Museo Arqueológico y la iglesia de San Nicola desde donde disfrutaremos de una panorámica global de todo el Valle de los Templos.

  Inmediatamente al lado de la iglesia divisamos una estructura excavada en la roca, lugar de consejo de los ciudadanos para tratar asuntos públicos y denominado Ekklesiaterión.

  Muy cerca de la localidad de Agrigento, merece la pena visitar la playa de Scala dei Turchi, famosa por situarse bajo una ladera de roca blanca esculpida por el mar y el viento formando una serie de terrazas naturales, por las cuales es preciso caminar para acceder a esta playa, por cierto muy concurrida en época estival.

Enna

  Situada en el centro de Sicilia, su posición a 1000 metros sobre el nivel del mar, permite dominar toda la provincia, e incluso en días despejados los dos extremos de la Sicilia, el Volcán Etna y Erice.

  La procesión de Viernes Santo de Enna despierta tanto a creyentes, como a ateos, un sentimiento de solemnidad, palpable en los gentíos que acompañan la procesión. Fueron los españoles quienes en el siglo XVI introdujeron estas procesiones que llevan a cabo 15 cofradías enraizadas con los diferentes gremios profesionales. En silencio, el turista puede pensar por momentos que no ha salido de España, y que los cofrades cubiertos por sus capirotes casi siniestros, portan a sus imágenes hacia cualquier iglesia de Castilla o Andalucía

  Sin embargo, no es sólo el folclore el único aliciente de Enna, ya que la ciudad dispone de importantes vestigios arquitectónicos como el Castillo suevo-aragones di Lombardia.
  Enna o Henna como originalmente se denominaba a la colonia fundada por los colonos griegos de Gela que en el 664 a.C. fue denominada hasta 1927, cuando adquirió la importancia de capital de provincia, Castrogiovanni, a iniciativa de Mussolini.

  Gracias a su situación privilegiada y a su compleja estructura militar fue uno de los principales puntos de defensa de la Sicilia medieval. De hecho Enna fue sucesivamente asediada y conquistada por bizantinos, árabes, suevos y aragoneses. El castillo actual se construyó sobre uno árabe que restauraron los normandos.

  Fue Federico II de Suevia quién fortificó el relieve irregular de Enna con un sistema de veinte torreones de los que se conservan tan solo seis. El más alto, el de Pisana ofrece las vistas más privilegiadas de la ciudad.

  Sobre un promontorio cercano al castillo se halla la Rocca di Cerere, cuna del culto a la Diosa Ceres (siglo VII a.C.) del que sólo se conservan las bases.

  Caminando por vía Roma se llega a la Catedral de Enna, dedicada a la virgen Maria en 1307 por Leonor, mujer de Federico II de Aragón. Un grave incendio en 1446 destruyó la catedral que tras la restauración sólo conserva el ábside original. La fachada levantada sobre una escalinata se cubre con una verja trabajada con motivos mitológicos. Ya en el interior, impresiona su amplitud y la variedad de estilos, con columnas de roca basáltica que separan las tres naves, un púlpito manierista del siglo XVIII, una verja del harén de un castillo árabe, mármoles policromados, y la Virgen de la Visitación, patrona de Enna, escultura del siglo XV que cada 2 de Julio es sacada en procesión sobre una carroza ricamente adornada denominada “la nave de oro”.

  Adosado a la catedral de Enna se encuentra el Museo Alessi que cuenta con el tesoro de la catedral, obras de la orfebrería siciliana y una destacada colección numismática.

  Al final de la ciudad encontramos la torre de Federico II que formaba junto al castillo la línea de fortificaciones que consolidaron los aragoneses.

Caltagirone

  Entre pueblo y ciudad, Caltagirone es de ese tipo de tesoros que conviene descubrir y degustar con paciencia y dedicación. Situada en la provincia de Catania en la comarca de los Montes Ibleos, las guías destacarán de Caltagirone la escalinata de cerámica por encima del resto de espacios.

  Cierto es, que la denominada “Capital de la Cerámica” focaliza su promoción turística en la imagen de centro productor de cerámicas, cuya tradición fue impulsada esencialmente por los musulmanes sicilianos. Sin embargo, si sabemos perdernos por el entramado de calles medievales con fachadas barrocas podremos apreciar las maravillas ocultas que nos brinda Caltagirone.

  Podemos comenzar la visita a Caltagirone por el Jardín Público diseñado por el arquitecto G.B. Basile a finales del siglo XIX, siguiendo el estilo inglés. Poseé construcciones modernistas recubiertas con los mejores ejemplos de cerámica local.

  Camino del Museo de la Cerámica nos podemos deleitar con el Kiosko de la Música de estilo morisco, una larga balaustrada que bordea vía Roma y sobre todo el Teatrino, un espectacular mirador dieciochesco de la ciudad que precede al museo.

  Fundado en 1965 el museo de la Cerámica de Caltagirone reune piezas cerámicas desde época prehistórica hasta nuestros días.

  Via roma nos conducirá hasta la Plaza e Iglesia de San Francesco d’Assisi, templo barroco que reemplazó al gótico de 1226 del que sólo nos ha llegado una capilla adosada al presbiterio. Frente a la iglesia encontramos el Ponte de San Francesco de mediados del XVII y desde el que dicen que se puede ver el mar de las costas del Norte y del Sur de Sicilia.

  Siempre ascendiendo chocaremos con la antigua cárcel borbónica de finales del XVIII que actualmente es la sede del Museo Cívico con secciones de Historia y Arqueología.

  Bordeándolo accedemos a la Catedral de San Giuliano, edificio poco destacado que se emplaza sobre la antigua catedral normanda de la que no queda nada.

  En la misma Piazza Umberto, y acompañando la catedral está el Monte selle Prestanze (sede del Banco de Sicilia), la Corte Capitaniale, el actual Ayuntamiento (1872) y el antiguo Palacio Senatorio hoy sala de Exposiciones.

  Detrás del ayuntamiento se levanta la gran construcción de la Iglesia de Gesú, de 1570, que se compone de una única nave, y cuya mayor atracción es “La Piedad”, óleo de Filippo Paladini. Contiguo a la iglesia está el aniguo colegio de los Jesuitas, con dos patios porticados.

  La famosa escalinata de Santa María del Monte posee 142 peldaños, con diseños de cerámica totalmente diferentes, que representan escenas de la historia y la cultura siciliana, mezclando motivos folclóricos con grecas policromadas. La escalinata une los 50 metros de desnivel entre Vía Bonaventura, límite de la ciudad en época arabenormanda, con el Instituto salesiano Sant’Agostino, edificado sobre los restos del castillo normando destruido con el terremoto. A su lado una horripilante torre gigantesca de televisión rompe la armonía visual.
  El diseño actual de escaleras adornadas con cerámicas sobre la base de piedra lávica se remonta tan sólo a 1953, y sirvió para embellecer la escalinata construida en 1608 que unía la ciudad antigua con la expansión urbanística del Renacimiento.

  A lo largo de la escalinata se articulan algunos de los edificios más importantes de 
Caltagirone como son la Iglesia de Santa María del Monte en lo alto de la cima, el Palazzo Reburdone del siglo XVIII, y la Iglesia de San Giuseppe y el Palazzo del principe Bellaprima o dell’Aquila, (sede actual del ayuntamiento) a los pies de la escalinata. Además gran parte de las viviendas por la que se accede desde la escalinata se han convertido en tiendas de Souvenirs de cerámicas.

  Las noches del 24 y 25 de Julio se celebra la Luminaria de la Escalera del Monte, festejando las Fiestas del Patrón de Caltagirone, Santiago Apostol. Miles de lámparas de aceite de oliva de papel coloreado (coppi) forman con sus dibujos una alfombra de luz que ilumina la escalera y los edificios colindantes. También en el mes de Junio la Escalinata se adorna de tapices florales en honor de la Madonna di Conadomini.

  La Iglesia de Santa Maria del Monte fue originalmente la catedral de la ciudad. Fechada en el siglo XII fue totalmente reconstruida tras el terremoto según un proyecto de F.Battaglia. Su noble fachada ensalza su único campanario. en el Altar se custodia la “Madonna Conadomini”, pieza bizantina del siglo XII.

Ragusa

  No es justo dejar fuera de ningún recorrido por Sicilia la ciudad de Ragusa. Una “isla dentro de la isla” como la denominan los que la conocen bien, por tratarse de una provincia tradicionalmente ajena al movimiento urbano de las masificadas Palermo Catania

  Las casas se encaraman en la colina Iblea, luchando por no precipitarse, aferradas a la tierra.
  Podemos iniciar nuestra visita a Ragusa en la vía Roma, centro comercial de la ciudad moderna donde nos dejará el autobús de Palermo o Catania. En uno de los pisos del hotel Mediterráneo (con acceso por la vía Natalelli) encontramos el Museo Arqueológico enclavado sobre los yacimientos del período prehistórico, entre los que abundan los pertenecientes a la Edad de Bronce (1800-1400 a.C.) que testimonian la presencia de una serie de poblados sículos. 

  Saliendo del museo tenemos enfrente el valle de S. Domenica, atravesado por tres puentes que unen la Ragusa del settecento con la del novecento. El que está en el centro, el puente viejo (actualmente abierto sólo para peatones) fue construido por el padre Cappuccino 1835.

  Cruzando el corso Italia, en el número 109 podemos admirar el palazzo Schinina, restaurado recientemente y actual sede del obispado. Al fondo de la vía Roma en dirección norte llegamos a la rotonda, desde la que se puede disfrutar de una interesante vista del valle del S. Leonardo, ejemplo de valle de cañón típico de los Iblei. 

  Volviendo atrás y bajando por el corso Italia llegaremos a la piazza S. Giovanni. La catedral de S. Giovanni Battista se inició en 1706 y después de varias interrupciones fue finalizada y consagrada en 1778. Es obra de dos maestros constructores: Mario Spata y Rosario Boscarino. Su amplia fachada barroca tiene tres portales, el central ornamentado con tres estatuas que representan la Immacolata, el Battista y S. Giovanni Evangelista. Tiene interés, siempre en la fachada, el reloj solar recientemente restaurado.
  El interior, de tres naves en cruz latina, está ornamentado con fastuosos estucos. La estatua del santo en piedra pece (piedra calcárea con betún) (1513) es obra de Angelo Rocchetti y proviene del antiguo templo dedicado al santo, destruido en el terremoto de 1693. En el interior de la catedral también se conservan varios cuadros entre los que destaca Cristo del Manno, S. Filippo Neri del Conca, i S. Gregorio Magno de Paolo Vetri.


Palazzo del Comune
  Bajando por corso Italia se encuentran algunos bellos palacios del settecento entre los que destaca el Palazzo Lupis, notable por sus estupendas ménsolas. En piazza Matteotti, a la izquierda tenemos el Palazzo delle Poste y en la misma calle el Palazzo del Comune (1880), ampliado en 1929 para acoger la Prefettura. En el interior del salón de recepciones se pueden contemplar frescos de Duilio Cambelotti (1933).

  Si continuamos bajando por corso Italia, en el número 35 está el Palazzo Bertini con sus famosas máscaras grotescas puestas como clave de bóveda sobre tres ventanas, objeto de frecuentes tomas fotográficas.

  Una vez llegados al corso Mazzini, enseguida a la derecha está la iglesia de S. Maria delle Scale o delle Cateratte, reedificada después del terremoto del 1693, y que conserva, de la primitiva iglesia cuattrocentesca y del Renacimiento, un púlpito gótico en el exterior así como capillas gótico-catalanas y del Renacimiento en el interior; a destacar un relieve polícromo en terracota, recientemente restaurado, que representa el tránsito de la virgen de escuela gaginesca (1538). Desde la iglesia se puede admirar uno de los más bellos panoramas de Ragusa Ibla.
Palacio de la Cancellería

  Siguiendo nuestro descenso hacia Ibla, por la escalinata llegamos a una plazoleta entre las escaleras y, a la izquierda, podemos admirar el espectacular palacio barroco de la Cancelleria ricamente decorado.

  Si lo rodeamos nos encontraremos frente a la Iglesia della Madonna dell’Idria, reconstruida después del terremoto del 1693 sobre una iglesia anterior fundada en 1629 por el orden de los Cavalieri di Malta. El campanario está revestido con cerámica polícroma de Caltagirone. Justo al lado de la iglesia se halla el Palazzo Cosentini con sus fantasiosas ménsolas con figuras grotescas y máscaras de entre las más bellas de Ragusa.
  Nos introducimos en la piazza Repubblica, llamada también piazza degli Archi porque durante años estuvo cruzada por las arcadas de un acueducto. Domina el espacio la iglesia delle Anime Sante del Purgatorio, situada en la cima de una empinada escalinata y cerrada por una verja. El campanario, ligeramente separado de la iglesia, tiene sus cimientos sobre las antiguas murallas bizantinas.

  Recorriendo la vía Ten. La Rocca y girando por la via Giardini llegamos al Giardino Ibleo en cuyo interior encontraremos tres iglesias. La primera, de S. Domenico, erigida en 1569 y reconstruida después del terremoto del 1693, está pendiente de restauración.

  La Iglesia di S. Giacomo (s. XIV), originalmente de tres naves, fue reconstruida sobre la nave que resistió el terremoto de 1693. Sobre el campanario hay tres esculturas: a la derecha S. Giovanni Evangelista, en el centro S. Giacomo, representado según la tradición española a caballo y en acto de combatir a los musulmanes.

  En el interior podemos ver el techo de madera pintado por el ragusano Matteo Battaglia y a la derecha del presbiterio se puede admirar un crucifijo del seicento, de escuela española.

Aún en el interior de los Giardini encontramos la Iglesia dei Cappuccini, reconstruida después del terremoto de 1693 juntamente con el convento; conserva en su interior un tríptico de Pietro Novelli con l’Assunta, S. Agata y S. Agnese, y es, sin duda alguna, el cuadro más bello de toda la provincia.
  Siguiendo por via 25 Aprile llegamos a la piazza Duomo y entre un conjunto de palacios barrocos aparece el Duomo di S. Giorgio, obra del arquitecto de Siracusa Rosario Gagliardi, que firmó varias obras importantes en todo el valle de Noto.

  Iniciado en 1738, en el lugar en el que se erigía la Iglesia di S. Niccolò (destruida por el terremoto de 1693), se terminó de construir en 1775. Gagliardi explota la idea original de la fachada torre, utilizada en otros proyectos, realizando un templo de forma esbelta que es uno de los más bellos del barroco siciliano.

  La cúpula alta, 43 m, fue terminada en 1820 y es obra de Carmelo Cultrari. Una verja de hierro colado (1880) obra de Angelo Paradiso rodea la escalinata de 54 escalones.

  El interior es de planta en cruz latina, las vidrieras historiadas representan el martirio del Santo y son de 1926 y diseño de Amalia Panicati. Un apreciable relieve en madera se puede admirar sobre la puerta mayor. 

  A pocos kilómetros de Ragusa en dirección sur, asomada al mar africano, se encuentra Marina de Ragusa, la antigua Mazzarelli, nombre árabe que significa “pequeño suburbio”. 

  Pueblo de pescadores, en su puerto se embarcaba todo lo que se producía en el interior de la provincia de Ragusa y estaba destinado a la exportación de cereales, quesos etc.

  Fue dotado de una torre de vigilancia y defensa contra las incursiones piratas en el s. XVI pero el verdadero desarrollo de Mazzarelli se inició hacia 1870 cuando en Ragusa se abrieron las primeras minas de alquitrán que, después de su extracción, era transportado por centenares de carreteros al cargador y de allí exportado y destinado a asfaltar las calles de todo el mundo: París, Berlín, Londres, Amsterdam, Buenos Aires, Pequín, etc.


  La expansión se reanuda a partir de los años 60, cuando Marina Ragusa se convierte en lugar de veraneo. Dotada de amplias playas con fina arena dorada, posee óptimas infraestructuras de ocio y buenos locales públicos. Hoy es un importante punto de referencia para quién quiera pasar unas vacaciones en la playa.

  El castillo de Donnafugata se halla a pocos kilómetros de Ragusa, a mitad de la calle de los cinco “zucchi” que desde Castiglione baja a Camarina, rodeado de una rica campiña de algarrobos, caseríos y villas ottocentescas, se encuentra el castillo di Donnafugata. El nombre no tiene nada que ver con su aparente significado ”mujer secuestrada” pero es probable que sea de origen árabe: ayn as jafat, que significa “fuente de salud”, ya que efectivamente existe una fuente cerca de la estación de ferrocarril.

  El castillo, en realidad una gran villa, fue ampliado y tomó la forma actual por obra del barón Corrado Arezzo De Spucches a principios del 900. Ocupa una área de 2.500 m2 y se articula en 122 salas.
  La fachada principal está ornamentada con un bello porche en estilo gótico-veneciano, ocho balcones dan acceso a la gran terraza sobre el porche. Bellas ventanas bíforas embellecen las demás fachadas. Entre las salas más importantes recordamos el salón de los blasones, con las paredes decoradas con los blasones de las familias sicilianas más importantes, el salón de los espejos con ricos cortinajes que se alternan con espejos que revisten todas las paredes, la sala de billar, las habitaciones del obispo, la pinacoteca, la sala de música, el salón de fumadores y la biblioteca.

  El castillo está rodeado de un amplio parque de unas 8 hectáreas que el barón Corrado Arezzo, experto botánico, hizo arreglar con especies escogidas por él personalmente. En el interior del parque hay varias construcciones que servían para hacer más agradable la estancia de los huéspedes del barón, entre las que están la coffee house, el templete, el laberinto, una cueva artificial que reproduce un ambiente cárstico, algunos estanques y varios jarrones de Caltagirone diseminados por el parque.
Vecina localidad veraniega de Pozzallo
Noto

  Noto nace como el producto del azar, del capricho que originó que el terremoto de enero de 1693 que asoló la parte oriental de Sicilia, se cebara con Noto Antica, la ciudad medieval original, fundada por los sículos allá por el siglo IX a. C., que quedó totalmente reducida a escombros. 

  Toda huella de los pueblos que enriquecieron tan notable villa, fue practicamente borrada, y sólo una excursión a la antigua Noto, a 12 km de la actual nos permitirá hacernos cargo de la devastación.

  Del desastre surgió la oportunidad de construir una nueva Noto en la pendiente de la colina; un lugar diseñado, según el gusto barroco de la época, con calles paralelas intercaladas entre plazas que se plantearon como grandes escenarios, con escalinatas, terrazas y desniveles, creando un espacio de armonía entre iglesias, palacios, conventos y casonas de piedra que, al contacto con el sol, adquieren una tonalidad dorada irrepetible.

  La calle principal de Noto, el corso Vittorio Emanuele III al que se llega nada más cruzar la Puerta Real (al estilo de los arcos del triunfo romanos, y construida para conmemorar la visita de Fernando II en 1838), representa el epicentro del poder eclesiástico con la catedral de S. Nicolò y las iglesias de S. Franceso, S. Chiara, S. Carlo Borromeo y S. Domenico y sus respectivos conventos.
  En paralelo y subiendo el desnivel de la colina, la vía Cavour y sus calles perpendiculares eran el hogar donde la nobleza se construyó palacios tan espectaculares como los de Nicolaci di Villadorata, Astuto e Impellizzeri. Más allá, los artesanos y los menos pudientes vivían en los barrios de Agliastrello, Mannarazza y Pianalto.

  La exhuberancia del planteamiento barroco que se implementó sobre Noto, se plasmó sobre todo en las plazas, creadas como si fueran grandes escenarios para representar la vida diaria: la Plaza 16 de mayo gira entorno a la escultura de Hércules (de lo poco que se salvó del terremoto), el Teatro Vittorio Emanuele III y el convento de S. Domenico; y la Plaza del Municipio con el Ayuntamiento y la catedral, formando el llamado “area maioris ecclesiae”. Un poco más adelante la iglesia de San Carlo, obra de Gagliardi 1n 1730, y desde cuya torre las vistas de Noto bien merecen subir unas escaleras.

  La historia de la Cattedrale de Noto, es la suma de continuos desastres que han causado su ruina en tres ocasiones (1760, 1848 y 1996). En los años 50, el techo de madera fue sustituido por un forjado de hormigón que medía 48 cm. de espesor; lógicamente, al aplicar tanto peso sobre los arcos que sostenían la bóveda (muy debilitada por otros seísmos y por la mala calidad de los materiales empleados en las dos reconstrucciones anteriores), el colapso fue inevitable y la cúpula se derrumbó el 13 de marzo de 1996 arrastrando parte de las capillas laterales y de la nave central.
  Las ménsulas que decoran sus balcones son objetivo goloso para los amantes de los detalles; destacan sobremanera las del Palazzo Nicolaci donde las figuras grotescas nos miran desde su altura con forma de sirenas, caballos, leones, quimeras, hipogrifos, demonios o angelotes. Figuras de la mitología que sustentan los balcones donde los nobles se asomaban para contemplar la infiorata, la fiesta popular que cubre las calles de Noto con alfombras de flores cada tercer domingo de mayo.

  En la parte alta de Noto, el edificio más destacado sin duda, es el Santissimo Crocefisso, en la Piazza Mazzini, del arquitecto Gagliardi, y sus calles paralelas, Via Ducezio con las iglesias del Carmine y Santa Maria dell’Arco, y via Cavour con el Palazzo Battaglia de 1735.
Oreja de Dionisio

Siracusa

  Siracusa es sin duda una ciudad completa que combina una historia riquísima con la sostenibilidad de las ciudades que al afrontar el reto turístico acaban manteniendo su identidad.

  Cuenta con uno de los patrimonios arquelógicos más ricos de Sicilia, con la península de la Ortigia, núcleo original de población de los corintios que fundaron la ciudad, el parque arqueológico de Neápolis con su anfiteatro romano, el teatro griego, las Latomias o canteras de piedra, la Oreja de Dionisio, y la gruta Dei Cordari, o la de los Capuchinos, donde en época griega los esclavos extraían los bloques de piedra caliza para la construcción de edificios y murallas.
Catedral de Siracusa
  Frente a la entrada del museo arqueólogico de Siracusa, uno de los mayores errores arquitectónicos de Sicilia, el Santuario de Santa Madonna de las Lagrimas, un edificio de 80 metros, horroroso, que evoca la lagrimación, un suceso insólito por la incredulidad que despierta, según el cual un cuadro de yeso de la virgen segrega gotas.

  Las catacumbas de San Giovanni son una enrevesada red de laberintos subterráneos formada por 20.000 tumbas que ocupan una superficie de 10.000m cuadrados. Detrás, en la vía Teocrito está el museo del Papiro y el Museo Arquelógico Regional Paolo Orsi.

  La península de la Ortigia conserva su dibujo de patios, callejuelas y plazoletas escondidas, vestidas con elegancia del corte arquitectónico barroco, tan reseñable en la Sicilia Oriental. 

  Presidiendo la Piazza del Duomo con la iglesia de Santa Lucía alla Badia en un extremo, se ubica la catedral de Siracusa, con sus apacibles terrazas veraniegas.

  Junto al mar y emanando agua dulce de forma natural, encontraremos la Fuente Aretusa, un estanque con patos, peces de diversas especies y plantas de papiro, y cuya leyenda de amor entre la Ninfa Aretusa y el Dios del río Alfeo, adorna el misticismo del lugar.

  Siguiendo el paseo marítimo llegamos al extremo de la Ortigia, donde el castillo Maniace, una fortaleza construida por Federico II en 1239, defiende la península siracusana.


Catania

  Catania es la segunda ciudad de Sicilia por detrás de Palermo, cuenta con alrededor de 400.000 habitantes, si bien junto a su exagerado entorno periférico, la cifra puede alcanzar los 800.000.

  Bajo la atenta mirada del Volcán Etna, Catania ha sabido a lo largo de su historia adaptar su figura a los sucesivos desastres naturales que han moldeado la arquitectura de la ciudad. Siete veces arrasada por las erupciones volcánicas del Etna, y por terremotos desoladores, las últimas más catastróficas en los años 1169 y de 1693 obligaron a reconstruir Catania practicamente desde cero.
  En el año 2002, la Unesco declaró a Catania como patrimonio histórico de la humanidad y actualmente muchos de sus monumentos están siendo restaurados para llevarlos a su antiguo esplendor. Su origen se remonta al 730 a.C. cuando llegaron los griegos por primera vez y fueron ellos quienes que marcaron el inicio de una larga cadena de invasiones y conquistas.

  Más adelante vendrían a Catania normandos, bizantinos, árabes y españoles, para apoderarse de estas tierras dejando a su paso huellas que todavía se mantienen en la memoria colectiva y que abrieron el camino para el encuentro de diferentes culturas que se amalgamaron hasta consolidar la idiosincrasia catanesa. Sede de la primera universidad de Sicilia, fundada en 1434 por Alfonso V de Aragón, Catania desprende una intensa tradición intelectual, con circulos culturales que promueven los estudios universitarios desde todos los ámbitos.

  La Catania actual es arquitectónicamente una ciudad barroca, rediseñada por ilustres arquitectos guiados por el genial Vaccarini después del terremoto del 1693, en un fervor de reconstrucción que la hará renacer en pocos años aunque nunca vuelvan los años de magnificencia de la antigua Catania.

  Son visitas inexcusables la Plaza de la Catedral donde se ubica el Comune y La catedral de Catania, el Duomo, en torno a la Fuente del Elefante de Vacarini; el mercado de la Pescheria, y el mercado de la Fiera, el teatro y el anfiteatro romanoel odeón, Via Crociferi con su hilera eterna de iglesias, los Jardines Bellini, el Teatro Massimo Vincenzo Bellini que debe su nombre al ilustre compositor local, Via Etnea, con sus comercios y heladerias, San Nicolo y el convento de de los Benedictinos (sede de la Universidad di Lettere de Catania), sin olvidar el castillo Ursino y la multitud de palacios barrocos que proliferan en Catania.

  Conviene aprovechar la estancia en Catania para deleitarse de la típica pasta alla norma con berenjena y ricotta, y que debe su nombre al hijo predilecto de la ciudad, el compositor Vincenzo Bellini, autor de la ópera Norma.

  La Catedral de Catania está ubicada en el centro de la ciudad, en la Piazza del Duomo. Destaca como una auténtica joya del barroco italiano, rica de ornamentos y ritmo estético. Está consagrada a la veneración de Santa Ágata, la joven virgen que según la tradición cristiana que fue sometida a grandes martirios por el cónsul romano, y sacrificó su vida antes de renunciar a su fe.
  Iniciada en el siglo XI (1078-1093) por el rey normando Roger II sobre las bases de unas termas romanas, del edificio normando sólo se conserva la sólida estructura de los ábsides y el crucero. El aspecto externo es obra de la restauración del arquitecto Vaccarini quién tras el terremoto de 1693 proyecta el conjunto de la Plaza del Duomo, con el Palacio de los Elefantes (actual ayuntamiento), el Duomo de Catania, el palacio del Seminario de los clérigos, y en el centro la fuente del elefante, Liotru).

  El lateral está compuesto por un gran recinto marmóreo coronado de estatuas y con un pórtico de 1577 obra de Mazzola,y la fachada erigida por Vaccarini en 1736, posee dos órdenes de columnas, el inferior confeccionado con columnas más antiguas. 

  Sobre la puerta principal se halla una estatua de la patrona y protectora venerada de la ciudad, Santa Àgata. La cúpula también obra de Vaccarini es otro de los excesos barrocos de la catedral.
  En su interior podemos apreciar frescos y pinturas alegóricas, pero quizás lo más significativo es que allí descansan los restos mortales de la Santa y los de otras figuras relevantes, tal como el gran músico catanés Vincenzo Bellini y diferentes miembros de la familia real aragonesa.

  En el brazo derecho del transepto encontraremos si tenemos suerte ya que con frecuencia está cerrada, la capilla de la Madonna, también de Mazzolo, sobre la base de una originaría torre defensiva.

  La virgen del altar es del siglo XVI, y la tumba de la parte derecha es de Constanza de Aragón, esposa de Federico III. Además un sarcófago romano contiene los restos de varios soberanos de la corona aragonesa, el fresco del ábside central es de 1628.

  Finalmente en el ábside derecho hallamos la capilla de Santa Ágata, el lugar más venerado de la catedral y donde es normal encontrar feligreses postrados, asidos a la verja, orando a la Santa. Posee un tríptico de la coronación de Santa Ágata entre San Pedro y San Pablo. En un portal a la izquierda se encuentran los tesoros de Santa Ágata, con el arca gótica que contiene sus reliquias y el conocido busto de plata obra de Giovanni di Bartolo. Sin embargo estas piezas sólo se pueden visitar en los días festivos de la patrona entre el 3 y el 5 de Febrero.

  En el centro de la Plaza Stesicoro encontramos la entrada al anfiteatro romano de Catania. Aunque sólo son visibles desde el exterior restos de uno de los semicírculos del anfiteatro, enseguida comprenderemos que toda su superficie se extiende por debajo de los edificios contiguos. De hecho hasta la primera década del siglo XX la plaza ocultaba completamente los restos. Fue en 1904 a iniciativa del alcalde De Felice cuando se iniciaron las primeras tareas de excavación y restauración a cargo del arquitecto Filadelfo Fichera.
  El gigantesco monumento romano, no en vano es el segundo anfiteatro más grande de Italia después del Coliseo, y conserva el corredor que recorre todo el perímetro por debajo de la ciudad. Su estado es calamitoso debido al deterioro, y a los escasos trabajos de conservación. Algunas partes del anfiteatro también son visibles en dos partes de Vía Manzoni además de la entrada de Plaza Stesicoro.

  La estructura se compone de una cavea de 14 peldaños dividida en tres alturas con podio y un corredor cubierto que da a los asientos a través de los vomitorium. Posee una circunferencia externa de 309 metros y 192 metros de circunferencia de la arena, y se ha calculado que podía albergar 15000 espectadores sentados, y casi el doble con los aledaños en pié.

  Respecto a la datación del anfiteatro parece sostenible las teorías que fechan su construcción en función de las técnicas constructivas a mediados del siglo II a.C.


  Situado al sur del puerto de la bella Catania, nos encontramos con el Castillo de Ursino. Construido entre los años 1239 y 1250 por orden de Federico II con el objetivo de defender la ciudad de los asaltos navales, su creación supuso una revuelta entre los ciudadanos de Catania porque se impusieron nuevas cargas fiscales.
  Fue usado como residencia real y como lugar de celebración del Primer Parlamento Siciliano. En ocasiones, se usó también como cárcel durante el siglo XVI, por lo que aún pueden verse algunas pintadas de los presos. 
  La erupción del Volcán Etna en 1669, llenó el foso del Castillo Ursino y lo alejó del mar un centenar de metros. El aspecto con el que hoy día cuenta el Castillo data de los años treinta. La fachada norte es la que mejor se conserva, y en ella podremos ver las marcas que dejaron los judíos, los cristianos y los árabes, quienes usaban símbolos de su fe religiosa para dejar huella de su gremio.
  Actualmente, el Castillo de Ursino es la sede del Museo Comunal. Entre todo el repertorio arqueológico, se conservan 8043 piezas como epígrafes, esculturas, columnas, monedas, pinturas, mosaicos o sarcófagos que han ido apareciendo tras las muchas excavaciones que se han realizado en la provincia.
  En las afueras de Catania, hacia Mesinaencontramos la Ribera de los Cíclopes, con los pueblos de Aci Castello y su castillo normando sobre un promontorio de piedra lávica, y Aci Trezza, con sus farallones lanzados por Polifemo contra Ulises según la mitología.

  Y un poco más al norte Acireale, fantástica villa que deslumbra con sus carnavales internacionales.



Aci Castello

  Aci Castello es un pequeño centro agrícola y pesquero de 18.000 habitantes situado a 8,7 Km de Catania en la costa oriental de la Sicilia, que en verano se convierte en centro turístico gracias a sus playas de roca lávica que sirven de plataforma pétrea donde los bañistas toman el sol.

  En Aci Castello proliferan los cítricos, especialmente los limoneros y las palmeras, así como las olivas, uvas, almendras y cereales. A nivel artesanal destacan los trabajos
manuales de piezas de madera talladas.

  El nombre de este pueblo de pescadores siciliano, situado entre Acireale y Catania, junto al pueblo de Aci Trezza, deriva del castillo normando en la cima de una roca de basalto que surge del mar. La historia de la localidad va indisolublemente ligada a la historia del castillo ya que es el foco sobre el que se fundamenta la vida de Aci Castello.
  Los bizantinos construyen una fortificación denominándola AKis hasta que la nueva fortificación pasa a llamarse Castrum Jacia que es conquistada por Ibrahim en el 902 y destruida. El califa El-Moiz atendiendo al valor estratégico la rehace en el 969 denominándose El.Bagi primero, y posteriormente El-tagi, El-Iaci y después Li-Iaci, como constatan algunos manuscritos de la época.

  Con la conquista de la isla por parte de los normandos se lleva a cabo la construcción de la actual estructura del castillo que data del siglo XI. Le reedificación del castillo conlleva la implantación de innovaciones militares como el puente levadizo, las cisternas de agua potable y estancias para víveres y prisión.

  A finales de ese siglo (1092) se concede la posesión del castillo de Aci Castello al obispo de Catania que recibe en el 1126 las reliquias de Santa Ágata procedentes de Mesina vía Constantinopla. Son todavía visibles en una sala del castillo que posiblemente fuese empleada como capilla, los restos de un fresco desgraciadamente en un estado grave de deterioro, que atestiguan dicho acontecimiento.

  En las primeras décadas del siglo XIX, tras los efectos de los terremotos de 1669, 1693 y 1818 el estado de abandono del castillo de Aci Castello lo convierte en escombrera de desperdicios y durante la segunda guerra mundial alguna de sus grutas se emplean como refugios antiaéreos. No es hasta 1967 cuando la Entidad de Patrimonio y monumentos de Sicilia oriental restaura levemente la fortificación. En la actualidad el castillo posee un museo cívico inaugurado en 1985, donde se realizan exposiciones, visitas guiadas, y muestras de material arqueológico.

Acitrezza

  Acitrezza es un espléndido pueblo costero al norte de Catania, entre Aci Castello Acireale, famoso por la obra de Giovanni Verga, los Malavoglia, llevado al cine por Visconti en la Terra Trema.
  Los farallones de los Ciclopes son el elemento más característico de la villa marinera de Aci Trezza, ya que se erigen frente a la costa desafiando con su tamaño la belleza de los atardeceres rojizos sobre el mar.

  Dice la leyenda que fue Polifemo quién los lanzo a Ulises cuando huía en sus naves, clavándolos en el mar. En realidad estos ocho escollos de basalto enfrente del puerto de Aci Trezza son una formación curiosa, fruto de la erosión. El mayor de los farallones tiene 70 metros de altura y un sombrero de arcilla. Al estar cercanos a la costa es frecuente que los bañistas naden hasta allí, para escalar sus paredes.

  Un poco más al norte se halla la isla Lachea de aproximadamente 2 hectáreas, donde la universidad de Catania ha instalado un centro de estudios biológicos y marinos.

Acireale

  La griega Xiphonia, romana Adis y hoy Acireale recibió su actual nombre tras la concesión de feudo directo de la corona española que Felipe IV otorgó a la villa.
  
  Lo que hoy vemos de Acireale, es básicamente la obra de reconstrucción que se realizó tras el terremoto de 1693, que desoló la parte oriental de Sicilia. Siguiendo el plan urbanístico del Duque de Camastra se erigió un espléndido centro barroco del que presume la ciudad.
  Alrededor de la Piazza del Duomo se dibujan todos los edificios destacables de Acireale. Además de la catedral, la basílica de San Pietro y San Paolo y el palacio comunale rodean la plaza.
  Tanto el corso Vittorio Emanuele, como el alargado Corso Humberto que apuntan respectivamente a Catania y a Mesina, son las articulaciones suntuosamente presididas por palacios propios de una ciudad de mayor dimensión.

  Los atractivos de la ciudad son el turismo, que anualmente recibe a numerosos curiosos en el Carnaval de Acireale, dicen que el más afamado de Sicilia; y las Termas de Santa Venera, cuyas aguas del balneario prestan sus servicios a un número considerable de visitantes.

  La catedral de Acireale fue construida entre 1597 y 1618 bajo la devoción a la Anunciación y Santa Venera. La fachada del palermitano G.B Basile es de principios del siglo XX sobre el portal del siglo XVII con estatuas de las advocaciones de las titulares del templo.
  Los campanarios simétricos tienen una cubierta cónica decorada con cerámica prolicromada, mientras que la catedral consta de tres naves ornamentadas con frescos de Pietro Paolo Vasta (1736) y otros de inicios de 1900. En el transepto derecho se abre la capilla dedicada a Santa Venera, donde una figura barroca en plata del XVII de la patrona de Acireale, recibe la devoción de los fieles.

  En la misma plaza de la catedral se halla la iglesia de san Pietro y San Paolo, del XVIII, con dos ordenes y un solitario campanario que parece que en principio debía haber estado acompañado de uno gemelo, pero que se descartó al constatar que podía afectar a la luminosidad de la meridiana de la catedral.

  En el otro extremo de la plaza el palacio comunale (ayuntamiento), fruto del barroco catanés tan peculiar como virtuoso.

  La villa Belvedere al final del Corso Umberto I ofrece magníficas vistas del mar, la costa y el Etna. Para los curiosos merece la pena acercarse a la estatua de Don Quijote y Rocinante, tan estilizada y desvencijada como la figura del caballero andante. Otra estatua nos recuerda la fábula de Aci y Galatea y el amor que frustro Polifemo.

  Merece la pena visitar el Teatro de Marionetas Sicilianas (Opera dei Pupi), ya que Acireale es uno de los puntos de la isla con mayor tradición. De hecho es posible asistir a representaciones en el mismo Teatro.

El Volcán Etna

  Dominando la isla de Sicilia, en el Sur de Italia, el Etna es, con sus 3342 metros, el volcán activo mas grande de Europa. Morfológicamente el Etna es una gigantesca mole que ocupa una gran extensión de la parte Este de la isla de Sicilia. Las laderas propiamente dichas empiezan a alturas variables entorno a los 1000 metros reconociendo una típica forma de cono truncado con pendiente moderada. A 2500 metros de altitud, donde la pendiente se suaviza, aparecen numerosos conos modernos, después, entre los 2900 y hasta los 3250 la pendiente se hace más abrupta, se trata del edificio somital, un enorme cono y varios cráteres con permanentes humaredas.
  El Etna, o lo que denominaremos la actividad volcánica en la zona del Etna comenzó como un volcanismo submarino hace unos 700.000 años, y ese “foco” fue desplazándose hacia el interior, lo que llevó a la aparición de un complejo edificio formado por la sucesión de diferentes erupciones en lo que se denomina un estratovolcán.

  Existen crónicas de sus erupciones desde hace más de 2000 años, y siendo unas de las últimas entre Julio y Agosto de 2001, la que arrasó la estación de esquí construida en su
flanco Sur. Actualmente hay movimiento sísmico en el Etna, que deriva ocasionalmente en alertas que no pasan de eso, aunque en ciclos de unos dos años es frecuente que se produzca la erupción de alguno de los cráteres del volcán, que produce un fenómeno mediático internacional, como en la última del 2007.

  Las erupciones del volcán Etna en el siglo XIX terminaron con la formación de un cráter de derrumbe, que actualmente posee un diámetro de 3 km y medio. En el año 1669, durante este ciclo, las coladas destruyeron parte de la ciudad de Catania, al Sur del volcán. Otra erupción muy destructiva fue la de 1928, donde la lava alcanzo las proximidades de la costa Este, quedó destruido el pueblo de Mascali.

  Para ascender al volcán, tomaremos en la carretera que une Catania con Acireale, dirección Nicolosi, el último pueblo antes de entrar en el parque y en la zona de coladas de lava más recientes, de 1984- 2001.
  En Nicolosi podemos quedarnos una noche y visitar lo que es un pueblo de montaña siciliano, famoso además por su gastronomia de “funggi” (hongos).

  Una vez tomada la carretera en direccion “Etna“, en aproximadamente una hora se llega al Refugio Sapienza del Club Alpino Italiano y al área de esqui; esta carretera continuaba después a media ladera hacia el famoso valle del Bove, (lugar de las mas impresionantes erupciones y la famosa cascada de lava) pero fue cortada por la última erupción de verano de 2001 y aún no ha sido totalmente reconstruida.

  Una vez en el refugio Sapienza, a 1910m. de altitud, tenemos dos opciones principales para realizar nuestro ascenso al Etna: bien a pie, o previo pago de 25 euros para  subir hasta los 2500m. en teleférico y posteriormente otros 25 euros para continuar en autobús todoterreno que nos lleve hasta los 2900m. También podemos combinarlos, de hecho el tramo más complicado es el primero debido a la gran pendiente que presenta el terreno y dificultad para caminar ya que las piedras de lava se desprenden fácilmente. Por ello, si queremos hacer alguno de los tramos a pie es más recomendable realizar el primero en teleférico, y ya una vez a 2500m. podemos proseguir a pie hasta la cima.

  Aunque si lo que realmente queremos es realizar todo el recorrido a pie, deberemos saber subir al cráter del Etna es una actividad al alcance de cualquiera que este medianamente en forma, y un buen marchador empleará tres horas desde el punto más alto que alcanza la carretera. Las condiciones de la ascensión se endurecen en invierno, cuando es necesario el uso de crampones y piolet, El resto del año un buen abrigo, unas botas duras y algo de comida son el único equipo que necesitaremos.

  En Refugio Sapienza tomaremos el camino evidente que asciende paralelo a las pistas de esquí, en parte destruidas por la ultima actividad. Este tramo es muy  pendiente y en parte complicado porque se desprenden las piedras del terreno, lo que hace más costoso caminar. 

  Llegados a los 2500m. en la estación del teleférico deberemos proseguir por el camino marcado por el cual ascienden también los camiones todoterreno que van dejando el polvo tras su paso. Si hemos decidido ir en inviernos, nos guiaremos en el ascenso por las pistas de esquí. Este tramo, hasta los 2.900m. es un poco más sencillo debido a que la pendiente es menor, si bien el hecho de caminar encima de lava volcánica se antoja complicado al no estar compacto. A partir de esta altitud, en donde finaliza el recorrido de los autobuses, volverá nuevamente a inclinarse el terreno, haciendo muy complicada la subida hasta la cumbre en este último tramo, si bien una vez aquí ya no podemos dar media vuelta. 
  Continuamos dirección al antiguo refugio Torre del Filósofo a 3000 metros de altitud, hoy abandonado, pero donde puede ser interesante pernoctar en caso de querer hacer el recorrido circular del volcán y visitar la célebre gruta del hielo de la cara Norte (llevar un buen saco). El marco es incomparable: del refugio se divisa ya el edificio somital, un cono de 200 metros y el gran domo que forma la cumbre principal.

  Al pie del cono un cartel nos advierte del peligro de explosiones del volcán, por lo que conviene informarse bien del tipo de actividad predominante en él. En invierno, a partir
de esta cota es imprescindible equipàrse adecuadamente para esta altitud y condiciones.

  Entre el edificio principal y el refugio está el pequeño cono Sud-Este. Por este flanco y entre el domo y los cráteres, escapan unas humaredas de gases tóxicos absolutamente irrespirables, lloran los ojos y la quemazón irrita la garganta y los pulmones. Intentar acometer la escalada por este lado sin mascarilla especial puede depararnos un buen susto.

  Debemos contornear el edificio somital a media ladera y ascenderlo con el viento por la espalda desde el W o NW generalmente.
  El borde del cráter del volcán se encuentra a 3250 m. aproximadamente, y nos espera uno de los espectáculos más sobrecogedores de la montañas europeas, tres inmensos cráteres, uno más inactivo, con numerosas fumarolas y sublimados de azufre alrededor de ellas, un cráter que expulsa un humo rojo característico y los vertiginosos precipicios del cráter central. El domo principal humea por todos sus costados  dando la impresión de querer reventar.

  Sin duda, subir al Volcán Etna y tener la posibilidad de ver las erupciones de lava son uno de los grandes atractivos turísticos de Sicilia, si bien no el único afortunadamente.

Taormina

  Taormina es sin lugar a dudas una de las joyas sicilianas. Bien es cierto que la sobreexplotación turística ha derivado en una aglomeración de curiosos extranjeros que agitan la vida de los 10.000 habitantes de la ciudad.
  Emplazada a doscientos metros de altura, sobre el Monte Tauros, una espléndida terraza natural, Taormina, la antigua colonia Tauromerion, fundada por colonos huidos de la saqueada Naxos en el 403 a. C, fue, arrasada por Siracusa, enaltecida por los romanos, y capital de la isla por un periodo breve de la Sicilia bizantina. Desde su toma por los normandos en 1078 hasta el siglo XVIII, no pasó de ser un apacible pueblo de costa. A partir del 1700, escritores alemanes e ingleses como Bartlett y Goethe que empredían circuitos de inspiración por Europa, pararon por Taormina. 

  Aún así, no sería hasta 1866 cuando el ferrocarril una la ciudad con Mesina, facilitando el acceso de turistas del Norte de Europa, algunos tan ilustres como el emperador alemán Guillermo II.

  Cuna de los descansos de algunos de los escritores más importantes del siglo XX como Truman Capote, Tenessee Williams, Thomas Mann o Cocteau entre otros, y de artistas como Greta Garbo, Cary Grant, Dalí, Orson Welles o Rita Hayworth, Taormina ha dejado de ser un lugar de reflexión para formar parte de uno de los ejes de exaltación turística de Sicilia.

  Sin embargo, tales son los placeres visuales que nos puede ofrecer la ciudad que es imprescindible visitarla. Cabe destacar sobre manera el Teatro griego cuya importancia se evidencia en el posterior uso que continuaron los romanos. 

  Pero no es la única joya, Taormina no sería nada sin los adornos naturales que engrandecen el teatro; la panorámica de la bahía de Naxos y el Etna al fondo hacen del Teatro de Taormina una de las postales más recurrentes de nuestra visita a Sicilia.

  Paseando por las calles de Taormina, repletas de recuerdos típicos sicilianos, encontraremos reminiscencias de la ocupación de la corona de Aragón, como los detalles del palacio Corvaja o el Ciampoli de estilo gótico catalán, o calles floridas de corte medieval, sin obviar la catedral de Taormina, Il Duomo de San Nicolo, la villa comunale con sus jardines, o el palacio de los Duques de San Stefano, uno de los mejores ejemplos de arquitectura normanda de la isla.
  Es recomendable acudir en transportes públicos, ya que el centro de Taormina es peatonal y aparcar el coche es hartamente complicado. Aún así, para los valientes, la zona de Mazzaro, la playa a los pies de la ciudad, es el lugar idoneo para dejar el coche.

  Desde aqui bien el autobús o el funicular nos llevarán al final de Via Luigi Pirandello, la carretera que sube del mar al centro de Taormina. Allí, la porta Messina, marca la entrada a la calle principal, el Corso Umberto I, repleto de tiendas de ropa y de recuerdos, tiendas de antiguedades, y balcones vestidos de flores.

  Siguiendo Umberto I llegamos a la Plaza Vittorio Emanuelle II, construida sobre el antiguo foro romano, y que ahora alberga el palacio Corvaja o Corvaia (s. XIV), sede del primer parlamento de Sicilia (1410), y que combina una torre árabe del siglo X, decorada con piedra lávica y piedra pomez blanca, además de toques de gótico catalán. Actualmente es la sede de la Oficina de Turismo de Taormina y del Museo Siciliano d’Arte e Tradizioni Popolari, con pupis, marionetas sicilianas, vestidos típicos, carrettos y gran variedad de piezas, entre ellas los ex-voti, ofrendas rústicas de pinturas vóticas en agradecimiento a la intervención divina en salvaciones “milagrosas” en multitud de variopintos sucesos accidentados. A la izquierda del palacio está la Iglesia de Santa Caterina, construida en el siglo XVII sobre restos aún visibles desde dentro del odeón romano, un mini-teatro que albergaba 200 plazas.
  En el otro extremo de la plaza, el desvio de la Via Teatro Greco nos lleva hasta el expléndido Teatro, que es el monumento más solicitado de Taormina.

  Cerca están las ruinas de las Naumachie, titánica obra de una pared sostenida con contrafuertes, que permitía almacenar en una cisterna, las aguas provenientes de la montaña, para abastecer la ciudad e irrigar campos.

  De vuelta al corso alcanzamos la Piazza 9 Aprile, un mirador sobre el mar y el Etna. En ella la ex-Iglesia de San Agostino de 1486 hace las veces de Biblioteca, y sobre una escalinata, la barroca Iglesia de San Giussepe. Sobre la porta di Mezzo la torre dell’Orlogio despide la agitada plaza llena de turistas degustando los cafes más caros de Sicilia.

  De esta manera nos adentramos en el barrio más antiguo de Taormina, y en el que las influencias árabes se hacen más patentes, con callejuelas que desembocan primero en la
Iglesia de San Giovanni de Malta de 1533, en el Palacio Ciampoli, un edificio góticocatalán de 1412, con ventanas geminadas que hace de Hotel; y más adelante en la Plaza del Duomo, con el Comune (ayuntamiento), y la Catedral di San Nicolo, tan sobria como prescindible.
  Debajo de Taormina se halla la isola bella, una preciosa playa que posee un islote que en bajamar abre un camino de arena con la playa, y en los alrededores podremos visitar las Gargantas de Alcántarainaudita formación basáltica en forma de desfiladero.

Mesina

  Desgraciadamente no podemos decir que Mesina sea un punto de referencia turística de Sicilia. Ensombrecida por la belleza de las otras capitales de provincia siciliana, y por la
ruinosa estela que han dejado los sucesivos terremotos en el casco histórico de la ciudad. Sin ir más lejos, el 28 de diciembre de 1908, 80.000 mesineses murieron en el terremoto y los posteriores tsunamis que destruyeron la ciudad y obligaron a reedificar la ciudad. Posteriormente, durante el bombardeo de los aliados durante la segunda guerra mundial, la mayoría de los edificios fueron seriamente dañados.

  Actualmente trata de resurgir a base del tesón de la comunidad de Mesina por restaurar su mermado patrimonio histórico y urbanístico.

  Probablemente la ciudad es más conocida por su estrecho y por el onírico puente de Mesina del que tantas veces se ha hablado sin que se haya concretado su consecución. Incluso la aprobación del proyecto que finalmente se había aprobado en el Parlamento italiano ha sido recientemente paralizado.

  Si hacemos parada en Mesina no dejaremos de visitar la catedral y su hermosa torre de Reloj, o el Museo Regional que alberga además de un extenso número de pinturas los cinco paneles de la Madonna con los Santos Gregorio y Benito, obra del famoso Antonello de Messina, el pintor más importante del Renacimiento Siciliano, además de dos cuadros de Caravaggio, encargados por la ciudad en 1609.
Más alla de los yacimientos, monumentos o joyas de Sicilia Mesina también forma parte de la isla, y esta no sería igual sin ella.

Islas Eolias o Eólicas

  Perteneciente a la provincia de Mesina y frente a las costas de Milazzo encontramos el archipiélago de las Islas Eolias, también llamadas Eólicas, formado por siete islas principales: Lípari (la capital), Alicudi, Filicudi, Panarea, Salina, Stromboli Vulcano.

  Cuenta con apenas 13.000 habitantes que se reparten en las islas eólicas, que, en su origen, fueron volcanes submarinos que emergieron a la superficie hace dos millones de años. Actualmente sólo los volcanes de Stromboli y Vulcano se encuentran activos.
Isla de Vulcano
  Pese a que actualmente el turismo sea la actividad económica más importante del archipielago de las Eolias, los viñedos fueron explotados con dedicación hasta que una epidemia de filoxera diezmó considerablemente las plantas vinícolas, produciendo una masiva inmigración hacia Sicilia que provocó una despoblación de las islas.

  Las Islas Eolias son la imagen de descanso, aguas transparentes, y baños de lodo termales que popularizaron películas como Stromboli de Roberto Rosellini, con Ingrid Bergman, o Vulcano, con Anna Magnani. Esto permitió poner en boca de todos los italianos los parajes de sus islas, promoviendo su turismo y consiguiendo que la Unesco declarase el conjunto de islas Patrimonio de la Humanidad.
Isla Salina - Pollara

  Para llegar a las Eolias podemos partir tanto de la Italia peninsular como desde Sicilia, es decir, desde Regio Calabria o Nápoles, o desde Mesina y Milazzo a través de los barcos o los ferry (traguetti), cuya frecuencia se incrementa en verano, efectuándose incluso salidas desde Palermo y Cefalú.

  Para desplazarnos entre las islas hay conexiones en barco (más frecuentes y económicas), y en aliscafo. También es habitual viajar en barcos particulares que ofrecen salidas colectivas, o alquilar una pequeña lancha de 4-6 personas; incluso alquilar un velero con tripulante que nos permita desplazarnos y dormir en el barco.

  La oferta hotelera en las Eolias no es cuantiosa, si bien el turismo es la fuente principal y casi exclusiva de riqueza, además de la pesca.
Isla de Estromboli
  Los turistas vienen a las islas atraídos por la lava incandescente de Strombolila coquetería de Lípari, los paseos en barca de Panarea, la visión de las laderas de azufre de Vulcano, o los farallones de Filicudi.



Islas Pelagias 

  El archipiélago de las islas Pelagias está formado por Lampedusa, Lampione y Linosa. Las dos primeras se ubican al sur de su hermana, más cerca de África, en concreto Túnez, que de Sicilia.

  Con apenas 6000 habitantes y a una distancia de 230 kilómetros de Agrigento, las Pelagias se mantienen relativamente alejadas del bullicio turístico de Sicilia.

  Por la riqueza de sus fondos marinos Las Pelagias son consideradas un paraíso para los practicantes de actividades de submarinismo. Asimismo, y gracias a que las acciones de la mano del hombre no son tan perceptibles, podemos encontrar especies de fauna y flora autóctonas.

Isla Conigli - Lampedusa
  En Lampedusa el viento constante barre la rala y árida vegetación impidiendo la proliferación de otro tipo de especies arbóreas, mientras que en el islote Conigli (Conejos) desovan anualmente las tortugas, generando una expectación creciente de turistas. Agraciadas con un clima aún más cálido que Sicilia, la apertura de la línea aérea Lampedusa Palermo ha permitido incrementar las actividades turísticas y la cadena de hoteles (una veintena de alojamientos de 1 a 3 estrellas) de Lampedusa. Aún así la población se dedica casi exclusivamente a la pesca y la industria conservare. 

  En 1630 el rey español Carlos II otorgó a Giulio di Tomasi, un aristócrata siciliano, el título de príncipe de Lampedusa, cuyo descendiente Tomasso di Lampedusa inspiró la obra del Gattopardo. Las costas de la isla de Lampedusa están formadas por acantilados abruptos en el norte, y pequeñas calas de guijarros y cuevas de formas pintorescas en el sur. Merece la pena alquilar una barca y fotografiar las clarísimas aguas de Lampedusa desde el mar, o bañarse en las playas de Giutgia, Cala Croce y La Tabaccara.
  Desgraciadamente es habitual la imagen de llegada masiva de inmigrantes en patera a Lampedusa, que huyen de las costas africanas en busca del “sueño de prosperidad” europeo.

  Lampione es un islote rocoso y deshabitado, mientras que Linosa, de carácter volcánico y sin apenas puertos donde desarrollar la pesca, basa su economía en actividades agrícolas que se ven favorecidas por las lluvias generadas por un microclima muy cálido en verano.

Playas de Sicilia

  Las playas de Sicilia no gozan de la fama de otras zonas del literal mediterráneo, y sin embargo su insólita variedad no tiene nada que envidiarlas. En Sicilia pasearemos por arenales kilométricos de costa con todos los servicios y equipamientos, nadaremos en pequeños estanques naturales de aguas turquesas, nos perderemos en recónditas calas donde nuestra única compañía es el mar, o nos encaramaremos a escarpados peñones de lava o farallones ya citados por los clásicos griegos.
Cefalú
Castellammare del Golfo
Playa de Scala Dei Turchi
  Los 1500 km de litoral otorgan a Sicilia de prodigiosos rincones para todos los gustos. El listado de playas que plasmamos a continuación son sólo un aperitivo para quienes deseen descubrir por su cuenta las costas sicilianas. 

  Palermo cuenta en sus cercanías con playas situadas en pueblos típicos marineros que agasajan al turista con un agradable baño junto a degustación de manjares típicos del mar siciliano como Sferracavallo o Mondello, una de las más visitadas de Sicilia. Cala Gallo es una larga extensión rocosa que cuenta con bellos parajes submarinos donde las langostas forman parte de una fauna marina rica.

  En el Gofo de Castellammare están las playas de Lo Zingaro, dentro del parque natural del mismo nombre, con pequeñas calas de escollos negros.

  A 39 km de Trápani está San Vito lo Capo, una de las más concurridas y con complejos hoteleros y balnearios que no impiden gozar de aguas transparentes y limpias.

  En la parte occidental de la isla caben destacar las playas de arena fina y blanca de Scala Dei Turchi y Siculiana Marina, en la provincia de Agrigento y muy cerca de Porto Empedocle. La primera posee una serie de terrazas naturales esculpidas por el viento y las olas. Algo más al norte hallamos Torre Salsa y Eraclea Minoa, playas de dunas de varios kilómetros de longitud.
Isla de Correnti
  Siguiendo nuestra ruta por el sur de Sicilia en busca de las mejores playas, entre las localidades de Licata y Gela, encontraremos la bella playa con el castillo de Falconara, sin duda una de las instantáneas más buscadas en la isla.

  La playa de la Isla de Correnti cuenta con tres calas de arena en el extremo sur de Sicilia cerca de Portopalo de Capo Passero. Un poco más al sur, La Marza (Pozallo) y Pisciotto son dos amplias playas de arena finísima cortejadas por densa vegetación de eucaliptos y matorrales mediterráneos respectivamente.

  Al sureste, y sobrepasado Catania Siracusa, encontramos la hermosa playa de Fontaine Blanche y más al sur Cala Mosche, que se ubica entre dos promontorios rocosos y dunas. Las aguas frescas y transparentes de la provincia de Noto bañan esta playa y la del Oasis de Vendicari, playa salvaje rodeada de mucha vegetación.
  En las cercanías de Taormina está la playa de Sant’Alessio con su castillo sobre el peñón. En Taormina está la playa de Isolla Bella, auténtico vergel con una playa que se protege de las olas gracias a su islote cubierto de vegetación, declarado reserva natural. Junto a ella Giardini Naxos, playa más concurrida, donde las hamacas ocupan la playa.
  Siguiendo la carretera hacia Mesina se halla Playa Pollina con dos calas destacadas, Contrada Reisigerbi y Baia Turchina, de guijarros. Destacan Capo d’Orlando en el magnífico litoral de San Gregorio donde disfrutar de las puestas de Sol es un lujo asumible, y las Playas y Lagos de Marinello que contiene pequeños lagos naturales al borde de la playa. De aquí podemos saltar a Salina en las Eolias para visitar la playa de Pollara con su playa de piedras volcánicas en la localidad de Malfa.
Playa Pollara - Isla Salina
  Finalmente, en nuestro regreso hacia Palermo, la playa de Cefalú forma junto a sus muelles y la efigie de la catedral una de las postales más conocidas de Sicilia. Se trata de una playa de arena fina y clara donde se pueden alquilar tumbonas y sombrillas en el chiringuito de la playa. Quizá sea una de las playas donde la sensación de turismo en masa puede ser más presente.

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